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El género y la desigualdad económica

Candelaria Botto es economista, docente y activista feminista. En este artículo describe la desigualdad económica que existe entre mujeres y varones, explica sus causas y propone algunos caminos para lograr una real igualdad de oportunidades para todas las personas.


La desigualdad de género se puede ver en las cuentas nacionales de la Argentina y de muchos países del mundo en indicadores como la brecha salarial, la feminización de la pobreza y tantos otros fenómenos que evidencian que vivimos en una sociedad estructuralmente desigual, donde las mujeres enfrentan mayores obstáculos en el mercado laboral y esto las deja en una posición de mayor vulneración económica. Por esto decimos que la desigualdad no solo existe, sino que también se puede medir y esto es necesario para poder correr las discusiones del plano subjetivo de las opiniones y las experiencias personales para pasar a debates colectivos que, reconociendo estas diferencias, piensen cómo generar una sociedad con mayor igualdad entre sus habitantes. Este es uno de los lemas de cabecera de Economía Feminita, donde el área EcoFemiData publica trimestralmente, que surgen de la presentación de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec, 2020), segmentados por género.

Sin embargo, es necesario que aclaremos, antes de comenzar, que el análisis reducido únicamente a varones y mujeres se debe a una limitación estadística. En nuestro país, el Indec releva la información de forma binaria, por lo que no tenemos datos oficiales sobre las desigualdades específicas que sufren las personas según su identidad de género u orientación sexual. En este sentido, el análisis siguiente se reduce al universo mujer/varón y, si bien muestra una desigualdad evidente y estructural, no permite visibilizar aquella que vive el colectivo travesti y trans.

La desigualdad existe y se puede medir

Las mujeres constituyen aproximadamente el 70 % de las personas pobres del mundo y la Argentina no es la excepción. Los datos (Economía Feminita, 2020, 30 de abril) muestran que casi 7 de cada 10 personas del grupo poblacional con menores ingresos son mujeres y la relación se invierte para el grupo poblacional de mayores ingresos, de manera que quienes concentran la riqueza son mayoritariamente varones. La pobreza en la Argentina, y en el mundo, tiene cara de mujer y, por este motivo, hablamos de feminización de la pobreza.

Esto es central a la hora de pensar cómo las políticas públicas que busquen una sociedad con menos pobreza deberán entender que esa pobreza tiene rostro femenino y tiene que ver con la sobrecarga de tareas no pagas que llevan adelante millones de mujeres en sus hogares, cuidando a niños/as, a personas adultas mayores, a personas discapacitadas y enfermas. A su vez, a esta jornada de trabajo no remunerada debemos agregar que las mujeres enfrentan mayores obstáculos en el mercado de trabajo pago.

De esta manera, cuando analizamos las variables del mercado laboral, vemos que las mujeres tienen mayores tasas de desempleo que la media general y superan en todos los casos la tasa de desempleo masculina. Mención especial requieren las mujeres menores de 29 años, quienes alcanzan una tasa de desempleo de 28,5 %. Esto indica que más de 1 de cada 4 mujeres jóvenes busca activamente trabajo y no lo consigue, lo que más que duplica el promedio general del país.

Lo que estos números reflejan es la dificultad que enfrentan las mujeres para conseguir un trabajo pago y, por lo tanto, la dificultad que encuentran para conseguir un ingreso propio. En el mismo sentido, no debe sorprendernos la menor tasa de actividad ni la mayor proporción de trabajadoras no registradas, sin aportes ni obra social. Hoy en día, el mercado de trabajo argentino sigue estando mayormente masculinizado y ofrece pocas oportunidades formales a las trabajadoras de la Argentina. En un mundo donde la autonomía económica es necesaria para poder garantizar las condiciones de vida, se vuelve urgente erradicar estas desigualdades.

A su vez, quienes logren atravesar las adversidades y conseguir finalmente un trabajo remunerado cobrarán menos que sus compañeros varones. Si comparamos el promedio de ingresos femeninos con el promedio de ingresos masculinos, la brecha es del 22,6 %, es decir, que las mujeres ganan casi un cuarto menos por mes. Sin embargo, la desigualdad no es la misma para todas. Aquellas asalariadas que no cuentan con ningún tipo de estabilidad laboral (no registradas) perciben ingresos 33,5 % menores que los de los trabajadores que están bajo las mismas condiciones.

La desigualdad existe y se puede explicar

Una de las principales fuentes de desigualdad tiene que ver con el trabajo doméstico no remunerado y de cuidados: todas esas tareas necesarias para mantener un hogar habitable, además de cuidar a las infancias, a los adultos mayores, a personas discapacitadas o enfermas. Estas tareas les consumen, en promedio, más de 6 horas diarias a las mujeres argentinas según la última encuesta sobre el uso del tiempo del Indec (2013), lo que genera una jornada de trabajo no pago ni reconocida.

En este sentido, si bien ya hace décadas que las mujeres se incorporaron al mercado laboral pago, esta incorporación al ámbito público no las exonera de sus responsabilidades reproductivas, y así se configura una doble (y hasta triple) jornada laboral. Bajo el ideario de «mujeres multitasking», se sumó a la larga lista de quehaceres el conseguir un trabajo remunerado, sin descuidar «la casa, los chicos y la familia» y yendo a hacer las compras y los mandados antes o después del trabajo pago.

