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Jorge A. Rubinetti: "No sabemos adónde vamos, pero el ajedrez va a perdurar por los siglos de los siglos"

"En el ajedrez una cosa es jugar y otra competir, la competencia no es tan buena. A mí me gusta la idea de hacer torneos donde jueguen todos los chicos sin resultados. Nadie le ganó a nadie, yo juego con vos, no contra vos. El éxito no está en que el niño gane sino en que la pase bien, entrene su mente y que le sirva para otras actividades...Los chicos pueden ganar o perder, pero adquiere un significado distinto si el profesor lo acentúa. No descalificar al que pierde, sino ver cómo jugó, más que si ganó o perdió: otra forma de evaluar."

29062005El ajedrecista Jorge Rubinetti obtuvo en 1991 la norma de Gran Maestro Internacional, otorgada por la Federación Internacional de Ajedrez. Representó a la Argentina en numerosas Olimpíadas, desde 1968, y ganó alrededor de 50 torneos, nacionales e internacionales. Desde 1993 dirige la Sala de Ajedrez del Jockey Club de Buenos Aires.

En esta entrevista habla de la importancia de reconocer el ajedrez como un juego, sobre todo cuando se trata de la enseñanza de ajedrez para chicos, y recuerda la época de oro del ajedrez en la Argentina y su falta de prestigio actual. Habla también de un presente donde todo va más rápido: chicos que ya saben jugar a los tres años, computadoras que le ganan a más del 99 % de los ajedrecistas y torneos exclusivamente entre computadoras. Las palabras de Jorge Rubinetti rescatan el entusiasmo que despierta este juego milenario y permiten imaginar nuevos futuros para el desarrollo del ajedrez nacional.


Por Verónica Castro y Carlos Cavallo

—A. Saidy, en el prefacio de su libro La batalla de las ideas en ajedrez, dice: “Era un maestro de ajedrez cuando me di cuenta de mi ignorancia básica. No sabía el significado del ajedrez ni comprendía su herencia”. ¿Qué ha significado el ajedrez para Ud.?

—Fundamentalmente un juego. Yo sabía que podía rendir más, pero sacrificando cosas, amigos, diversiones, y siempre dije no, tiene que ser un juego, nada más que eso. Incluso en este país creo que nunca pudo ni podrá ser una profesión, y eso también me acotaba un poco la ambición. A pesar de mi fascinación por el ajedrez nunca pensé en dejar todo y dedicarme sólo a ello, más porque vengo de una época en que las grandes figuras del ajedrez de la Unión Soviética tenían su título universitario, además del de Gran Maestro de Ajedrez, por ejemplo Mijail Botvinnik (1911-1995), que era ingeniero.

La fascinación del ajedrez viene del lado de su dificultad, de la complejidad del juego. Uno se da cuenta de que nunca va a terminar de aprenderlo, es un juego infinito y también un juego con mucha historia detrás: las fábulas de la Antigüedad, las figuras de las piezas. El ajedrez es un juego antiquísimo, hay varias teorías acerca de su origen: una que es originario de la India, aunque entonces no era exactamente como es ahora. El ajedrez tal como se juega hoy data de la Edad Media, con algunas modificaciones menores como el caso de la captura al paso, el movimiento de la dama.

—En nuestro país, ¿cómo surge el ajedrez?

—A principios del siglo XX empieza a desarrollarse el ajedrez en la Argentina. En el año 1905 se funda el Club Argentino de Ajedrez, que este año cumplió 100 años. Allí contrataron a los mejores maestros, como Emanuel Lasker (1868-1941), entonces campeón mundial, y también a Raúl Capablanca (1888-1942) y Alexander Alekhine (1892-1946). En el año 1927 se juega en Buenos Aires un campeonato mundial muy importante –el match por el título entre Capablanca y Alekhine–, y en 1939 se organiza el torneo de las Naciones (las actuales Olimpíadas de ajedrez), que fue un éxito. En ese año, cuando se está jugando el torneo en Buenos Aires, estalla la Segunda Guerra Mundial y la mayoría de los grandes jugadores extranjeros se quedan en el país, como Miguel Najdorf (1910-1997), a quien los nazis le mataron a toda su familia en Varsovia porque era de origen polaco-judío. Eso le dio una vitalidad importante al ajedrez en la Argentina. Tal es así que en los años 50, 52 y 54 la Argentina fue subcampeón mundial (Olimpíadas jugadas en Dubrovnik, Helsinki y Amsterdam). Para el ajedrez, entre los años 20 y los 60 fue una época de oro, y se mantuvo hasta los años 70, la década de la aparición de R. Fischer; luego empieza a declinar.

