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Hugo Castellano: "No veo desventajas de poner una PC en el aula"

Es maestro normal superior y especialista en Tecnología Educativa. Durante años se ha dedicado a la educación y la inclusión de la tecnología en la enseñanza, tanto en las aulas como en la comunidad educativa en general. En 1995 fundó el portal Nueva Alejandría y un par de años después abrió el debate a los docentes de todo el país, a través de la creación de una lista de distribución de Información Educativa (LIEdu).

En un diálogo con educ.ar Castellano cuenta cómo nació el portal Nueva Alejandría, cuál es su experiencia con educ.ar y realiza un análisis acerca de las tecnologías en la escuela.

15112006—¿Cómo surgió la idea de fundar el portal para docentes Nueva Alejandría, y cuáles fueron sus objetivos?

—En 1995 estábamos incorporando el concepto de red pública en la escuela donde enseñaba junto a mi amigo y colega Julio Rodríguez (quien luego me acompañó en la fundación del portal), buscando modos de exponer el trabajo que se hacía en clase a las familias. En ese momento estaba en auge la tecnología de los BBS (Bulletin Board Systems), pero la aparición de internet nos cambió todos los esquemas y de inmediato comprendimos que ahí estaba el futuro. Imaginamos entonces una intranet escolar y comenzamos a construirla. Pero claro, la conclusión obvia era que ese servicio podía interesar a otros colegios, no sólo al nuestro, por lo cual extendimos la idea hacia un portal que permitiera a otras instituciones o maestros individuales exponer sus actividades. Pero sobre todo nos preocupó crear un portal que aglutinara a los interesados en promover y desarrollar aquellas nuevas tecnologías.

—¿Qué relación existe entre el nombre del portal: “Nueva Alejandría” y la biblioteca de Alejandría?

—La más estrecha que pueda imaginarse. La Biblioteca de Alejandría no era tan sólo un lugar donde se guardaban libros, sino que en un sentido muy actual era un laboratorio de experimentación, investigación y debate cultural y científico. Cabe recordar que en los primeros años nadie hablaba de internet como el sitio comercial y lúdico que hoy es; antes bien, lo veíamos como un ámbito de intercambio cultural y profesional. A pesar de las sucesivas intromisiones, sigo pensando que, ya no nuestro portal, sino toda la red es una Alejandría contemporánea, donde la gran biblioteca está rodeada por un gigantesco mercado de pulgas, una feria interminable, artistas callejeros, corrillos de chismosos y mucha gente que deambula sin rumbo fijo.

—¿Por qué razones se suscribiría un docente a Nueva Alejandría?

—Básicamente para recibir información de nuestra Lista de Información Educativa (LIEdu), que tiene casi 16000 miembros en toda Hispanoamérica y una actividad de intercambio muy intensa.

—¿Cuándo surgió esa lista, y con qué finalidad?

—Tras un año de difundir Nueva Alejandría (en 1997) vimos que ya había una masa crítica capaz de generar un espacio de debate interesante. El formato de lista de discusión nos permitió crear este grupo de interés tan vital y vibrante que hoy tenemos, con la intención de dar una voz a todos los que nos visitaban y potenciar sus experiencias personales en el uso de la tecnología, aunque pronto comprendimos que lo que la gente quería era compartir problemas en el terreno más general de la educación.

—¿Cuáles son los temas más debatidos entre los docentes?

—Tenemos etapas en LIEdu. Hay ráfagas, a veces huracanes, que nos sumen en largos debates sobre todo lo que tiene que ver con la educación. No creo que hayamos dejado tema sin tocar varias veces. Por ejemplo, en este momento se está debatiendo cuál es el rol del docente frente al fracaso escolar, salpicado con algunas discusiones sobre Sarmiento (por el 11 de septiembre) y el posmodernismo en la educación.

—Hace poco se abrió un debate acerca de la futura Ley de Educación. ¿Observó Ud. interés por el tema entre los miembros de la lista?

—Sí, por supuesto. Y se ha notado mucha ilusión acompañada de bastante desconfianza. Los docentes han sido traicionados muchas veces, y no puede criticárseles la prevención. La idea de que las decisiones siempre las toman otros está fundada en la experiencia más cruda, por más participación que se les ofrezca.

—Como docente, ¿cómo ve a la educación argentina, particularmente el día a día de los docentes?

—Castigada, confundida y a la deriva. Creo que sobran motivos para la crítica, pero que a estas alturas hemos criticado lo suficiente como para saber qué es lo que anda mal. Me parece que ya es hora de liderar los procesos de cambio, pero no veo que consigamos encolumnar a toda la sociedad en un proyecto educativo enérgico y potente, como ha sucedido en otros lugares. Mejorar la educación tiene que ser una causa nacional, de la que se hable en la calle, en el trabajo y en los medios a toda hora; casi como una nueva lucha por la emancipación (que en cierto modo lo es). Debe convertirse en obsesión de todos, o volveremos a fracasar. Yo percibo que los maestros están dispuestos a sumarse, pero todavía hace falta que el resto demuestre las mismas ganas para que nos pongamos a andar.

—¿Cuándo comenzó a interesarse por la informática educativa?

—Desde joven me interesó la electrónica, y a través de ella llegué a la informática. Siendo maestro normal nacional, la unión de ambos intereses me resultó perfectamente natural. Eso daría cuenta de mis ganas por utilizar las nuevas tecnologías en el aula. Mi interés por participar del debate sobre la informática educativa nació cuando vi que quienes pontificaban sobre el tema en los foros y congresos referían experiencias totalmente opuestas a las que yo estaba recabando en la escuela, y sentí que querían “venderme” una realidad inexistente. Entonces me pregunté si no sería posible difundir las TIC sin mentir ni exagerar, explicando cuáles eran sus verdaderas ventajas junto con sus problemas más serios. Después de casi dos décadas encuentro que sigue vigente la necesidad de combatir esas visiones que con su exagerado optimismo terminan siendo destructivas, aunque por suerte con menor intensidad que al principio.

