VOLVER A FILTROS

Ortografía: sobre tratados, academias y aceptación popular

Las normas ortográficas no son un conjunto de normas fijas que se mantienen invariables en el tiempo. Desde los inicios del español han ido incorporando cambios, simplificaciones, ampliaciones. Un breve recorrido por la historia de la ortografía del español.


Primeros tratados de ortografía del español

En 1492, Antonio de Nebrija publicó su Gramática castellana, que fue la primera en lengua española. El autor abordó la ortografía en la primera parte de esa obra. Pero su interés no terminó allí: 25 años más tarde, en 1517, publicó un tratado que tituló Reglas de ortographia en la lengua castellana. Ese fue el primer tratado dedicado por completo al tema.

Página amarillenta de un libro. Arriba hay un título que dice: «Reglas de orthographia en la lengua castellana copuestas por el Maestro Antonio Delebrixa» y abajo comienza el texto.
Primera página del tratado de Antonio de Nebrija publicado en 1517

Durante los dos siglos siguientes, el interés por la ortografía continuó. Se publicaron varios tratados: Orthographia y pronunciacion castellana de Juan López de Velazco (1582), Ortografía castellana de Mateo Alemán (1609) y Orthographia castellana: dividida en primera y segunda parte a modo de dialogo de A. de Fonseca (1660), entre otros.

Estos primeros tratados se centraron en gran medida en determinar las letras del español, con sus respectivos nombres, y en qué casos se usaban. No eran las mismas letras que usamos ahora ni tenían exactamente los mismos nombres. Esto se puede observar en el tratado de Juan López de Velazco, por ejemplo:

«[...] las figuras de letras que repreſentan eſtas vozes, ſon, a, b, c, d, e, f, g, h, i, k, l, m, n, o, p, q, r, ſ, s, t, v, u, x, y, z. cuyos nombres por letra, son, a, be, ce, de. e. efe. ge. o gi. hache. con aſpiracion, porq declare los dos officios que tiene, i iota. j. larga, ka. ele. eme. ene. o. pe. qu. ere. erre. eſe. larga, y ese. pequeña. te. v. cerrada, y u. abierta. equis, que ſe nombraria mejor exis: por q̃ no aya nombre d letra que ella no le eſcriua, y zeda, o zeta, como ſe llama en el abecedario Griego». (López de Velazco, 1582, p. 17-18).

Estos tratados estaban firmados por gramáticos, ortógrafos, estudiosos de la lengua. Eran obras individuales, con autoría de persona.

La RAE y el principio de autoridad

En el siglo XVIII un hecho cambiaría el rumbo de los estudios de la ortografía. En el año 1713, se creó en España la Real Academia Española (RAE). Apareció así un criterio nuevo: el normativo, basado en el principio de autoridad. Las normas pasaban de ser un tratado de especialista al resultado del consenso académico.

En 1726, la RAE registró sus primeras reglas ortográficas en los preliminares del Diccionario de autoridades. Como hemos visto, no se trataba de la primera obra en abordar la ortografía de la lengua española, pero sí la primera que tenía autoría institucional.

En ese diccionario la RAE declaró que escribir correctamente era importante para regular la norma y el buen funcionamiento de una lengua. El discurso proemial de la ortografía de la lengua castellana, que estaba incluida en el primer tomo de ese diccionario, decía:

«Una de las principáles calidádes, que no solo adornan, sino compónen qualquier Idióma, es la Orthographía, porque sin ella no se puede comprehender bien lo que se escribe, ni se puede percebir con la claridád conveniente lo que se quiere dár à entender». (Real Academia Española, 1726, p. 49).

La buena ortografía, por tanto, era considerada indispensable para comprender un texto. Servía de puerta de entrada.

En 1741, la RAE publicó las normas ortográficas en un tomo separado del diccionario. Ese tratado se tituló Orthographia española. Como se puede apreciar desde el título, en ese entonces la palabra ortografía se escribía diferente a como la escribimos ahora. Palabras que ahora escribimos párrafo, diptongo, ejercicio y método en ese entonces se escribían parrapho, dipthongo, exercicio y méthodo. Con el tiempo, la ortografía se fue simplificando.

Portada de la «Orthographia española» de la Real Academia Española. Hay una ilustración que tiene el lema «Limpia, fija y da esplendor».

Portada de la Orthographia española de 1741

La Orthographia española dio un salto cualitativo con respecto a los primeros tratados de ortografía. Además de las letras y su uso, incluyó la acentuación y la puntuación, y se les dio a los tres temas la misma importancia (Martínez Marín, 2007). De esta manera, el campo de la ortografía amplió sus límites. 

Las academias americanas

A partir de 1871, año en que se creó la Academia Colombiana de la Lengua, florecieron las academias en suelo americano: entre ellas, la Academia Argentina de Letras (AAL), que fue creada el 13 de agosto de 1931 por decreto del presidente de facto José Félix Uriburu. Desde entonces, la población argentina contó con una academia propia dedicada a los estudios literarios y lingüísticos (incluida la ortografía), y a la que cualquier persona puede consultar para resolver dudas lingüísticas.