Pero, paradójicamente, hoy día casi todos saben jugar al ajedrez, se tornó masivo y proliferan los torneos juveniles. Hay muchas más categorías que en mi época, cuando había mayores de 20 años y menores de 20; ahora hay sub-10, sub-8, femenino, masculino, etc. Y así sigue el mundo y no sabemos adónde vamos, pero el ajedrez va a perdurar por los siglos de los siglos.

—Y hoy ¿cómo es el panorama del ajedrez a nivel mundial?

—Hoy el juego se volvió cada vez más exigente y las nuevas generaciones de ajedrecistas son exclusivamente jugadores de ajedrez. El mundo del ajedrez es muy competitivo, en el alto nivel se manejan cifras muy altas, que antes no había. Kasparov se retira de la competición y cobra cien millones de dólares aproximadamente, mientras que Fischer en su época tuvo que pelear para conseguir un match por cien mil dólares. Hoy en Europa se puede vivir del ajedrez, pero en Latinoamérica no. Muchos grandes jugadores argentinos se dedican a la enseñanza, aunque no a nivel escolar, sino de grandes talentos.

Cada vez son más jóvenes los mejores jugadores. Apareció internet y las computadoras y hay cada vez más información y más posibilidades de acceso para los chicos. En mi época se jugaba una partida en Europa y me llegaba seis meses después. Tampoco había tantos libros, ahora hay muchísima información.

Fundamentalmente la ventaja que trajo internet es que uno puede jugar desde su casa con jugadores de cualquier parte del mundo. Recientemente hubo un torneo con los mejores del mundo (Linares) y se lo pudo ver en forma directa, desde la casa, sin pagar un centavo. En otra época esto era soñar.

Yo cuando tenía 12 años y estaba aprendiendo a jugar veía la misma partida varias veces, iba a los clubes y me llamaba la atención que chicos de mi edad estuvieran también jugando al ajedrez. ¡Ahora a los tres años ya juegan! En esto tienen mucho que ver la aparición de los juegos de ajedrez en computadora, de internet y del mundo en general, en donde todo va más rápido.

Por otra parte a nivel nacional –como decía antes– mientras que el equipo que representó a la Argentina en la década del 50 fue subcampeón mundial tres años, en las últimas olimpíadas salió en el puesto sexagésimo o más lejos. Lo que sucede es que se dejaron de hacer competencias de alto nivel en nuestro país. Hoy día si a alguien le interesa tratar de vivir del ajedrez tiene que irse a vivir a Europa, como lo hizo Rubén Felgar, que está entre los número uno del país. Hay muchos jugadores argentinos que viven afuera, demasiados talentos que acá no tenían actividad. En la década del 60 nadie pensaba en jugar en Europa, porque dentro de la Argentina había un circuito que presentaba muchas posibilidades. Hoy aparecen chicos talentosos que serán geniecitos del ajedrez, pero para cuando llegue ese momento la Argentina no les ofrecerá nada. Los padres de un niño muy bueno en ajedrez piensan en el futuro de su hijo y dicen: ¿hay una escuela secundaria de ajedrez, una universidad o torneos importantes para él en nuestro país?

—¿Existen universidades o colegios de ajedrez en otros países? ¿Piensa que esa sería una solución para volver a elevar el nivel de ajedrez en nuestro país?

—En Chile hubo una escuela de talentos, para jugadores que realmente prometían y que tenían posibilidades de dedicarse a eso y vivir del ajedrez. También la Unión Soviética incluía el ajedrez en las escuelas, la Escuela de Pioneros, que estaba muy bien manejada por grandes maestros de ajedrez. La Unión Soviética también utilizaba el ajedrez como un potencial de predominio político a nivel internacional, y aún hoy la fuerza del ajedrez en Rusia sigue siendo muy fuerte. En Argentina ya hace más de 10 años que se está incluyendo el ajedrez en las escuelas, probablemente siguiendo este modelo, pero tendría que haber torneos de alto nivel internacional en nuestro país.

El ajedrez, ya sea en su variante escolar o en su variante de club o se juegue en una casa de la cultura o en una plaza, se caracteriza por su potencial educativo para la formación de un niño...

—El ajedrez sin duda es útil para todos los procesos mentales de chicos y grandes; yo en mi vida analicé muchas situaciones como una partida de ajedrez. Pero sólo aprendiendo ajedrez no se puede vivir, un chico necesita de todo tipo de conocimientos, no debe aislarse, tiene que estar con otros chicos.

—Hoy, cuando el ajedrez se tornó masivo y además no sólo circula por el sistema educativo no formal –como lo ha hecho históricamente–, sino que ha entrado de diferentes formas al sistema educativo, ¿sigue vigente esa imagen del geniecito que juega al ajedrez y queda aislado?

