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Jaime García: Nuevas formas de enseñar y divulgar la astronomía

Se dedica a la astronomía desde muy joven, primero como aficionado y luego como profesional. Es el director científico del Instituto Copérnico e integra –como miembro desde hace 34 años, y como directivo, desde hace 6– la Asociación Americana de Observadores de Estrellas Variables -American Association of Variable Star Observers-.

Particularmente interesado en el tema de la divulgación y la enseñanza de la ciencia, obtuvo una beca de la Unión Astronómica Internacional (UAI) para actuar como astrónomo y profesor visitante en la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, Perú, y contribuir a la elección del sitio para instalar el observatorio de esa Universidad en Maranganí, Sicuane, Cuzco. Además fue profesor visitante en diferentes universidades de América Latina y los EE.UU.; y, durante algunos años, en la Universidade Federal de Minas Gerais, Brasil.

Actualmente vive en el sur de Mendoza, en Rama Caída –una pequeña localidad ubicada a 15 km de San Rafael–, donde existe uno de los cielos más transparentes del mundo. Allí opera, junto con otros tres astrónomos y un grupo de técnicos, un observatorio que se dedica a la investigación, la capacitación docente y la divulgación científica. Cada año llegan a Valle Grande, la zona turística de San Rafael, unos 70 grupos de estudiantes en viaje de estudio, y numerosos turistas, a los que se les da una charla, con proyecciones y observaciones con telescopio.

13092006En esta entrevista cuenta en qué consisten estas iniciativas educativas y los temas de investigación del Instituto, que ya tiene 33 años de actividad.

—¿Con qué objetivo surge el programa de iniciación científica que llevan a cabo en el Instituto, y en qué consiste?

—Nuestro programa de iniciación científica consiste en tratar de tomar gente joven o gente interesada, que quiera descubrir cómo es el mundo de la investigación. Porque uno tiene la idea de la astronomía como esa cosa diletante, medio romántica, de mirar el cielo, pero no es tan así; la investigación es una cosa muy seria, a veces cansadora y muy rutinaria. Hay que mostrar este aspecto y también qué cosas le pasan a un astrónomo frente a un dato, qué cosas tiene que ver, cómo tiene que comportarse.

Como los periodistas, que cuando ven una noticia no la ven con los mismos ojos que el lego, que el público, y también son investigadores como nosotros. En portugués existe una diferencia: los periodistas harían investigação y nosotros pesquisa. Pero en el castellano no existe esa diferencia; para nosotros es la misma palabra, y creo que esto tiene que ver con nuestra práctica. Los astrónomos buscamos lo mismo que los periodistas: pruebas de cosas. Por ejemplo, intentamos probar, a través de observaciones, un modelo que tenemos sobre la estructura de una estrella.

En el programa trabajamos temas de astronomía y astrofísica, contenidos que tienen que ver con lo observacional, lo teórico, y lo epistemológico, la filosofía de la ciencia. En el 2004 habíamos comenzado a dar charlas a través de internet, pero no teníamos el suficiente ancho de banda para hacerlo, entonces lo suspendimos. Ahora, en cambio, todas las actividades están escritas, y además se pueden escuchar charlas y hacer consultas por e-mail o por chat. Durante dos años y medio, lo que hacemos es enseñarles a trabajar en ciencia.

—¿Desarrollan algún proyecto de investigación con los alumnos, en marco del programa?

—Sí, el curso termina con un proyecto. Nuestro primer trabajo computacional consistió en simular la colisión de una galaxia con otra, en una PC. Eso le valió a uno de nuestros estudiantes del programa de aquellos tiempos –Juan Cebral, un físico recibido en la UBA, que sabía mucho BASIC– ser hoy uno de los expertos en simulación de la George Mason University. En el marco del programa trabajamos también con un grupo de estudiantes la robotización del telescopio, en 1994. Fuimos pioneros en este tema en la Argentina.