—Como referente del área, Ud. fue convocado por educ.ar para desarrollar el CD 12 de la Colección educ.ar, “La computadora en el aula”. ¿Qué puede contarnos de esa experiencia? ¿Qué repercusiones cree que tiene en el ámbito educativo?

—Fue realmente rica. Por un lado, la alegría de ver que en educ.ar por fin se trabajaba con altos estándares y un gran profesionalismo, teniendo objetivos claros y sensatos –sobre todo sensatos– respecto del rol de las nuevas tecnologías en el aula y los modos de promoverlas. Por el otro, porque la posibilidad de llegar a un conjunto muy heterogéneo de colegas me obligó a refinar muchos conceptos, y de algún modo también a buscar un equilibrio en las propuestas tal que todos puedan sentirse representados en sus necesidades y encuentren al menos que una parte del mensaje tiene sentido para su realidad personal. Por la acogida que tiene el CD 12, y en general toda la Colección educ.ar, siento que los resultados son altamente positivos.

—¿Cuáles considera que son las ventajas de trabajar con la PC en el aula?

—Responderé indirectamente: no veo desventajas en poner una PC en el aula, salvo tal vez que se abuse de ella o que se la ponga nada más que como adorno.

—¿Cuáles son los mayores obstáculos con los que se encuentra un docente a la hora de incorporar las TIC a sus clases?

—Para mi gusto, el mayor obstáculo es que la estructura educativa –los programas de estudio, los tiempos, los lugares– no favorece la integración de las TIC sino que las incorpora aditivamente. La computadora ofrece alternativas didácticas que deben ejecutarse a expensas de otras didácticas ya obsoletas. No se puede seguir haciendo todo lo que ya se hace como se lo hace, y encima incorporar tecnología moderna. Claramente hay que tomar decisiones pedagógicas en el sentido de decir: a partir de ahora esto lo enseñamos de este modo y no de otro. La falta de guía y orientación hace que los maestros se sientan desamparados, y muchos de ellos prefieren no tomar ninguna decisión para no ser acusados de errar. Creo que hace falta un fuerte liderazgo institucional para fomentar la incorporación de las nuevas tecnologías al aula, y que hasta hoy ese liderazgo –cuando ha existido– ha propuesto soluciones ingenuas en lugar de ingeniosas. La ingenuidad puede convencernos al principio por sus atrayentes promesas y aparente sencillez, pero más que pronto se produce una desilusión y se genera desconfianza. No hay que ordenarles a los docentes usar la computadora: hay que decirles cómo, cuándo y por qué. Los docentes, como cualquier otro grupo profesional, necesitan que se les enseñen las nuevas artes y adelantos de su oficio, y no que se les diga –como hasta ahora– “arréglese como pueda”. No obstante mi confianza en la capacidad autónoma de los docentes para encontrar en las TIC algunas soluciones a los problemas de siempre, creo que una sólida base didáctica impuesta por el propio sistema educativo serviría como el punto de inflexión que necesitamos.

—Si tuviera que darle tres recomendaciones a un docente que quiere comenzar a utilizar las TIC en sus prácticas, ¿qué le diría?

—La primera es que antes que nada utilice las TIC en su vida diaria, que les encuentre valor personal. Difícilmente le sean de utilidad en el aula sin esta precondición.

La segunda, que identifique aquellas áreas más propicias para incorporar la computadora a sus clases y se concentre en ellas. Aunque sean muy pocas, o una sola, hay que pensar que el valor de nuestros actos pedagógicos siempre está en su aspecto ejemplificador. Me atrevería a decir que basta con muy pocos casos de uso durante el año; si son lo suficientemente ricos y potentes no fallarán en inspirar a los estudiantes para que exploren por sí mismos la infinidad de valiosas experiencias que las nuevas tecnologías les ofrecen.

La tercera, que piense que usar las TIC en el aula no significa que los alumnos estén sobre el teclado, ni siquiera que haya una computadora disponible. Un mapa bajado de Google, una noticia de un diario digital, las opiniones de un blog o un acertijo encontrado de casualidad en la red pueden dar origen a una clase utilísima. Internet puede servirnos para planificar una clase y juntar material, y eso ya es utilizar las TIC en la educación y en el aula. Lo importante es no confundir “usar las TIC para enseñar”, con “enseñar sobre ellas o cómo operarlas”. Existe el prejuicio de que un docente que usa las TIC automáticamente debe convertirse en profesor “de computación”, y no debería ser así.

¿Puedo agregar una cuarta recomendación? Que nunca olvide que los mejores maestros son los que saben enseñar con cualquier cosa que tengan a la mano. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado diciéndole a un niño: “no tengo lápiz y papel, pero te lo explicaré con estas cuatro piedritas”? Si usted puede enseñar con nada, o con casi nada, ¿qué no podrá hacer con una máquina tan increíblemente rica en posibilidades como una computadora?


Fecha: Septiembre de 2006

Ficha

Publicado: 15 de noviembre de 2006

Última modificación: 18 de diciembre de 2012

Audiencia

Área / disciplina

Nivel

Secundario

Categoría

Entrevistas, ponencia y exposición

Modalidad

Todas

Formato

Texto

Etiquetas

TIC en el aula

educación y TIC

formación docente en TIC

Autor/es

Mayra Botta

Licencia

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