La utilidad de una idea
Hay una reflexión sencilla que me sirve de guía en muchos momentos de trabajo intelectual, y es la siguiente: una idea es como una herramienta y no tiene ningún sentido decir para qué no sirve. Suponiendo que yo tenga una lapicera entre mis dedos: ¿es una observación valiosa señalar que no sirve para sacar tornillos?
Suponiendo que haya sobre la mesa un destornillador, ¿tiene sentido decir que no tiene valor, porque no puede medir la longitud de un mueble? Estos ejemplos resultan obvios, sin embargo es muy frecuente (es, podríamos decir, lo más frecuente) que cuando en una conversación intelectual alguien propone un planteo, un punto de vista, una observación, quien responde busque señalar los límites de esa idea. ¿Por qué no indagar en cambio su utilidad, buscar el "para qué sirve", el "para qué puede servir", el "qué campo de posibilidades abre esta idea"?
Una idea falsa del universo intelectual es creer que el poder del pensamiento propio se verifica en la capacidad de descalificar los puntos de vista ajenos. Es lo que se cultiva bajo la meritoria máscara de "pensamiento crítico": un sistema para secar las vidas y los pensamientos, la propuesta de desmerecer todo intento de comprensión buscándole su falla.
Lo cierto es que toda idea, todo sistema de pensamiento, aun las filosofías más ambiciosas y logradas, tienen su punto ciego o su falla, su defecto, su contradicción o su límite. Pero también todas describen, con mayor o menor riqueza, una visión del mundo, plantean problemas que pueden desarrollarse y madurar.
No tenemos que someter nuestros pensamientos al examen riguroso que busca las fisuras y que nos lleva necesariamente a la descalificación de los mismos. Tenemos por el contrario que buscar la utilidad que se desprende de ellos, las posibilidades que inaugura, la línea de acción que implica, la riqueza que entrega o insinúa. Tenemos que pensar cómo se hace crecer una idea, no cómo se le pega el tiro de gracia.
Demasiado frecuentemente los profesores de pensamiento (la nueva denominación que debe describir el trabajo antiguamente conocido como "enseñanza de la filosofía") hacen uso de la estrategia de señalar los defectos de las ideas y colocan a los alumnos en una sensación de impotencia. ¿Sirve para algo? Sí, para alimentar la nefasta perspectiva apocalíptica, para demostrar que los alumnos son idiotas y el profesor no, para afirmar con emotividad torturada que los tiempos actuales son tiempos de decadencia y disolución.
Ser profesor de filosofía es ayudar a crecer el pensamiento de los alumnos, querer el mundo que nace, ayudarlo a que logre su forma, no tirarle baldazos de escepticismo. El escepticismo es, más que un momento de la filosofía, la militancia activa y estúpida de muchos "educadores"?
Ficha
Publicado: 21 de julio de 2009
Última modificación: 26 de marzo de 2025
Audiencia
Docentes
Área / disciplina
Filosofía
Nivel
Secundario
Categoría
Entrevistas, ponencia y exposición
Modalidad
Todas
Formato
Texto
Etiquetas
sentido
idea
utilidad
Autor/es
Alejandro Rozitchner
Licencia
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