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Thomas J. Casadevall: La vulcanología y nuestros recursos naturales

Thomas Casadevall, que cursó los primeros años de su educación en la Argentina, se licenció en Geología en el Beloit College (EE.UU). Es especialista en seguridad aérea y riesgo volcánico y como geólogo del Programa de Riesgos Volcánicos de EE.UU investigó sobre volcanes en todo el mundo. Fue asesor en vulcanología para el gobierno de Indonesia y jefe del equipo de científicos que utilizó tecnología geoespacial en las tareas de rescate posteriores al paso del huracán Katrina.
Lo entrevistamos en ocasión de su visita a la Argentina, para brindar asesoramiento sobre el impacto de las cenizas provenientes de la erupción del volcán Chaitén en el aeropuerto de Bariloche. Como se recordará, ese volcán entró en erupción en mayo pasado, continuó en baja actividad, y actualmente volvió a expulsar cenizas que obligaron a una nueva evacuación.
En la charla con educ.ar habló entonces de vulcanología, en general, y de la repercusión de los movimientos volcánicos sobre los recursos naturales.

300720081—Las ciencias de la Tierra no constituyen un área específica dentro del currículo de las escuelas argentinas. ¿Cómo es la situación en los EE.UU.?

—Tampoco están como materia específica en el currículo de los Estados Unidos: hay química, física, biología, en general ciencias naturales, pero no hay una materia específica sobre ciencias de la Tierra, y sería muy importante incluirlas también.

—La mayoría de los vulcanólogos son geólogos, no existe una carrera específica de vulcanología, lo que hace pensar que no son muchas las personas con esta especialidad. ¿Cuántos vulcanólogos hay en el mundo?

—Hay entre cuatrocientos y seiscientos en todo el mundo, y la mayoría son de los EE.UU. En la Argentina hay entre 6 y 10 vulcanólogos: Karina Rizo, Hugo Cordela, Gustavo Villarosa, en Bariloche; José Viramonte en Salta. Somos un grupo bastante pequeño y en general todos nos conocemos. En realidad es como Ud. dice, la mayoría de los vulcanólogos son geólogos, no hay una carrera específica que se llame vulcanología. Se pueden cursar carreras afines: minería, recursos petroleros, geotécnica, todos conocimientos que se aplican al estudio de los volcanes.

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—¿Qué vino a estudiar específicamente respecto de la erupción del Chaitén en Bariloche? ¿Cuál es la situación respecto a las cenizas volcánicas en la zona?

—Vine a la Argentina a pedido de especialistas de Bariloche ( gracias al acompañamiento de la Embajada de EE.UU) para dar asesoramiento en cuanto al posible impacto de las cenizas volcánicas en el aeropuerto local, porque esta es esta mi especialidad: soy especialista en Seguridad Aérea y Riesgo Volcánico. Lo que puedo decir es que hoy (fines de mayo) no hay ceniza volcánica en la zona. Hubo, sí, caída de ceniza en un primer momento, en el mes de mayo, pero fue muy fina, de poco espesor; la zona está limpia. Más al sur, entre la ciudad de Esquel y la frontera con Chile, la ceniza tenía más espesor, pero aunque la actividad del volcán Chaitén continúa, no tiene la misma intensidad que tuvo en un primer momento.

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—Hacía más de 9000 años que el volcán Chaitén no entraba en erupción. ¿Se puede prever una erupción volcánica?

—El volcán tuvo actividad hidrotermal, y en el cráter podía haber manifestaciones termales, lo que indicaría que no era un volcán completamente muerto. A fines de abril hubo algunos pequeños terremotos en el pueblo del Chaitén, y días después, el 2 de mayo, fue la primera erupción, es decir que se podía prever que algo iba a pasar. Lo que sucede es que este volcán no fue uno de los que estaban bajo monitoreo en tiempo real por los geólogos de Chile. Luego, después de la erupción, sí. La Agencia Nacional de Chile de estudios geológicos se puso en contacto con gente de nuestra agencia en los EE.UU. y un equipo nuestro fue a Chile con los instrumentos necesarios (sismómetros) para empezar a medir alrededor de la superficie del volcán la actividad sísmica en tiempo real, y trasmitir los datos a un centro de operaciones que se encuentra alejado de la actividad sísmica.

