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El proceso de plataformización de la Web: ¿cómo llegamos hasta aquí?

Un recorrido explicativo acerca de cómo las plataformas digitales tomaron preponderancia en la web y sus usos.


En un artículo anterior nos dedicamos a definir y problematizar algunos de los rasgos principales de las plataformas digitales: el funcionamiento de su infraestructura, su modelo de negocios y los modos de conocer que nos proponen. Continuando con esta línea de reflexión, aquí nos dedicamos a explorar el proceso a partir del cual las plataformas digitales han ido “conquistando” progresivamente la web, hasta convertirse en las protagonistas de una parte importante de las actividades que desarrollamos frente a las pantallas.

Muchos/as de nosotros/as todavía recordamos cómo era navegar por Internet antes del avance de la denominada Muchos/as de nosotros/as todavía recordamos cómo era navegar por Internet antes del avance de la denominada Web 2.0 o Web participativa. Se utilizaban diferentes motores de búsqueda, además de Google, y el llamado ciberespacio se componía de diversos sitios la mayoría de ellos, corporativos y de servicios donde se publicaban contenidos estáticos, que eran actualizados ocasionalmente y habilitaban formas restringidas de interactividad. 

A través del archivo de Internet Wayback machine, podemos visitar varios de esos sitios web del pasado y cotejarlos con los entornos en los que nos desenvolvemos actualmente. 

La imagen muestra el logo del archivo de Internet llamado Wayback machine.

Wikimedia Commons

Por ejemplo, hace más de 20 años -el 9 de noviembre del año 2000, para ser más precisos- el Portal Educ.ar se veía así:

La imagen muestra cómo era el diseño y disposición de elementos de la home del portal educar del año 2000.

Educ.ar

¿Cómo se dio el proceso que nos condujo hasta la actual arquitectura de la Web, con su ecosistema de plataformas? Si bien ese pasaje ha sido bien complejo y tiene infinidad de aristas, hay algunas dimensiones que pueden ayudarnos a comprenderlo un poco mejor. 

 

La plataformización de la Web

La plataformización de la Web ha sido un proceso gradual y multidimensional organizado en torno al avance de la infraestructura de las plataformas como modelo de la Web social. Dentro de ese movimiento de avance, las denominadas APIs (interfaces de programación de aplicaciones) han cumplido un rol protagónico, que si bien es de orden técnico, no por ello deja de ser cultural. 

Las APIs son interfaces que no solo permiten desarrollar software, sino también integrar aplicaciones, de modo tal que estas puedan interactuar entre sí e intercambiar datos. Su éxito responde, en parte, a que estas han simplificado el trabajo de los desarrolladores de software: al proveerles funciones predefinidas para hacer circular los datos entre programas, les han ahorrado el trabajo de “escribir” código desde cero. En otras palabras, por la reducción de tiempo y costos de programación que involucran, las API han actuado ampliando la capacidad de desarrollo de software y, en particular, la comunicación entre aplicaciones. 

Veamos un caso ilustrativo del alcance de esta dimensión técnica de la plataformización. Las APIs han permitido, por ejemplo, que se expanda el uso de los llamados plugins sociales o widgets de Facebook a sitios web externos a la plataforma social. Estos botones -entre ellos, el muy popular “me gusta”- han habilitado que los usuarios compartan dentro de Facebook la experiencia desarrollada en sitios externos a él. 

La imagen muestra el botón me gusta de Facebook.

Imagen de pixabay.com

Como plantea la especialista en plataformas digitales Anne Helmond, se trata de un doble movimiento de la arquitectura digital que permite descentralizar las funcionalidades y los rasgos de la plataforma, expandiéndolos a otros espacios de la Web, y al mismo, recentralizar los datos recolectados y dirigirlos hacia la plataforma. Este proceso les ha permitido a las grandes compañías tecnológicas ir modelando progresivamente la arquitectura de otros espacios de la Web, de modo tal que encajen en su lógica y amplíen su poder de recolección y comoditización de datos -el corazón del modelo de negocios de las plataformas-.

