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Cómo es educar al pie de una cama de hospital u hogar

Laura Guttig es docente de la provincia de Chubut. Trabaja en la Escuela Hospitalaria y Domiciliaria N.° 305, que tiene sede en el segundo piso del Hospital Andrés Ísola. Allí enseña a alumnos de diferentes niveles y modalidades de la educación obligatoria que, por atravesar una situación de enfermedad, no pueden asistir a sus escuelas de origen.

En esta entrevista con educ.ar, Laura Guttig compartió sus conocimientos sobre esta modalidad que se incluyó en 2006 en la Ley de Educación Nacional, y su recorrido como profesional de enseñanza primaria en ese contexto.

—¿Cómo es la modalidad Educación Domiciliaria y Hospitalaria?

—Esta modalidad difiere de otras en cuanto al sujeto de la educación y los contextos en donde se desarrolla cada clase. Nosotros trabajamos con niños, niñas y jóvenes en situación de enfermedad. Esto demanda una atención especializada con estrategias pedagógicas específicas para generar el deseo de aprender y optimizar la calidad educativa en cada encuentro. El objetivo es que el estudiante continúe con su escolarización para reinsertarse posteriormente en su escuela de pertenencia.

—¿Cómo son las clases?

—Las clases son uno a uno. Además, cuando los médicos así lo autorizan, los alumnos pueden asistir al aula hospitalaria: funciona como un espacio plurigrado, ya que hay alumnos de diferentes niveles. Cada docente tiene hasta 4 chicos asignados, y cada clase dura una hora y media.

»Nuestra escuela recibe de las escuelas de referencia los datos necesarios para poder asistir a los alumnos, quienes deben contar con un certificado médico y una planilla de saberes que completa la docente de grado a cargo. Nosotros nos comunicamos con ellos para compartir la tarea y vincular a los alumnos con su escuela y sus compañeros, especialmente cuando se trata de alumnos de extenso período de atención.

—¿Cuál fue el recorrido que te llevó a elegir ser docente de esta modalidad?
—No sé bien si lo elegí o la modalidad me atrapó por sus particularidades. Principalmente, me impactó ver cómo la escuela, como institución, lleva el conocimiento y los saberes a una casa o al pie de cama de una sala de pediatría. Uno puede devolver, en ese contexto, un poquito de esa normalidad cotidiana que la enfermedad quitó al alumno y a su familia. Muchas veces son situaciones difíciles de sobrellevar, chicos que son pacientes oncológicos, de traumatología, inmunodeprimidos...

Un semillero de experiencias

Laura Guttig vivió a través de su trayectoria diferentes situaciones que, de algún modo, la marcaron en su rol como docente. Entre los recuerdos que guarda, contó sobre una tarde en la que un papá, que acompañaba en la tarea cotidiana de las clases en domicilio, le pidió si no podía ayudarlo a escribir su nombre. «Él no sabía ni leer ni escribir, por eso le propuse que fuera su hijo quien le enseñara. Para su escuela de pertenencia, la familia no acompañaba a su hijo en los quehaceres escolares; para esa familia, la escuela era la que les daría a sus hijos la posibilidad de poder conocer el mundo», remarcó la docente.

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Laura Guttig junto a Ramiro y su hermana, quien lo cuidaba en el hospital, festejaron el Día del Niño.

La modalidad le permitió a Guttig descubrir cuán importante es su tarea, la de garantizar el derecho a la educación de los alumnos, de todos los alumnos. Por eso, el año en que se titularizó como docente de hospitalaria y domiciliaria fue muy especial para ella: «Pensé que era una tarea relativamente sencilla desde el punto de vista pedagógico, pero transitar este camino me demostró todo lo contrario, ya que cuando uno ingresa en el domicilio de un alumno implica mucho más que compartir una tarea escolar», compartió.

«La historia detrás del cuadro»

Otra de las historias que la docente compartió con educ.ar fue la de Martín y Morena, dos alumnos que no se conocieron entre ellos, pero sus trabajos sí se encontraron en una exposición de arte. Morena dejó como herencia su obra de arte; Martín —después de 2 años de tratamientos médicos, cuidados y aislamiento— hoy transita tercer grado en su escuela.

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Julían descubrió a Antonió Berni e hizo su propia obra con objetos encontrados en su casa.

«El proyecto comenzó con Morena, en el 2016, cuando la pequeña apenas tenía 7 años. Todas las actividades artísticas que se le proponían tenían una gran recepción de su parte. Por eso, una tarde llegamos a su habitación con un bastidor, pinturas y computadora en mano», contó la docente.

En ese momento, los docente eligieron presentarle a Morena el trabajo artístico de Milo Lockett, porque en su obra la palabra escrita está presente y «fue un facilitador para acercarla a la escritura», ya que en ese momento ella se negaba a escribir. Al ver que eso funcionó, la experiencia se replicó más tarde con Martín, un alumno que en ese momento estaba con reposo domiciliario.

Para concluir, la docente explicó que a partir de estas experiencias, ligadas a historias, lecturas, biografías, imágenes, videos, fue que decidieron acercar los pintores a los chicos. Así surgió la propuesta «La historia detrás del cuadro», que pretende acercar la lectura de un cuento desde la historia de vida de un artista.

«La habitación de una casa o un hospital se transforma en un aula, en donde el dolor, la preocupación y el amor se conjugan en el encuentro con una escuela transformada: aparecen historias que se recrean cuando se ven cuadros y se convierten en nuevas historias y nuevas obras de arte», remarcó la docente.

Ficha

Publicado: 25 de octubre de 2017

Última modificación: 24 de noviembre de 2017

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Artículos

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Cecilia Sagol

jóvenes

Buenas prácticas en el aula

Autor/es

Nahir Di Tullio

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