—¿En las actividades de divulgación científica que ustedes llevan a cabo en las escuelas, también promueven actividades de investigación y el desarrollo de proyectos en ciencia?

—Bueno, justamente ese es el deseo. Yo formo parte de la Asociación Americana de Observadores de Estrellas Variables (AAVSO), que tiene un programa “Manos a la astrofísica”, que busca llevar al aula no sólo datos sino también formas de trabajar, para producir ciencia real en este ámbito. Una de las formas de hacer esto podría ser llevar el telescopio al aula, para que los chicos puedan hacer observaciones y sismología estelar.

Acá hay varias cosas. Yo sostengo que la ciencia se enseña con la historia de la ciencia –soy muy kuhnniano en eso–. Me parece que poder mostrarles a los chicos los instrumentos históricos que usaban los primeros astrónomos, como lo hace el Solar de las Miradas del PALP, es la mejor manera de enseñar astronomía. Lo segundo es que poner un telescopio conectado a todas las escuelas por fibra óptica es fantástico. Pero para llevar la astronomía al aula primero hay que capacitar al docente.

—¿En qué aspectos debería centrarse esta capacitación?

—En los contenidos, porque el docente es el encargado de enseñarlos, pero también en la metodología para su transposición áulica. Además de los contenidos, hay que aprender técnicas concretas para llevarlo a los chicos.

—¿La simulación digital podría incluirse entre las herramientas o técnicas que favorecen este tipo de aprendizaje?

—Sí, nosotros utilizamos simulaciones para estudiar la estructura estelar, manipular diversas variables –cómo se deforman, y responden a la curva de luz, etc.–. Lo interesante de la simulación como herramienta es que permite relacionar el comportamiento observacional con el modelo abstracto. La representación de ecuaciones matemáticas en una animación, que es al fin y al cabo una simulación, permite percibir detalles del modelo que no son tan visibles cuando este se expresa en ecuaciones matemáticas.


INVESTIGACIÓN, CATÁLOGOS INFORMATIZADOS Y TRABAJO EN RED

—¿Qué temas están investigando actualmente en el Instituto?

—Fundamentalmente mi tema es el de la sismología estelar, o sea: trabajo con técnicas parecidas a las que usan los geofísicos para estudiar el interior de la Tierra a través de las ondas acústicas que provocan los sismos. Nosotros hacemos exactamente lo mismo con las estrellas. Lo que pasa es que no podemos poner un sismógrafo en una estrella –primero porque no puedo llegar a ella, y segundo porque se derretiría–, entonces lo que hacemos es observar la luz, que es la única información que tenemos de las estrellas, y estudiar las variaciones, las pequeñas fluctuaciones que podemos detectar, y que corresponden a movimientos en la superficie de la estrella, lo que irradia la superficie. A esos movimientos nosotros los podemos detectar por la presencia de oscilaciones en el brillo de la luz de la estrella.

Usamos un telescopio, al cual se le adosa un fotómetro, que tiene una cámara –como cualquier cámara de fotos hogareña, aunque un poco más precisa–, y delante de él se ponen filtros. Uno saca imágenes con cada uno de esos filtros, y después puede combinarlos, hacer cuentas con ellos; por ejemplo, utilizarlos para obtener un color, que está asociado a la temperatura superficial o a la gravedad de la estrella: uno hace lo que se llama astrofísica de esos parámetros.

Investigamos también el tema de las estrellas variables, algunas estrellas cataclísmicas, que son estrellas muy viejas, que intentan contraerse para aumentar su temperatura central, y, al no poder soportar esa contracción, en un determinado momento, explotan. Esas explosiones hacen que una estrella aumente muy rápidamente de brillo, y pueden llegar a verse a simple vista estrellas que no se veían, y que brillan entonces durante unos cuantos días. Nosotros hacemos ese acompañamiento, hasta que pierden su brillo. Y hacer esto, para nosotros, es muy importante, porque no hay tantos observatorios que lo hagan en el hemisferio sur como en el norte.