Los geólogos tenemos un índice para medir la actividad volcánica, lo mismo que los grados de magnitud para medir un terremoto. Y la del Chaitén tuvo un índice de actividad de entre 4 y 5, pero aún no se sabe exactamente cuál fue el índice; estamos haciendo los estudios para determinar el volumen y la distribución de la ceniza volcánica.

—Hay muchos expertos y también un documental de la National Geografic que hablan de una teoría que relaciona los fenómenos más recientes de movimiento de las placas tectónicas de la zona del sur de América Latina con los tsunamis del otro lado del continente (sismo en China, etc.). Otros vulcanólogos niegan esa relación. ¿Ud. qué opina?

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—Científicamente hablando no creo que haya una conexión, la Tierra es un lugar muy muy grande. Por ejemplo, podría decir que hoy día hay varias erupciones y actividad sísmica en muchas partes del mundo. En Indonesia, en Alaska, en Italia, América Central. Cada día en cualquier lugar del mundo hay más de una docena de volcanes en erupción. La mayoría de poca actividad y lejos de centros poblados, por eso la gente no lo sabe. Pero los geólogos sí lo sabemos, porque los volcanes están bajo monitoreo, porque si se produce actividad eruptiva y hay vuelos aeronáuticos en la zona se pueden dañar muy fácilmente los aviones. Si un avión entra dentro de una nube de ceniza volcánica se pueden dañar las turbinas, y eso haría caer al avión.

En internet hay varios sitios donde se puede ver cada semana un informe sobre la actividad volcánica en cada lugar del mundo, como el Smithsonian volcano. Por ejemplo, ahora en Ecuador hay un volcán muy famoso llamado Tungurahua que está en actividad eruptiva.

En Colombia está el volcán Galeras; en Costa Rica está el Poás; en Guatemala el Pacaya, el Santa María y el volcán Fuego; en México el Colima y el Popocatépetl; varios volcanes en Alaska y los volcanes en Hawai que están en plena erupción.

—¿Pero cómo se explicarían estas relaciones –o la falta de relación– entre estos fenómenos naturales?

—El concepto más básico en la geología es la teoría de la tectónica de las placas en la superficie de la Tierra. Esas placas se mueven, y cuando se produce fricción y choques entre las placas se produce la actividad volcánica.
Pero relaciones directas entre movimientos tectónicos de lugares tan alejados como China y Chile no las veo pasibles de comprobación científica.

—¿Cómo afectan estas erupciones a la atmósfera terrestre y al cambio climático?

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—Si la actividad volcánica es muy grande, muchas veces se produce dióxido de azufre, que cuando se mezcla con agua en la atmósfera producen gotas de acido sulfúrico. Esas gotas pueden absorber el calor del Sol, y si es una erupción muy grande lo que puede llegar a pasar es que haya una disminución de la temperatura en la superficie. Pero para que eso pase la actividad del volcán tiene que ser muy grande, no como la del Chaitén.

Respecto de la actividad aeronáutica, una erupción como la del Chaitén –que produce ceniza volcánica–, si los vientos soplan desde el oeste hacia el este la ceniza volcánica puede entrar en territorio argentino, en Uruguay, Paraguay, y si soplan hacia el norte va a cubrir más partes de Chile. La ceniza volcánica es un peligro para los aviones, los aviones no pueden volar si hay mucha ceniza volcánica en la atmósfera.

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—Se han visto fotos de la gente de la zona caminando con barbijo. ¿Para el ser humano hay riesgo de enfermedades por las cenizas volcánicas?

