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Las metáforas en ciencia y tecnología

Muchas metáforas referidas al mundo digital ya están naturalizadas en nuestra lengua cotidiana. ¿El lenguaje metafórico es un recurso válido para la divulgación del conocimiento científico y tecnológico? Este artículo abre algunas líneas de debate. 

«Escritorio», «mouse», «papelera», «ventana», «carpeta», «redes», «portapapeles», «maletín», «cortar y pegar», «seguir» en Twitter o «ser amigo» en Facebook son algunas de las expresiones usadas en sentido figurado que apuntan a hacer más amigable la interfaz usuario y «traducen» operaciones complejas a un lenguaje inspirado en imágenes de objetos familiares y tradicionales, ajenos al universo tecnológico. Expresiones como «nativos» o «inmigrantes» digitales tratan de explicar fenómenos de segmentación social y cultural derivados de la manera en que los individuos se vinculan con —y a través de— las nuevas tecnologías.


Todos estos términos —y muchísimos más— son metáforas, es decir, figuras retóricas cuyo mecanismo consiste en sustituir un elemento por otro con el que guarda cierta semejanza.

Como ha señalado el escritor estadounidense James Geary en una charla TED, «el pensamiento metafórico es esencial para ver cómo nos vemos a nosotros mismos y a los demás, cómo nos comunicamos, cómo aprendemos, descubrimos e inventamos».

Metáforas que facilitan

En algunas metáforas, la semejanza de los objetos comparados se inspira en su forma: tal es el caso del «mouse» o «ratón»; en otras, el parecido está dado por la función. Por ejemplo, el «escritorio» de una computadora es comparable al mueble destinado a trabajar, el espacio —real o virtual— donde depositamos aquellas cosas que necesitamos tener a mano. (La metáfora del escritorio fue introducida por primera vez por la empresa Xerox, en 1970 y alcanzó su pleno desarrollo a mediados de los años ochenta, con los diseños de las empresas Macintosh y Windows).

persona utilizando una tableta.

La mayoría de las metáforas que utilizamos en relación con las computadoras son visuales, es decir, están representadas por un ícono que permite la decodificación rápida, de un golpe de vista: la papelera, el sobre de carta tradicional para representar los mensajes de correo electrónico, la lupa para las búsquedas, la tijera para cortar, etc. También hay metáforas auditivas, como el sonido del crujido de un papel arrugado cuando mandamos un documento a la «papelera».

En muchos casos, estas metáforas son, en sentido estricto, catacresis, según la terminología con que se clasifican las figuras retóricas. Las catacresis son expresiones metafóricas que no reemplazan un nombre «literal»: por ejemplo, las «alas» del avión, la «boca» del subte o el «brazo» del sillón. A diferencia de una metáfora clásica en la que podemos reponer el término base, es decir, el que es reemplazado («su cabello de azabache» equivale a «su cabello negro»), en estos casos no hay ninguna otra manera de denominar esas cosas, como no la hay para denominar al «mouse» o «ratón».

Gracias a este recurso retórico, el usuario puede comprender fácilmente eso que necesita utilizar en su dispositivo (ya sea que se trate de un archivo, de un programa o quiera realizar una operación para modificar el texto que produce), y se ahorra, de este modo, una serie aprendizajes referidos al sistema operativo que resultarían complejos para las personas no especializadas. En muchos casos, tampoco importa la lengua que hable el usuario, ya que los íconos visuales y auditivos resultan «universales». Esta accesibilidad, paralela al desarrollo de internet, contribuyó enormemente a ampliar la base de usuarios, lo cual tuvo un profundo impacto comercial, social y comunicativo.