Logo de la Academia Argentina de Letras.
El emblema de la AAL es una columna jónica, ideada por el escritor Enrique Banchs y diseñada por el artista plástico Alfredo Guido

En 1951, todas las academias se asociaron y así surgió la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), que fue decisiva para el trabajo conjunto. El Diccionario de la lengua española y la Ortografía de la lengua española, por ejemplo, son resultado del trabajo de todas las academias, y no solo de la RAE como suele decirse.

La ASALE ―con la participación de la AAL― contribuye a la soberanía lingüística. Si bien el idioma español es uno solo, que las academias se asociaran favoreció la puesta en valor de las diferentes variantes del español, algo fundamental para evitar la supremacía de una (la de España) por sobre las demás.

El poder de la gente

Catorce ediciones después de la primera Orthographía española publicada por la RAE en 1741, las academias publicaron en 2010 una nueva edición titulada Ortografía de la lengua española, que sigue vigente. Esta actualización indicó, entre otros cambios, que se dejarían de tildar los demostrativos este, ese y aquel (con sus femeninos y plurales), independientemente de la función que cumplieran en el texto. También se dejaron de considerar letras del abecedario los dígrafos ch y ll  ―por lo que el abecedario pasó de tener 29 letras a 27―.

Página de un diccionario. Arriba, en grande, se ven las letras CH y, abajo, varias palabras que comienzan con ese dígrafo.
La antigua letra ch en una edición de 1996 del Diccionario etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas

Además, a partir de 2010, se dejó de tildar el adverbio solo, que antes se diferenciaba del adjetivo solo por la tilde diacrítica. Este fue el cambio más polémico. Hubo quienes lo incorporaron en sus textos y quienes opusieron resistencia inmediata. ¿Por qué? Bueno, esa tilde diacrítica, que tanto había costado incorporar en las aulas y que, con el tiempo, se convirtió en todo un signo de buena ortografía, no podía ser abandonada así nomás. En otras épocas, esa tilde había sido un signo de estatus ortográfico, por decirlo de algún modo.

Algo similar ocurrió con las palabras cederróngüisqui y zum, propuestas por las academias en lugar de los innecesarios extranjerismos CD-ROMwhiskyzoom. Si bien son coherentes con la ortografía del español, la mayoría de las personas las rechazaron de plano y no las incorporaron. Desde finales del siglo XIX, la palabra whisky fue usándose cada vez más mientras que güisqui apenas se usa. Una búsqueda en Google arroja datos contundentes: en sitios web de la Argentina (.ar), la palabra whisky arroja 1.200.000 resultados, en tanto que güisqui solo arroja 2090. Entre estos últimos, además, abundan los artículos que tratan sobre la adaptación propuesta por las academias y no textos sobre la bebida alcohólica. Es decir, son referencias metalingüísticas.

Detrás de esta falta de uso puede haber muchas causas. Puede deberse a que las alternativas propuestas por las academias fueron percibidas como artificiales, surgidas en un escritorio y no en las calles. Se distancian tanto de la grafía original inglesa que no se las reconoce y, por tanto, casi no se las usa. También puede deberse a que las personas que hablan español les dan a las palabras en inglés una jerarquía mayor que a las de su propio idioma; es decir, usan palabras en inglés porque «suenan bien», «les dan prestigio» y por eso mismo no están dispuestas a renunciar a la grafía original. (Por razones como esta, en 2016 la RAE lanzó una curiosa campaña en defensa del idioma español).

Los cambios de 2010 tampoco serán definitivos. Las academias ―entre ellas, la AAL― siguen trabajando para registrar y estudiar el español actual, con todas sus variantes, y seguramente actualizarán las normas. Así y todo, vengan los cambios ortográficos que vengan, la última palabra en cuanto a su aceptación o no siempre la tendrá la gente. Decidirán las personas que a diario son usuarias de la lengua, quienes aprendieron a escribir con pluma y tintero, quienes ahora escriben con lápiz negro en su cuaderno de clase y quienes lo harán en los ciclos lectivos venideros en nuevos soportes y formatos. Y lo harán porque la lengua les pertenece, porque es parte de su identidad.

Referencias bibliográficas

López de Velazco, J. (1582). Orthographia y pronunciacion castellana. (s. e.).

Martínez Marín, J. (2007). La evolución de la ortografía española: de la ortografía «de las letras» a la ortografía «de los signos de la escritura». [Ponencia]. Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española.

Real Academia Española. (1726). Diccionario de autoridades. (s. e.).

Ficha

Publicado: 30 de noviembre de 2021

Última modificación: 03 de febrero de 2023

Audiencia

Docentes

Área / disciplina

Lengua y Literatura

Nivel

Secundario

Ciclo Básico

Ciclo Orientado

Categoría

Artículos

Modalidad

Todas

Formato

Texto

Etiquetas

ortografía

Real Academia Española

idioma español

letras

academia

Autor/es

Verónica Ruscio

Licencia

Creative Commons: Atribución – No Comercial – Compartir Igual (by-nc-sa)


;