Ahora bien, esta dimensión informática no agota en absoluto la explicación del fenómeno de expansión de la estructura de plataformas en la Web. La teoría de los efectos o externalidades de la red, formulada desde el campo de la economía, agrega otra capa de sentido para entender este proceso. Según esta corriente, el valor de una plataforma está directamente atado a su número de usuarios. Mientras mayor sea la cantidad de usuarios que tenga una plataforma social, más probable será que esos usuarios puedan comunicarse e interactuar con otros/as dentro de la plataforma. Esto también supone mayor rentabilidad o atractivo para actores privados y públicos: por un lado, les permite acceder a una audiencia ampliada; por otro, a mayor volumen de participación de los usuarios/as, mayor cantidad de datos pasibles de ser recolectados, lo que redunda en una mejora en la confiabilidad de las sugerencias de los algoritmos. Todo esto permite explicar también el avance de una tendencia monopolizadora de ciertas plataformas: el caso de Facebook, que en el año 2012 adquirió Instagram y luego, en 2014, Whatsapp, resulta tan ilustrativo como el de Google, que se ha consolidado en América Latina como el motor de búsqueda privilegiado de los usuarios, sin que prácticamente otros le ofrezcan competencia.

La imagen muestra una página de Internet con el logo del buscador Google.

Simon en Pixabay

 

Plataformas digitales, sociabilidad y atención

Otros especialistas como la Dra. Luci Pangrazio se han ocupado de estudiar las apropiaciones que, como parte de su sociabilidad, los jóvenes hacen de las plataformas; sobre todo, en relación con las posibilidades y los condicionamientos infraestructurales que estas les ofrecen para hacerlo. Esto nos permite observar en un plano a la vez técnico y sociocultural algunas de las razones que explican la expansión y consolidación de la estructura de las plataformas. 

En particular, plataformas sociales como Facebook, Tik Tok e Instagram brindan posibilidades para la expresión y proyección de la identidad, la comunicación, el aprendizaje y la participación. Muchos jóvenes suelen utilizarlas para mantenerse informados sobre lo que sucede en la vida de sus amigos y familiares y, por tanto, adaptan sus publicaciones a las expectativas de su audiencia. También utilizan videos, fotografías e imágenes para mejorar sus métricas, y que sus publicaciones atraigan la atención de otros usuarios, generando más comentarios e interacciones. Los “me gusta” y la acción de “seguir” y agregar “amigos” son utilizados como herramientas para negociar identidades y relaciones, mantener la cohesión de los grupos y generar una relación de cierta intimidad entre pares. 

La imagen muestra íconos de figuras humanas sobre anillos que los conectan.

Geralt en Pixabay

Ahora bien, también se ha observado que las posibilidades de comunicación directa y sostenida con los “amigos” favorece una sensación de conexión constante y de disponibilidad permanente, animada por la arquitectura de las plataformas. Esa forma de conexión también ha sido motorizada por la popularización del uso de smartphones o teléfonos inteligentes, que han posibilitado el acceso ubicuo a las plataformas y la integración de estas últimas a las prácticas habituales de las personas. Las actualizaciones de estado de nuestros contactos, las notificaciones, los sonidos, las vibraciones y los botones sociales, entre otros, han profundizado la red de significantes que, siempre al alcance de la mano y muchas veces configurados “por default”, nos convocan a tener presentes a las plataformas en todo momento. Incluso hay quienes advierten que esto forma parte de un cambio global en la economía: a partir del auge de la estructura de plataformas, la popularización de los teléfonos inteligentes y la sobreabundancia de información y estímulos, la atención humana ha pasado a constituirse en un bien escaso, y es la gran divisa con que los usuarios pagan por los servicios que se ofrecen como “gratuitos” en línea. 

Lo cierto es que todo esto también ha tenido un fuerte impacto en la sociabilidad y en las prácticas cotidianas de jóvenes y adultos. Existen estudios que muestran, por ejemplo, que a muchos de los usuarios más jóvenes de las plataformas sociales les cuesta desconectarse de ellas sin sentirse excluidos de la vida social con sus pares, ya sea porque de este modo se desvinculan de lo que pasa en las vidas de sus amigos/as, pierden invitaciones a eventos o bien, directamente, cortan una canal de comunicación fluido e íntimo que hace a su pertenencia a un grupo y a su identidad. 