En la Argentina, las mujeres realizamos el 75 % del trabajo doméstico no pago. Si bien cuando aumenta la cantidad de horas trabajadas en el mercado laboral por parte de las mujeres disminuye la asimetría en el reparto de las tareas con los pares varones, igualmente en todos los casos, aun trabajando la misma cantidad de horas, las mujeres dedican más tiempo del día a las tareas domésticas. Incluso una mujer ocupada a tiempo completo dedica más tiempo al trabajo doméstico que un varón desempleado (Indec, 2013).

La capacidad de tercerizar o no las tareas domésticas dependerá de los ingresos que obtengan las trabajadoras en el mercado laboral pago o de los ingresos totales del hogar. Sin embargo, en términos de género no hay cambios en la ecuación. Por un lado, las mujeres que pueden costearlo tercerizan la ejecución del trabajo del hogar, pero la realización y seguimiento de este permanece bajo su responsabilidad. Esta continuidad lleva el nombre de carga mental ya que, aunque no dedica su tiempo a este trabajo, sí dedica horas a su planificación, contratación y control, y se reproduce la imposición social de que esa labor es su responsabilidad. Por otro lado, en el 99 % de los casos este trabajo recae en otra mujer, de bajos ingresos, poca calificación y muchas veces migrante. En este sentido, debemos preguntarnos: ¿en qué condiciones se reconoce el trabajo doméstico en el mercado laboral pago? La respuesta a esta pregunta nos dirá cómo socialmente valoramos este trabajo que históricamente realizamos las mujeres de manera gratuita.

La desigualdad existe y no es igual para todas

En el mercado de trabajo también se observa una feminización en los sectores ligados a las tareas que se relacionan con el trabajo doméstico y de cuidados (Economía Feminita, 2020, 5 de marzo). En este sentido, el sector de servicio doméstico, la docencia y la enfermería aparecen como los casos clásicos ya que realizan trabajos que históricamente han realizado las mujeres, en muchos casos de manera gratuita.

El peor sector, en términos de salarios y condiciones laborales, es el de servicio doméstico, casi completamente feminizado, donde tan solo una de cada cuatro trabajadoras de casas particulares está registrada, lo que triplica la media nacional. Con casi el 75 % de informalidad, estamos frente a uno de los peores sectores económicos en términos de derechos laborales básicos.

Por su parte, en la docencia el 73,4 % de la masa laboral son mujeres. El número crece en el niveles Inicial y Primario mientras que va descendiendo en los niveles Medio y Superior. A su vez, el nivel con mayor feminización, es decir, el Inicial, tiene salarios promedio menores que los niveles donde empiezan a aparecer los trabajadores varones.

La desigualdad existe y las políticas públicas son urgentes

La socialización tanto de la responsabilidad como de la ejecución del trabajo reproductivo es un requisito necesario para la emancipación de las mujeres con el objetivo de alcanzar una real igualdad de oportunidades. A su vez, es necesario garantizar este aspecto de la reproducción a toda la población, sin dejarlo a la suerte del mercado, es decir, dependiente del nivel de ingresos de sus ciudadanos y ciudadanas. Por esto se vuelve urgente un sistema integral de cuidados, en el cual se está trabajando interministerialmente desde el 2020, para poder garantizar el cuidado como un derecho, profesionalizando el trabajo de casi un quinto de las trabajadoras de nuestro país y motorizando un sector que por su aporte al PBI se configura como estratégico.

En el mismo sentido, se exige el acceso a espacios de cuidado para niños y niñas, de calidad y en los lugares de trabajo, tanto para madres como para padres, la ampliación de las licencias maternales y paternales y mayor cobertura de cuidados de personas mayores y discapacitadas. Pero también es necesario destacar la necesidad de repartir equitativamente los tiempos de trabajo reproductivo, desnaturalizando estas tareas como «de mujeres» y, en este punto, el reclamo por educación sexual integral en las escuelas para desmontar estereotipos anacrónicos es urgente.

Referencias bibliográficas

Economía Feminita. (2020, 5 de marzo). Informe: Las trabajadoras de servicio doméstico en Argentina. Economía Feminita.

Economía Feminita. (2020, 30 de abril). Informe: La desigualdad de género se puede medir. Economía Feminita.

Indec. (2013). Encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo.

* Candelaria Botto es economista, docente, divulgadora económica y activista feminista. Licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires, actualmente es coordinadora general de la asociación civil Economía Feminita y docente de Nivel Superior. A su vez, hace divulgación económica tanto en diversos medios gráficos, radiales y televisivos como en sus redes personales.

Ficha

Publicado: 05 de marzo de 2021

Última modificación: 01 de noviembre de 2022

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General

Área / disciplina

Economía

Nivel

Superior

Categoría

Artículos

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Todas

Formato

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Etiquetas

feminismo

igualdad de género

mercado de trabajo

desigualdad social

Autor/es

Candelaria Botto

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