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Adrián Paenza: "Encontrar en el otro un cómplice para disfrutar de pensar, de saber, de cuestionarse…"

Nuestro entrevistado responde a un perfil multifacético: Doctor en Ciencias Matemáticas, docente del Departamento de Matemática de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y periodista de gran trayectoria en los medios televisivo, radial y gráfico. Actualmente conduce el programa Científicos Industria Argentina, por Canal 7, distinguido con el premio Martín Fierro 2003 en el rubro cultural/educativo.
Aquí habla de los puntos a enfatizar en nuestro país para evitar lo que él describe como la “estampida” de cerebros que se produjo en las últimas dos décadas, del problema del copyright en la producción científica y de la verdadera tarea de un docente de matemáticas, entre muchos otros temas.

Adrián Paenza
Adrián Paenza

—¿Cómo surgió la idea de “Científicos Industria Argentina”, el programa que conduce por Canal 7?

Adrián Paenza:—La idea surgió a través de Claudio Martínez (es el productor general del programa) y muy especialmente de su mujer, Edy Gerber. Ellos fueron los que originalmente tuvieron la fantasía de hacer un programa sobre la ciencia en la Argentina.
Con todo, creo que reducirlo a la “idea” de hacer un programa de ciencia sería desmerecer otro logro no menos importante: el formato. Ellos (Edy y Claudio) imaginaron un programa ágil, entretenido, diverso pero no menos profundo y hasta divertido. Creo que en este caso es esencial ponderar con cuidado no sólo los contenidos sino también el “continente”.

—Cuando hablamos de ciencia en nuestro país surge inevitablemente la cuestión de la fuga de cerebros. ¿Que puntos deberían enfatizarse para evitarla?

—En mi opinión:
·La inversión en ciencia, incrementando el porcentaje del PBI dedicado a esos efectos.
·Los salarios de los investigadores.
·Las becas de estímulo para aquellos que empiezan la carrera universitaria.
·La gratuidad de la enseñanza y su carácter público.
·La generación y ampliación de vasos comunicantes entre la ciencia y la industria.
·El reequipamiento de los laboratorios.
Si podemos proponernos un plan para duplicar esto en el próximo lustro, la Argentina no sólo estaría en condiciones de evitar la fuga de cerebros sino que empezaría por controlar la “estampida” que se produjo en las últimas dos décadas.

—Durante muchos años Ud. organizó reuniones de divulgación científica que se hacían todos los viernes. ¿En qué consistían específicamente? ¿Cuál fue el balance de esa experiencia?

—En principio, no fui yo solo quien las organizó, sino un grupo de docentes y estudiantes de la facultad de Exactas, quienes estuvimos activamente involucrados.
La idea fue hacer charlas informales (ni clases, ni conferencias, ni seminarios al estilo clásico) sino la posibilidad de llevar a los científicos que trabajan (y trabajaban) en el país, para que pudiéramos interactuar preguntando… Aprovechar a los que están en la frontera del conocimiento para poder mejorar nosotros.
Las charlas fueron un éxito porque hay una curiosidad genuina en la sociedad por enterarse de lo que hace el de al lado, y porque sirven como disparadoras de las ideas que potencialmente uno tiene y no advirtió. Además, generar un clima de acercamiento entre todos los que nos dedicamos a distintas disciplinas presume una posibilidad de integración mayor, para no hacer más demarcaciones artificiales (esto es matemática, esto es física, esto es química o biología), sino que buscamos borrar esos límites y provocar la interdisciplina en forma casi natural.

—Hoy, desde la política educativa nacional se intenta generar un cambio de mentalidad del alumnado para orientarlo a elegir carreras universitarias más orientadas a la producción. ¿Están preparadas nuestras instituciones para asumir este cambio? ¿Qué opina sobre este tema?

—No puedo contestar si las instituciones están preparadas para ese cambio, porque las modificaciones de ese tipo toman muchos años hasta que empiezan a producir resultados.
Pero, una vez más, los cambios no pueden ser artificiales. Falta una discusión entre los distintos sectores de la sociedad para elegir qué tipo de país queremos y cómo nos vamos a insertar en el mundo. Hoy, el gran desafío es “producir” conocimiento y darles ese “valor agregado” a nuestros productos.
Hay áreas muy sensibles en el mundo (biogenética, bioinformática, producción de energías alternativas, robótica, por poner sólo unos pocos ejemplos), para las cuales la Argentina está fuertemente capacitada. Pero, sin descuidar la inversión en ciencia básica, nos falta todavía la discusión para hacer un plan , digamos quinquenal con revisiones anuales, donde haya compromisos de parte de los distintos estamentos de la sociedad: científico, tecnológico, industrial, empresarial, y participación fuerte del Estado.
Por eso es que me cuesta hablar de aspectos parciales porque comprendo que mis ideas son poco elaboradas y que se hacen muy vulnerables frente a gente que le ha dedicado mucho tiempo y energía a pensar sobre estos temas.


—Actualmente vive en Chicago. ¿Qué diferencia encuentra entre los alumnos norteamericanos y los argentinos en relación con la elección de sus carreras universitarias?

—Como siempre, es muy injusto hacer una definición radical sobre el “alumno argentino” vs. el “alumno norteamericano”. Cada individuo vive una realidad distinta, independientemente de sus cualidades personales. El entorno en el que se desarrolla es fuertemente determinante. Además, depende de qué alumno estemos hablando. No es lo mismo un alumno que surge de una casa donde los problemas económicos están resueltos que uno que trabaja mientras estudia, y esto, en países como los nuestros, es determinante. No es lo mismo un alumno de una universidad de elite (Harvard, Princeton, MIT) que un alumno de una universidad menor, aun dentro de los Estados Unidos.
Pero como no quiero rehuir la respuesta, puedo afirmar que el alumno argentino promedio egresado de nuestras universidades nacionales está en excelentes condiciones competitivas, con una formación amplia y profunda, en comparación con el alumno promedio de una universidad norteamericana. Teniendo en cuenta las condiciones de entorno de las que hablaba antes, es un mérito de nuestros académicos (y de nuestros alumnos, por supuesto).

