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Una breve historia del movimiento estudiantil

En la Argentina, el movimiento estudiantil ha participado de numerosos procesos políticos en los que ha cobrado gran visibilidad y logrado conquistas históricas. En este artículo, te proponemos recorrer algunos hitos de este colectivo.


En la actualidad observamos que, con las marchas y contramarchas propias de cualquier movimiento, las organizaciones estudiantiles avanzan en la conquista de espacios y derechos. No se trata, sin embargo, de algo que haya ocurrido de la noche a la mañana, sino de un largo proceso cuyo punto de partida data de más de cien años.

La Reforma Universitaria de 1918

Durante el primer gobierno de Yrigoyen —que fue también el primero elegido por voto secreto y obligatorio (aunque solo para los hombres) a partir de la Ley Sáenz Peña—, existía un contexto social y político agitado, donde surgieron con fuerza las bases de la participación estudiantil. En 1918, las y los jóvenes organizados en centros de estudiantes comenzaron a exigir reformas que democratizaran la universidad, instauraran el cogobierno estudiantil y garantizaran la laicidad de la educación, entre otros pedidos.

El 15 de junio de ese año, a raíz de una elección fraudulenta para el rectorado, la Federación Universitaria de Córdoba tomó la universidad. Estos hechos ocasionaron la renuncia del rector, Antonio Nores, y la intervención del establecimiento. Luego, las federaciones universitarias que surgieron en Tucumán, La Plata y Buenos Aires sentaron las bases para la conformación de la Federación Universitaria Argentina (FUA). El 12 de octubre, un decreto de reforma universitaria aprobó una serie de medidas alineadas con los reclamos estudiantiles. A partir de entonces, las y los estudiantes se incorporaron al gobierno universitario, democratizando y ampliando su participación en las universidades argentinas.

La UES y el surgimiento del peronismo

Durante la década de 1940 en la Argentina surgió un nuevo movimiento político de masas que perdura hasta nuestros días: el peronismo, fundado por Juan Domingo Perón, quien se abrió camino desde la Secretaría de Trabajo y Previsión durante la revolución del 1943, y llegó a la presidencia en tres oportunidades (1946, 1952 y 1973).

En ese contexto, el peronismo promovía la organización de la comunidad en sus distintos niveles. Impulsó, entonces, la creación de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) en 1953 para organizar a la «juventud estudiosa», instando a las y los jóvenes secundarios a «reconocerse como futuros dirigentes de la Nación» (Almada, 2021). La UES se dedicaba a diversas actividades vinculadas a la participación política de las juventudes: organizaba conferencias y debates de formación política, fomentaba las actividades deportivas y el acceso de los y las estudiantes al turismo y la cultura.

La década del 60 vio con fuerza a una juventud politizada a nivel mundial. En Argentina, el movimiento estudiantil formó parte de la resistencia contra los golpes de Estado que azotaron al país, y luchó por el fin de la proscripción del peronismo.

Golpe de Estado del 76. La Noche de los Lápices

Al regresar la democracia en 1973, el movimiento estudiantil pudo recuperar fuerza y protagonismo. Muchos se organizaron dentro de la Juventud Peronista. Con el fallecimiento de Perón y la asunción de quien fuera su segunda esposa, Isabel Perón, como presidenta de la república, el clima político fue degradándose cada vez más (el Estado reprimía las manifestaciones de protesta y comenzaban a surgir grupos armados).

El mayor horror se produjo a partir del 24 de marzo de 1976, cuando la Junta Militar llevó adelante un golpe de Estado que sembró el terror durante siete años, desapareciendo al menos a 30.000 personas (mayormente militantes políticos, estudiantes, docentes, escritores, periodistas y cualquiera que representara una amenaza al régimen dictatorial), estableciendo la censura y la violencia estatal en múltiples formas.

Se disolvieron los centros de estudiantes y las federaciones, y se prohibió toda actividad política dentro de las facultades, por lo que cualquier tipo de organización estudiantil debió pasar a la clandestinidad. Asimismo, muchos militantes estudiantiles, secundarios o universitarios, comenzaron a desaparecer, y otros fueron exiliados. El terrorismo de Estado causó además un fenómeno de desmovilización.