Algo similar sucede con las imágenes que hemos guardado a lo largo de años en las plataformas sociales. En muchos casos, estas tienen una carga afectiva de peso, nos vinculan a otros/as que incluso pueden estar “etiquetados” en las fotos y hacen al archivo de recuerdos afectivos que, de tomar la decisión de dar de baja nuestras cuentas, perderíamos. La sensación de “no poder salirnos” de las plataformas digitales sin perder o relegar algo a cambio no solo no es casual, sino que forma parte del modo en que las plataformas organizan nuestras relaciones y producción de contenidos, y hacen a su consolidación como entornos sociales.

 

Entre el extractivismo de datos y las tácticas de los usuarios 

Como advertencia ante el avance de la estructura de las plataformas, hay quienes han conceptualizado el proceso de apropiación de datos que las cimenta en términos de una nueva forma de extractivismo. Desde la perspectiva decolonial, esa extracción de datos entendidos como nueva “materia prima” de la economía continúa los procesos históricos de expoliación a los que se ha visto sometida nuestra región, localizada en la periferia de los centros de desarrollo tecnológico y los países que los amparan con sus marcos regulatorios. 

 

La imagen muestra una máquina extrayendo petróleo de un pozo.

Studderic en Pixabay

A su vez, en sintonía con los planteos de Nick Srnicek en su libro Capitalismo de plataformas, hay quienes señalan que, luego de la crisis financiera del año 2008 y la reciente caída de la rentabilidad de la industria manufacturera, la estructura económica y arquitectónica de las plataformas ha configurado una nueva forma del capitalismo: el denominado capitalismo de plataformas. En este nuevo escenario económico, los datos generados por los usuarios en Internet constituyen la plusvalía de las grandes compañías tecnológicas, cuya nueva estructura actúa deslocalizando el trabajo de los sujetos y perfeccionando la explotación laboral y la maximización de ganancias.

Estas perspectivas críticas pueden resultarnos útiles porque permiten llamar la atención sobre algunas dimensiones que suelen ser olvidadas u ocultadas, como son las implicancias laborales y económicas de la infraestructura digital o las relaciones desiguales que esta instituye. Sin embargo, esto no debería hacernos perder de foco dos cuestiones que complejizan el análisis: primero, como advierte el especialista Tarleton Gillespie, las plataformas no solo responden a sus propios imperativos, sino que tienen que servir a diferentes audiencias -los usuarios/as, los accionistas y los anunciantes, entre otros- negociar sus expectativas y gestionar las contradicciones entre ellos, con el fin de servir a los intereses financieros de la compañía. 

Segundo y último, hay procesos activos, “tácticas”, siguiendo al historiador Michel de Certeau, que los usuarios utilizamos para apropiarnos de las plataformas y darles sentido de acuerdo a nuestras identidades, intereses y búsquedas. Esas tácticas también nos hablan de las distintas formas de negociación que entablamos con las plataformas y que, como hemos visto en artículos anteriores, hacen a las maneras en que nos comunicamos, sociabilizamos, entablamos relaciones afectivas, nos informamos y consumimos entretenimiento en la actualidad. El proceso de plataformización de la Web que hemos repasado nos abre una puerta más para entender de modo multidimensional estos modos de hacer y conocer en medios digitales; modos de hacer y conocer que, a pesar de que a veces nos traten de convencer de lo contrario, difícilmente puedan ser reducidos al uso de unas plataformas neutras y gratuitas que simplemente nos acercarían a otras personas para que estemos más conectados.  

Ficha

Publicado: 17 de agosto de 2021

Última modificación: 17 de agosto de 2021

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Área / disciplina

Educación Tecnológica y Digital

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Secundario

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Ciclo Orientado

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Artículos

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tecnología

medios de comunicación

Autor/es

Alejo González López Ledesma

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