—Se puede decir muy claramente que la ceniza volcánica no es tóxica, ni es radioactiva. Pero como la ceniza es un sólido y las partículas son muy finas se respiran mucho, es similar al ripio de las carreteras, que siempre genera polvo y ese polvo la gente lo respira y no les hace mal. La ceniza volcánica es del mismo tipo de material. La gente a la que la afectan tanto el polvo como la ceniza volcánica es la que tiene asma o algún tipo de alergia, pero no es por la química de la ceniza.

—Y ¿qué pasa con el ganado?

—Sobre todo afecta a los animales que comen pasto, porque la ceniza volcánica cae sobre el pasto, y como se trata de piedra fina si los animales la comen les puede afectar los dientes, porque es muy dura, y también se les puede acumular mucha piedra en el estómago.

—¿Las cenizas tienen consecuencias positivas a largo plazo en las cosechas y en el suelo, como fue el caso del pueblo Los Antiguos en la provincia de Santa Cruz?

—En muchas partes del mundo la ceniza volcánica enriquece el suelo, su química es buena para el suelo. Se tomaron registros en el suelo después de la actividad de volcán Hudson, al sur de Chile, en 1991, y efectivamente se comprobó que tuvo efectos positivos para la agricultura.

—En esos lugares el agua que se consume mayormente es de deshielo o de río…

—Puede verse en las fotos que las cenizas cuando caen y se mezclan con el agua forman como un lodo, y la gente en general no toma el agua cuando hay lodo. Hay que dejar pasar un poco de tiempo para que el agua se limpie, o también se puede utilizar un sistema de filtración para llevar las partículas de las cenizas volcánicas fuera del agua. Pero la verdad es que químicamente no tenemos ninguna evidencia de impacto negativo de la ceniza volcánica en el agua.

—¿Existe alguna manera de estar preparados para prevenir los problemas que puede ocasionar este tipo de fenómenos naturales? ¿Cómo abordar estas temáticas para educar a la población?


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—Hay varias medidas. Si estamos hablando de peligro de inundación, sí se pueden arrojar pronósticos y se pueden tomar medidas para evitar problemas graves. En términos de terremotos, en principio hay que señalar que son muy infrecuentes, y además no se sabe dónde pueden ocurrir; pero lo que sí se puede ver posteriormente es dónde se produjo exactamente el terremoto y cuál es la magnitud. Por ejemplo, si se trata de un terremoto de grado 6 sabemos que va a tener un impacto muy grave en los edificios y casas de la zona, entonces se pueden tomar medidas para controlar y/o desalojar la zona.

Para la actividad volcánica que se puede producir tenemos la ventaja de que ya sabemos dónde están ubicados los volcanes, eso es una gran ventaja; y la desventaja es que hay muchos volcanes que no son monitoreados en tiempo real, que es lo único que permite pronosticar si habrá algún tipo de erupción. Pero la realidad es que la posibilidad de una erupción volcánica es un fenómeno raro en la percepción de la población, la gente no piensa en eso; en cambio, las inundaciones, por ejemplo, son un fenómeno al que la gente está más acostumbrada, porque varias veces por año hay inundaciones, y ya saben cómo reaccionar, y con la actividad volcánica no. La última actividad volcánica en la Argentina fue en el año 1991: la de Hudson (índice de 4 a 5), y la gente de menos de 20 años no tiene ningún registro de esa experiencia. Pero es algo que sucede así en todo el mundo.

En la Argentina hay un equipo de profesionales muy bueno estudiando sobre cenizas volcánicas, el Centro de Cenizas Volcánicas, en el Servicio Metereológico Nacional, a quienes se puede consultar sobre estos temas porque están muy preparados.


Foto: gentileza Embajada de EE.UU


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Ficha

Publicado: 30 de julio de 2008

Última modificación: 12 de noviembre de 2012

Audiencia

Área / disciplina

Nivel

Secundario

Categoría

Entrevistas, ponencia y exposición

Modalidad

Todas

Formato

Texto

Etiquetas

geología

vulcanismo

volcán Chaitén

vulcanología

Autor/es

Verónica Castro

Licencia

Creative Commons: Atribución – No Comercial – Compartir Igual (by-nc-sa)


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