Y otro trabajo que solemos hacer es trabajar con catalogación. Ahora, como todo está informatizado, el trabajo de la catalogación se ha hecho mucho más fácil; antes había que cargar los datos que existían en un papel, llevarlos a la computadora, y juntar todos los datos de una estrella, por ejemplo. Hicimos un trabajo pionero en esa área. Y otra área en la que hemos trabajado bastante es la de desarrollo de instrumental para automatización y software.

—¿Hicieron un catálogo de estrellas?

—Claro, la persona que nos orientó originalmente a nosotros fue el doctor Carlos Jaschek, que después se fue como director del Centro de Datos Estelares, a Estrasburgo. En su momento, hicimos bastante software para eso –estoy hablando de cuando todavía las computadoras personales no existían–. Él hizo un catálogo muy lindo de fotometría y otro de espectroscopia en la Universidad de La Plata, y nosotros seguimos esa actividad pionera, con las estrellas delta Scuti que observábamos y cuya sismología medimos.

—¿Este trabajo pionero de informatizar los catálogos, e incorporar las nuevas herramientas tecnológicas a la producción académica, encontró resistencias en la comunidad científica de la época?

—Fue muy interesante eso, porque muchos astrónomos del mundo rechazaban la idea de una herramienta informática. Cuando yo empecé con la computación, en la Universidad de La Plata, los cálculos se hacían a mano, con 17 decimales. La computadora, en el mejor de los casos, daba 4 o 5 decimales de precisión, es decir, los cálculos de la computadora eran menos precisos que los cálculos de las personas. Por eso, cuando yo todavía era estudiante, permaneció durante mucho tiempo el cálculo manual, sobre todo para la astronomía meridiana. Eso después ya casi desapareció por completo con los nuevos instrumentos que se crearon. A mediados de los 70 es el momento en que se produce el quiebre, y la voluntad de los astrónomos más viejos empieza a ceder ante la mayor precisión en los cálculos de las computadoras.

Esto mismo pasó con la informatización de los catálogos, porque el trabajo de cruzar información no es tan sencillo. Los jóvenes hoy lo hacen a diario, con toda naturalidad, pero pensemos que en aquellos tiempos había que tener confianza en que la persona que había digitalizado los datos lo había hecho bien, y que los controles de calidad eran buenos; entonces uno podía confiar en el dato. El papel impreso, en cambio, tenía cierto rigor y calidad. Pero enseguida tuvimos un gran espaldarazo con nuestro catálogo, que se divulgó en un boletín de la Comisión Especial de Estrellas Variables.

—¿Cómo es ahora el trabajo: con catálogos informatizados, que circulan en red, compartidos…?

—Totalmente. Incluso hoy los grandes telescopios están liberando sus propias imágenes casi de inmediato. Antes, uno guardaba las observaciones hasta que se publicaban en una revista; ahora es casi en tiempo real, aunque no exactamente en tiempo real porque hay que tener ciertos cuidados para que la información sea confiable y de calidad.

Es más, yo trabajo con un telescopio que está ubicado en el hemisferio norte, para observar las estrellas que no puedo observar desde acá, porque una gran parte del cielo es invisible desde Rama Caída. Tenemos acuerdos con dos o tres universidades y ellos nos ceden parte de su tiempo para observar, y lo manejamos desde la propia computadora. Es lo mismo manejar un telescopio que está acá que en otro hemisferio.

Recomendamos consultar el material disponible en el sitio web Cielo sur, cuyo director de noticias es Jaime García.


Fecha: Julio de 2006

Ficha

Publicado: 13 de septiembre de 2006

Última modificación: 18 de diciembre de 2012

Audiencia

Área / disciplina

Nivel

Secundario

Categoría

Entrevistas, ponencia y exposición

Modalidad

Todas

Formato

Texto

Etiquetas

astronomía

divulgación científica

Autor/es

Carolina Gruffat

Licencia

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