Aprendiendo a escribir con Julia Cameron (parte 1)
Siguiendo con la idea de que la capacidad de expresarse por escrito es de crucial importancia para el desarrollo del pensamiento de los alumnos, el filósofo Alejandro Rozitchner reproduce y comenta algunos fragmentos del libro El derecho y el placer de escribir, de Julia Cameron.
«Debemos escribir porque la escritura aporta claridad y pasión al acto de vivir. La escritura es sensual, experimental, sustancial. Debemos escribir porque es bueno para el alma, porque escribir nos permite ir creando una obra, un sendero alfombrado a través del mundo en que vivimos. Fuerzas superiores nos hablan a través de la escritura. Podemos llamarlas inspiración, musas, ángeles, Dios, corazonadas, intuición, guías o simplemente buenas historias. Sea cual sea el nombre que elijamos, estas fuerzas nos conectan con algo superior a nosotros mismos que nos permite vivir con mayor vigor y optimismo».
Todos quienes hemos tenido –o tenemos– la experiencia de llevar un diario personal (ver entradas anteriores referidas a este tema) sabemos hasta qué punto se vuelve evidente la influencia de la escritura en el comportamiento del pensamiento propio. La claridad que se logra al poner por escrito las ideas, la forma en que estas mismas van ordenándose y encontrando una precisión mayor, genera la sensación de que fuera la escritura misma la que estuviera pensando, actuando como un cerebro externo, como una sensibilidad alternativa o ampliada. La autora sugiere la idea de que se trata en esa experiencia del contacto con una realidad superior. Puede o no compartirse el planteo de la elevación, pero no es difícil coincidir con la apreciación que ve en la escritura la puerta de entrada en un mundo más refinado de expresión y percepción, que es además fácilmente percibido por quien se entrega a su ejercicio como una intensificación vital, como la entrada en una felicidad crucial y accesible.
La autora describe de esta forma la relación que la educación nos propone con la escritura:
«No se nos prohíbe escribir, pero se nos desanima a hacerlo. Las escuelas nos inculcan continuamente el modo de expresar nuestras ideas, y sus técnicas incluyen aspectos como ortografía correcta, temas de redacción y formas de evitar los rodeos, de manera que la lógica se convierte en la autoridad máxima y las emociones se mantienen a raya. Escribir, tal cual se nos enseña, se transforma en una actividad deshumanizada. Nos pasamos la vida corrigiendo el estilo, omitiendo los detalles que no resultan pertinentes. Se nos instruye en la duda personal y la autocrítica, en lugar de instruirnos en la propia expresión».
El hecho es constantemente señalado y lamentado por todos: en las escuelas no se enseña a escribir, se pasa por alto esta necesidad como si el aprendizaje se realizara naturalmente. Apenas se fomenta el ejercicio de la escritura, para hacerlo pasar rápidamente por la revisión y la corrección, con el criterio de que ese es el método que transforma a un alumno en una persona capaz de expresarse por escrito. Pero falta la conexión con el universo por expresar, y quedamos atados a la necesidad de ser correctos antes que buscadores y disfrutadores de las palabras y sus sentidos. Además, sabemos hasta qué punto resulta ineficiente para sus propios fines la preocupación obsesiva con el tema de la ortografía. Si se la ubica en el centro de la relación con la escritura, a la ortografía y a la gramática, se ahoga a la escritura al no haberle dado un sustento a su práctica. El camino debe ser el inverso: el valor de la escritura aparece en cómo ella permite desplegar el mundo interno, el pensamiento, su carácter sensual y explorador, y la ortografía y la gramática son accesorios secundarios de tal búsqueda.
Sigue:
«Por consiguiente, la mayoría de nosotros intentamos escribir con excesivo cuidado. Intentamos hacerlo "bien", que suene inteligente. Y nos quedamos en el intento. Escribir se nos da mejor cuando no lo trabajamos tanto, cando simplemente nos damos permiso para pasearnos por la página. Para mí, escribir debe ser como un buen pijama: cómodo. En nuestra cultura vestimos generalmente a la escritura con un traje militar. Queremos que nuestras frases machen en pequeñas y ordenadas filas, como niños obedientes en un internado».
El tema de la escritura inhibida, y de las consecuentes nefastas implicaciones para el desarrollo del pensamiento, no afecta especialmente a los alumnos: se trata de un problema compartido entre alumnos y docentes. La escritura es una forma de expresión elemental para el universo humano (al menos en el ámbito educativo) y está sofocada por una estructura altamente inhibitoria: lo mismo le sucede al pensamiento que podría circular por ella.
Sería un objetivo pedagógico de alto valor que los docentes les plantearan a los alumnos la tarea de ir juntos hacia el objetivo de apropiarse de la expresión escrita, y hacerlo explícitamente, proponiéndolo como una aventura compartida.
Imagino que estas podrían ser las palabras de un profesor o profesora frente a su clase:
«No es costumbre que la educación nos impulse a escribir, pero escribir es una aventura apasionante y útil. Estudié muchos años para llegar a ser profesor y sin embargo no logré escribir con la fluidez con la que me gustaría hacerlo. Les voy a proponer una serie de tareas para conquistar la posibilidad de escribir y también las voy a hacer yo mismo, para después entre todos comentar lo que nos va pasando. Tenemos que pensar de qué manera podemos lograr volvernos capaces de escribir, ir buscándole la vuelta para que sea algo divertido y para poder inventar muchas cosas escribiendo».
Ficha
Publicado: 20 de julio de 2009
Última modificación: 27 de marzo de 2025
Audiencia
Docentes
Área / disciplina
Filosofía
Lengua y Literatura
Nivel
Secundario
Categoría
Entrevistas, ponencia y exposición
Modalidad
Todas
Formato
Texto
Etiquetas
escribir
Alejandro Rozitchner
Julia Cameron
enseñar a escribir
Autor/es
Alejandro Rozitchner
Licencia
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