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Cantarle a la primavera

La «estación del amor», la llaman. Su inicio se celebra cada año como una promesa de renacimiento y el reverdecer de la naturaleza invita a las personas a renovar sus energías. Un repaso por la música que acompañó a varias generaciones en esta estación. 


 

La primavera, de Botticelli, pintada entre 1477 y 1482.
La primavera, de Sandro Boticelli, pintada entre 1477 y 1482.

Estudiantina

Como dice Pedro Aznar en su tema «Días blancos de primavera»: «Si ya lavaste a nuevo el alma / vuelta a brillar, suelta tu mal, vuelta a brillar». 

Es que con los días más cálidos y largos se reinicia el ciclo de la vida; por eso, la primavera se asocia a los jóvenes. Y, en la Argentina, también a los estudiantes, que celebran su día cada 21 de septiembre tomando por asalto los parques y plazas. Según se cuenta, la costumbre empezó en 1911, cuando la Federación de Estudiantes organizó un viaje de confraternidad a la ciudad de Colonia, Uruguay. El gobierno nacional les facilitó un barco y setecientos jóvenes argentinos, bolivianos, chilenos y paraguayos participaron de la excursión. Con el tiempo, la fecha se institucionalizó y se instaló como asueto para las escuelas secundarias y las universidades.

Y, donde se juntan jóvenes, siempre reina la música. Aunque la tradicional «Canción del estudiante», compuesta en 1920, haya quedado muy lejos de los gustos musicales de los jóvenes, otros géneros populares fueron renovando el repertorio de los picnics y adecuándose al estilo de diferentes generaciones. En 1934, Carlos Gardel advertía, escéptico, sobre la rápida evaporación de tantos amores nacidos bajo el sol primaveral en «Amores de estudiante» (música de Carlos Gardel y letra de Alfredo Lepera y Mario Battistella)

 

 

La tradición de la fiesta estudiantil ya era importante en la década de 1950, cuando se designó la ciudad de Jujuy como sede de la Fiesta Nacional de los Estudiantes. Durante diez días, los jóvenes norteños y delegaciones de toda la Argentina que se acercan a la capital provincial renuevan todos los años el ritual con un despliegue de carrozas magníficas, música y, por supuesto, bellas reinas.  

Ya en los años sesenta, con el tocadiscos marca Wincofón mediante, los primeros y tímidos «melenudos» renovaban el ritual y se sacudían al ritmo del twist, popularizado en la Argentina por el Club del Clan. Una nueva generación que se reivindicaba más informal que la de sus padres abrazaba con entusiasmo la ola modernizadora que recorría el mundo.

Potpourri de hits del Club del Clan

 

Unos años más tarde, hacia fines de los sesenta y comienzos de los setenta, los ecos del movimiento hippie y el acceso masivo de las mujeres a la vida universitaria resonaban en el tema «Yo en mi casa y ella en el bar», del grupo argentino Los Náufragos, que relataba las penurias del enamorado de una «chica de Filo», es decir, una estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras. 

En cambio, en las guitarreadas de los jóvenes de la época, caracterizadas por un espíritu más politizado y latinoamericanista, sonaban invariablemente los versos que la chilena Violeta Parra dedicó a los estudiantes en «Me gustan los estudiantes» y que expresaban otro aspecto de aquellos tiempos de rebeldía. Entre otros, esa canción fue interpretada por Mercedes Sosa

Ya cerca del fin de siglo XX, la crisis de la escuela media no solo era tema de preocupación de la comunidad educativa, sino también blanco de la ironía de la banda Los Twist que, en su canción «El estudiante», de 1991, habla de un estudiante «modelo» al que sus compañeros «quieren embalsamar».

 

Primavera porteña

La ciudad de Buenos Aires también tiene sus tradiciones primaverales, no solo por la cada vez más multitudinaria presencia juvenil en los bosques de Palermo, sino también porque, durante muchos años, los Amigos de la Avenida Santa Fe, organizaban un desfile de carrozas alegóricas en el centro de la ciudad

 

El desfile congregaba vecinos de diferentes barrios y era el festejo principal de la ciudad. Esta fiesta tenía un perfil más comercial: los grandes negocios de la zona aprovechaban para atraer clientes y lanzar la nueva temporada. Las sucesivas crisis y la competencia de los shoppings, que quitaron protagonismo a las tradicionales galerías —sumados a los problemas de circulación de vehículos en la ciudad—, posiblemente expliquen el desgaste de esa tradición.

La música ciudadana también ha sabido rendir culto a la primavera. Siguiendo el ejemplo de Las cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi, el maestro Astor Piazzola compuso una versión propia y su «Primavera porteña», de 1970, se convirtió rápidamente en un clásico de la música urbana. 

Música ideal para escucharla disfrutando el paisaje de los jacarandás, esos que convierten la ciudad en un rosario de manchas color violeta entre octubre y noviembre de cada año. Les cantó María Elena Walsh, cuya «Canción del jacarandá» podemos escuchar y ver recreada en esta animación de la serie Música para imaginar, del canal Pakapaka:

Dicen que los habitantes de Buenos Aires les deben los jacarandás a una idea del paisajista Carlos Thays. Todos los años, la primavera y los habitantes de la ciudad le dan las gracias.

 

Para seguir cantando a la primavera, algunas canciones tradicionales en varios idiomas

Yves Montand, «Les temps des cerises» 

Claudio Villa, «Canzone di primavera» 

Ella Fitzgerald, «Let´s do it» 

Sara Montiel, «La violetera» 

 

 

Ficha

Publicado: 16 de octubre de 2013

Última modificación: 13 de enero de 2021

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Música

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María Elena Walsh

Carlos Gardel

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Autor/es

María Elena Ques

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