—¿Cuál es la carrera del futuro?

—Sería un atrevido yo si pretendiera contestar esta pregunta con alguna presunción de éxito. Depende además, de qué futuro hablemos. Es decir: de cuántos años estamos hablando. Las carreras van cambiando con el tiempo, y está muy bien que así sea, por la evolución propia de la sociedad que las cobija. Con todo, y aceptando las desviaciones propias de mi formación que me condicionan inexorablemente, me inclino por la biología, la computación, la física y la matemática, pero sé que me expongo a mi propio disenso en esta respuesta. Pero es lo que pienso, al menos en este momento.

—Ud. es periodista, doctor en Ciencias Matemáticas, profesor de Matemáticas y conductor de TV. ¿Cómo se articulan estas distintas facetas en la enseñanza?

—No sé. Yo soy una sola persona, muy privilegiada por las condiciones en las que me pude desarrollar. Mi familia (mis padres en primer lugar) fueron muy generosos con sus hijos. No sólo nos criaron y nos cobijaron de pequeños, cosa esperable, sino que fueron estimuladores permanentes para generarnos (a mi hermana y a mí) nuevos desafíos. En esas condiciones, nos fue más fácil tener múltiples actividades. Por eso es que hacer todo lo que hago me resulta natural, porque fue lo que hice desde que era muy muy joven. Me gusta comunicar, contar, fascinar a la gente que me escucha como me fascino yo con lo que escucho de otros. Me gusta generar pasión en el que me escucha, porque yo la tengo. Me gusta que un alumno disfrute, porque quiero compartir lo que yo disfruto. Y lo mismo me pasa frente a una cámara encendida en un programa cualquiera. En esencia, son la misma cosa. O mejor dicho, es la misma cosa: se trata de encontrar en el otro un cómplice para disfrutar de pensar, de saber, de cuestionarse…

—Siguiendo con sus distintas facetas profesionales ¿encuentra relación entre el fútbol y la matemática?

—Por mi formación, como queda claro de las respuestas anteriores, yo puedo encontrar relaciones no sólo entre la matemática y el fútbol , sino entre la matemática y cualquier otra manifestación social. El fútbol me dio (y me da) un contacto directo con la pasión que comparten las mayorías. La matemática me da una herramienta para pensar. No es poco.

—¿Cómo debiera ser el abordaje de la enseñanza en el campo de las matemáticas en la escuela?

—La escuela, como tal, debe ser repensada y actualizada a las condiciones del siglo XXI. Con todo, y en esto lamento repetir lo que digo sistemáticamente, la matemática no puede ser disfrutada por los alumnos, sencillamente porque quienes la difundimos terminamos dando respuestas a preguntas que la gente no se hizo. Y eso es, inexorablemente, muy aburrido. Estar sentado frente a una persona que responde a lo que yo no me pregunté es, cuanto menos, un sufrimiento. Y encima, existe el poder que tiene el docente que no le permite al alumno que se levante y se retire. Por eso creo que deberíamos empezar por reformular qué queremos enseñar, por qué lo queremos enseñar, qué problemas intentamos resolver y cuáles son las curiosidades de los chicos que vamos a ayudar a evacuar. La vida es al revés: uno primero tiene problemas, luego trata de resolverlos, y finalmente, cuando advierte que ciertos patrones se repiten, formula una teoría. Si el proceso frente al estudiante es al revés, o sea, primero le explicamos la teoría y después le fabricamos artificialmente un problema que él no tiene, es posible que no le interese. Ahora, el día en que comprendamos que la verdadera tarea de un docente es generar preguntas y saber descubrir las curiosidades que tiene un chico, entonces habremos dado un salto cualitativo muy importante para vencer la barrera docente-alumno (en matemáticas al menos).

—¿De qué manera las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación están influyendo en el campo de las ciencias?

—De manera esencial. Cuando yo empecé mi carrera los dibujos se calcaban, y los que aparecían en los libros eran hechos a mano. Hoy, internet (para aquellos privilegiados que tenemos acceso) nos permite abrir, desde nuestra computadora, una ventana al mundo. Y ya no se trata sólo de espiar: se trata de ver… y hasta interactuar.
El aporte de las nuevas tecnologías es imposible de medir aún. Estamos todavía en el medio del cambio, y como dice la frase, el cambio llegó para quedarse. De manera que, agarrémonos fuerte, porque esto no se detiene.

—Una de las discusiones en relación con las nuevas tecnologías afecta a la propiedad intelectual. ¿Qué piensa del problema del copyright en el caso particular de la producción científica?

—Voy a apropiarme de una frase que me dijo el premio Nobel de Medicina y Fisiología del año 2002, el inglés John Sulston, en una entrevista que le hice para Científicos Industria Argentina que todavía no fue emitida: es aceptable y esperable que uno patente un invento. Lo que es inadmisible es que alguien pretenda patentar un descubrimiento.
Creo que esa respuesta, que me encantó, obviamente, resume lo que pienso.

Fecha: Abril de 2004 

Ficha

Publicado: 18 de octubre de 2013

Última modificación: 23 de octubre de 2013

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Entrevistas, ponencia y exposición

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ciencias exactas

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Verónica Castro

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