—Lo que sucede en el mundo del ajedrez es que como hay chicos pequeños que juegan bien, juegan torneos con grandes, con gente de cuarenta, cincuenta años, de noche, queman algunas etapas.

El ajedrez aunque no lo parezca tiene mucha exigencia física: son partidas de seis, siete horas por día, más la preparación previa. La gente piensa que están todo el tiempo sentados, pero el desgaste del cerebro es el peor desgaste.

De todas formas, fundamentalmente soy un jugador, vengo jugando desde hace más de 40 años, no soy especialista en cuanto a la enseñanza, como Jorge Laplaza, que trabajó mucho sobre esto. Pero ocasionalmente he enseñado, siempre me gustó hacerlo para jugadores de alto nivel de competencia, como fue el caso del campeón juvenil argentino Tobillas, que hoy día es maestro internacional. Fui contratado también por el maestro internacional Miguel Quinteros y por el gran maestro Oscar Panno, y también fui entrenador de un equipo olímpico. Yo usaba todo eso para aprender, era un intercambio, enseñaba y aprendía, era un ida y vuelta.

Hace poco tiempo también dirigí a un equipo de profesores que enseñaban a un grupo de chicos de entre siete y doce años, en el club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque. Para mí lo más importante es que los chicos se entretengan; yo no les daba clases, no les daba deberes, hacían lo que querían, y esa creo que es la forma de encarar el ajedrez con los chicos. Y sobre todo motivarlos, que es un componente esencial en el aprendizaje. También es importante que conozcan el juego, su origen, quiénes fueron los maestros del pasado, los campeones del mundo, así como todo el conocimiento en general, porque para ser un buen ajedrecista cuanto más cosas se sepan mejor.

—Hay un imaginario de que el ajedrecista es una persona culta...

—En general sí, el ajedrecista seguro que ha leído mucho. Hay algunos que leyeron básicamente sólo de ajedrez, porque no se puede ser un gran jugador sin haber leído y estudiado mucho. Con talento solamente es imposible; en general los maestros del pasado manejaban varios idiomas, eran muy cultos. Un ajedrecista tiene la mente más ejercitada porque el ajedrez es un juego de lógica intelectual, que facilita la adquisición de todo tipo de habilidades mentales.

—¿Cómo fue enseñar ajedrez a los chicos, con qué tipo de problemas se enfrentó como profesor?

—Como profesor vi experiencias desagradables de padres que quisieron sacar campeones a sus hijos, los mandaban a cursos, a profesores con muchas exigencias, etc. Y en algunos casos estos chicos no terminaron bien desde el punto de vista psicológico. Por otro lado, el ajedrez da un entrenamiento mental muy productivo, hay chicos que juegan muy bien porque les gusta mucho y luego son los que se destacan en materias de cálculo. Yo creo que hay que tener mucho cuidado, todo es bueno en pequeñas dosis. Se manejan muchas definiciones de ajedrez: ciencia, arte, juego, pero el ajedrez es un juego. Cuando le preguntaron al GM Bent Larsen qué opinaba sobre los chicos y el ajedrez, él dijo: “hay que dárselo a conocer, pero quizás les guste el waterpolo”. Para mí, mientras jueguen al ajedrez y se diviertan está bien; el problema es cuando dejan de hacer su vida de niños, de jugar, de estar con otros chicos.

—Cuando se aprende algo también se aprenden otras cosas que no están explícitas pero que están presentes: en la escuela se lo llama el currículum oculto. El ajedrez también tiene su currículum oculto de la mano de los aspectos competitivos del juego. Muchas veces se alientan conductas de los chicos orientadas básicamente al éxito. ¿Se puede pensar el ajedrez separado de sus elementos competitivos o la competencia es inherente al juego?

—Claro, en el ajedrez una cosa es jugar y otra competir, la competencia no es tan buena. A mí me gusta la idea de hacer torneos donde jueguen todos los chicos sin resultados. Nadie le ganó a nadie, yo juego con vos, no contra vos.

El éxito no está en que el niño gane sino en que la pase bien, entrene su mente y que le sirva para otras actividades, para tomar decisiones en otros aspectos. Los chicos pueden ganar o perder, pero adquiere un significado distinto si el profesor lo acentúa o no. Lo importante es no descalificar al que pierde, sino ver cómo jugó, más que si ganó o perdió. Esa sería otra forma de evaluar. Se puede competir pero de una manera más suave, no tan sanguinaria, donde lo importante no sea sólo ganar, porque algunos chicos prefieren jugar muy mal y ganar a jugar una buena partida y perder, y eso es grave.