Un ejemplo claro del accionar de la dictadura militar fue la llamada Noche de los Lápices. El 16 de septiembre de 1976, los militares secuestraron y desaparecieron a un grupo de jóvenes estudiantes secundarios, muchos de ellos pertenecientes a la UES y otros a la Juventud Guevarista. Estos habían participado, el año anterior, de las movilizaciones que reclamaron y obtuvieron el derecho al boleto estudiantil secundario gratuito, un pedido histórico del movimiento estudiantil. Emilce Moler, una de las sobrevivientes, afirmó que la Noche de los Lápices «quedó como un ícono muy fuerte en la impronta de los jóvenes; es una fecha para conmemorar a los cientos de chicos que fueron desaparecidos, torturados o que sufrieron cárcel o exilio; violaciones de los derechos por ilusiones propias de su edad».  

Si querés conocer más sobre «La noche de los lápices», te invitamos a recorrer estos materiales:

Desde la recuperación democrática hasta la crisis de 2001

El retorno a la democracia encontró a una sociedad fuertemente movilizada y participativa. El movimiento estudiantil, que no constituyó una excepción, celebró la llegada del nuevo gobierno de Alfonsín. Los centros de estudiantes volvieron a ganar protagonismo y a participar de las discusiones hacia el interior de las escuelas y las universidades.

Una característica que se acentuó, aunque ya se venía dando desde los 70, fue la partidización de los centros de estudiantes, sobre todo en las universidades y en las escuelas secundarias de la Capital Federal. En muchos casos, las agrupaciones estudiantiles llevaron adelante alianzas; en otros, directamente pertenecían a partidos políticos o espacios electorales. Esto muestra, sin duda, que el sistema educativo no es impermeable a la realidad del resto de la sociedad, sino que se nutre de ella. En la escuela y la universidad se dan luchas y conquistas que no tienen que ver solo con las condiciones de estudio, sino también con la realidad social, económica y cultural de cada momento.

Durante la década del 90, con los dos gobiernos de Carlos Menem, la profundización de las políticas neoliberales generó exclusión y desigualdad, dejando afuera del mercado laboral y empobreciendo aún más a las clases medias y bajas. La sociedad mostró su descontento con diversas olas de protestas y manifestaciones; y el movimiento estudiantil no fue ajeno a ello. Tuvieron lugar entonces movilizaciones, sentadas en escuelas, cortes de calles y demás acciones en contra del gobierno, que a través de su presidente respondía: «¿Por qué, en lugar de tomar las universidades y las escuelas, no toman los libros?». Además de las protestas, hubo muchas acciones solidarias, como las ollas populares, las clases de apoyo y los espacios comunitarios en los barrios, que llevaron adelante los centros de estudiantes, en articulación con otros actores de la comunidad educativa y de la sociedad en general.

El declive económico se profundizó con la presidencia de De la Rúa y la caída de la convertibilidad. La crisis terminó de estallar en diciembre de 2001 con cacerolazos y movilizaciones masivas que culminaron con la renuncia del presidente. Los y las estudiantes organizados sufrieron, como todos los manifestantes, una violenta represión, que no logró claudicar los reclamos y las banderas de lucha.

Hoy

El movimiento estudiantil organizado se encuentra actualmente en una etapa de crecimiento y profundización de sus actividades y demandas. En 2013 se sancionó la Ley Nacional N.° 26.877 de Creación y Funcionamiento de Centros de Estudiantes, un verdadero hito para la organización en los niveles secundario y superior. Desde el Estado, se van desarrollando paulatinamente programas de fortalecimiento de la participación estudiantil y espacios de inclusión del estudiantado en los procesos de análisis y decisión de las políticas públicas. Por otro lado, las organizaciones, federaciones y coordinadoras de estudiantes crecen en todo el país, y logran la articulación entre distintas escuelas en la localidad, la provincia o incluso a nivel nacional.

Sin duda, a lo largo de más de cien años, las y los estudiantes organizados fueron y siguen siendo una pieza clave en la vida política de la sociedad: inciden y hasta generan transformaciones profundas no solo en el sistema educativo, sino también en la política general. 
 

Ficha

Publicado: 14 de junio de 2023

Última modificación: 21 de junio de 2023

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