Otras retóricas 

Sin embargo, las metáforas y sus usos han sido, históricamente, objeto de desconfianza, en particular en el ámbito de la ciencia y la tecnología. Quienes han considerado la metáfora como un recurso de mero embellecimiento del lenguaje argumentan que el uso de similitudes y comparaciones lleva a una pérdida de exactitud, claridad y precisión, rasgos que el discurso científico se esmera en reivindicar como propios. La «mala prensa» del lenguaje metafórico está asociada al descrédito que ha rodeado a la retórica en general desde sus orígenes, concebida como el arte de la persuasión, independiente de la justicia y del valor ético de los argumentos que se postulan. Esta postura supone que, con argumentos bien presentados y bellamente dispuestos, se puede hacer creíble y atractiva una proposición falsa o cuestionable desde el punto de vista ético. Desde esa posición, el ideal del lenguaje científico es la cifra, la fórmula, considerada una barrera que resguarda el discurso tanto de la subjetividad del hablante como de los encantos de las bellas falacias. Esa visión llegó a su punto culminante con el positivismo científico del siglo XIX.

Desde otras perspectivas, podríamos decir que el discurso científico construye otras retóricas y privilegia otras estrategias propias de las instituciones académicas y de investigación. Estas otras retóricas consagran qué discursos son aceptables y cuáles no, según criterios que varían profundamente a partir de las tendencias en pugna que fijan el marco epistemológico dominante en cada contexto histórico.

La lingüista argentina Guiomar Ciapuscio, que ha dedicado muchos trabajos al estudio del discurso de divulgación científica, ha señalado:

«La concepción clásica dominante sobre el discurso científico desde el siglo XVII hasta avanzado el siglo XX, en el sentido de que el instrumento lingüístico constituiría un obstáculo, fue cuestionada y superada desde hace al menos tres décadas. Actualmente se acepta que la ciencia es una actividad social, inserta en la comunidad en que se desarrolla y por ende sometida a sus condicionamientos e influencias. (…) Harald Weinrich, un destacado humanista contemporáneo, ha sostenido que la prohibición o tabú que reza «el científico no emplea metáforas» no es más que un mito. En realidad, dice, la conclusión razonable de una revisión solo superficial de las obras capitales de la ciencia moderna es que la ciencia se hace con metáforas». (En «De metáforas durmientes, endurecidas y nómades: un enfoque lingüístico de las metáforas en la comunicación de la ciencia», en ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura, Vol. 187-747, enero-febrero [2011], pp. 89-98).
Entre los múltiples ejemplos que ofrece esta autora, encontramos desde el «código genético», que enfoca la estructura de la vida como un texto por descifrar, hasta los cambios en las imágenes de las que se ha servido la biología para describir el encuentro de un óvulo y un espermatozoide, y que nos permite ver cómo las diversas metáforas empleadas para describir ese proceso se vinculan con las modificaciones en la perspectiva de los científicos.

Ciapuscio considera que las metáforas cumplen dos funciones básicas en el discurso científico, según el tipo de público a quien esté dirigido:

«Para un investigador, el pensamiento metafórico puede significar un avance en la resolución de un problema e incluso una nueva teoría; para el público no especialista, es un recurso que permite conceptualizar fenómenos abstractos o excesivamente técnicos mediante asociaciones con objetos o aspectos del mundo cotidiano».
La llamada «sociedad del conocimiento» —emparentada con la metáfora de la «aldea global»— se caracteriza por el valor estratégico que cobra la producción y circulación de información y conocimiento. Encuentra un desafío central en generar recursos de divulgación que faciliten el acceso al saber por parte de nuevos públicos. Solo así se podrán limitar los efectos de exclusión social que produce la «brecha tecnológica» (otra metáfora). Y parece evidente, que las metáforas constituyen un mecanismo invalorable para la construcción de esas necesarias nuevas formas de acceso al saber y producción de conocimiento.


Para saber más

Conferencia del semiólogo italiano Paolo Fabbri en la que se refiere a la relación entre lenguaje, metáfora y ciencia, en la Universidad Nacional de Rosario, el 5 de agosto de 2013.

Sobre la concepción de la ciencia que plantea el filósofo argentino Mario Bunge, el artículo «Una visión de la ciencia y su relación con la ética en Mario Bunge», de Adianez Fernández Bermúdez. 

Ficha

Publicado: 25 de septiembre de 2013

Última modificación: 26 de septiembre de 2013

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Secundario

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Artículos

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operaciones retóricas

lenguaje simbólico

discurso científico

objetividad

divulgación científica

Autor/es

María Elena Ques

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