Curiosamente a mí me sucedía algo distinto, pero que se relaciona también con la problemática del éxito: yo tenía miedo a ganar, no miedo a perder, porque antes se usaba que cuando ganabas tenías que hacer un discurso. En psicología se llama miedo al éxito; luego se me fue pasando. En el ajedrez tanto fuera como dentro de la partida intervienen muchos aspectos psicológicos.

—Cuando Ud. era niño, ¿cómo aprendía ajedrez?

—Fui muy autodidacta, leía el libro que tenía cerca y a veces lo empezaba de atrás hacia delante, y jugaba muchísimo. En aquella época iba al círculo de ajedrez de Villa del Parque, y lo que me gustaba era que había mucha vida en esos clubes, yo iba no sólo a jugar sino a hacer vida social. Me hice muchos amigos allí. Ahora los jugadores van a los torneos que organizan los clubes, se sientan, juegan y se van.

—¿Se puede decir que ahora esta vida social alrededor del ajedrez se encuentra en las comunidades que se forman a partir de los sitios en internet?

—Sí, en internet hay mucha gente que juega, porque uno se sienta frente a la computadora a la hora que quiere y siempre va a haber alguien, hay un ranking que sube y baja y uno puede jugar un minuto, quince minutos, o los que quiera. La vida en los clubes cambió mucho por la comodidad que te da internet y las facilidades de jugar con jugadores de cualquier parte del mundo. Hay muchas páginas de internet que abordan distintos aspectos del ajedrez y distintos niveles.

Yo voy a un sitio que se llama ChessClub, ahí están todos los maestros del mundo y jugamos. También visito mucho NotiChess, donde hay noticias, etc. También existen páginas para aprender y jugar on line como Chessbase, donde también dan información y podés bajar las últimas partidas.
Por otra parte, la crisis económica de nuestro país hace que ya no haya más grandes torneos, como el de Mar del Pata, porque son muy costosos. Yo viajé mucho por el interior para distintos torneos y cada torneo que iba era un acontecimiento; venía el intendente y muchísima gente. También viajé mucho a Europa, había un gran reconocimiento social del ajedrez, los diarios le daban una página entera a un torneo, ahora a duras penas alguna línea. Perdió prestigio. Pero como todo son épocas, probablemente esté faltando alguna estrella; el día que surja un campeón mundial –como pasó en el tenis– despertará mucho más interés.

—Hablando de estrellas, la derrota histórica de Kasparov por Deep Blue, la computadora de IBM, fue un hito en términos de la relación del hombre y las máquinas, que nos lleva a la problemática de la computadora como máquina de pensar y de ayudarnos a pensar. ¿Qué opina de esta conflictiva relación hombre- máquina?

—Las computadoras ya le ganan a más del 99 % de los ajedrecistas, tienen una velocidad de cálculo muy grande, ya no hay competencia en el ajedrez entre el hombre y la máquina. En una época era interesante ver partidas como la que menciona de Garry Kasparov vs. Deep Blue, pero ahora los torneos son entre computadoras exclusivamente, el ser humano ya no puede ganarles. Incluso ya hay computadoras que están empezando a aprender de sus propios errores, ya no les hace falta analizar todas las posibilidades que existen para hacer una jugada, sino que piensan y se dan cuenta de que el juego está de determinado flanco, analizan exclusivamente una zona.

Cada vez saldrán mejores programas que no jugarán más con los seres humanos, porque no podremos con ellas: nos ganaron.

—Paradójicamente es el ser humano el que las programa en base a algoritmos que son finitos...

—Claro, pero la velocidad de cálculo que presentan, la información y el conocimiento que se les carga es insuperable para el ser humano. Además no se cansan, no les duele la cabeza, etc.

Sólo Kasparov en su momento pudo pelearle, pero ahora casi ya no existen esos matches, el último creería que fue el de Kramnik. Ahora hay muchos torneos, pero entre ordenadores manejados por un operador. Las empresas van sacando y vendiendo cada vez más programas (Fritz, Frenchess, Rebel). Es interesante, aunque ya los grandes jugadores no se entusiasman tanto jugando con las máquinas; antes sí, porque el desafío era ver cuándo las computadoras iban a ganar al hombre. Ahora ya se sabe, nos ganan.


Fecha: Junio de 2005

Ficha

Publicado: 29 de junio de 2006

Última modificación: 14 de enero de 2013

Audiencia

Área / disciplina

Nivel

Secundario

Categoría

Entrevistas, ponencia y exposición

Modalidad

Todas

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Texto

Etiquetas

ajedrez

historia

Autor/es

Verónica Castro

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