La edición digital en el mundo en desarrollo: ¿imitación o evolución autónoma?
¿Qué nuevos actores aparecen en los países del Sur, al margen de las poderosas plataformas ya conformadas en EE. UU., Europa y Japón? ¿Puede concebirse una evolución autónoma de las publicaciones digitales en los países en desarrollo con respecto a las naciones más ricas? ¿Qué políticas de apoyo podrían implementarse para estimular el crecimiento de esta nueva industria y para acompañar a los actores tradicionales en su proceso de adaptación a los cambios?
En los últimos 15 años, la revolución digital ha modificado de raíz la forma en que los bienes culturales son producidos y distribuidos. La música ha sido probablemente la primera industria afectada, pero el impacto alcanza hoy a todos los sectores, en particular al mundo del libro. En efecto, los e-books, los audiolibros, la impresión bajo demanda, las tiendas virtuales y la expansión de los teléfonos celulares han transformado profundamente el modo de circulación de los textos.
Como bien se sabe, existen marcados contrastes en la asimilación de estas tecnologías según cada región. Las naciones industrializadas –en particular EE. UU., Canadá, Europa, Japón y Corea del Sur– cuentan con servicios de internet sumamente eficientes y recursos humanos abundantes. Así, sus empresas disponen de un margen de acción considerable a la hora de ensayar con hardware, software y nuevos modelos de negocio de edición digital, lo que hace que compañías como Amazon, Apple, Google o Sony sean tomadas como referentes en los medios de comunicación y en los eventos profesionales de todo el planeta. Ahora bien, es claro que en el caso de los países del Sur, las limitaciones de infraestructura y los débiles índices de desarrollo humano dificultan el fortalecimiento de la edición electrónica tal como se la conoce en las regiones más avanzadas. Y por cierto, las pocas noticias que trascienden acerca de la edición digital en el mundo en desarrollo generalmente se relacionan con las incursiones realizadas por los mismos actores del Norte.Así, la conclusión a la que se llega en numerosos artículos y conferencias internacionales es que, para promover la edición electrónica, a los países del Sur solo les queda esperar el aterrizaje de los exitosos modelos del Norte. Sin embargo, esta inferencia resulta muy objetable. Para empezar, hasta el momento no parece sencillo identificar un “sistema exitoso” de edición digital, ni siquiera en los países avanzados; en efecto, las cifras de ventas de publicaciones a través del Kindle Store de Amazon o de los iBooks de Apple son poco conocidas, lo que impide saber en qué medida estas plataformas de edición representan en sí mismas un modelo tan lucrativo como se publicita. De hecho, los constantes cambios en la fijación de los precios de venta, en la definición de los formatos o en la aplicación –o no– de DRM muestran que incluso los grandes jugadores están tanteando el camino.
En segundo término, debemos preguntarnos hasta qué punto sería útil reproducir en el Sur los prototipos del Norte. A las disparidades de infraestructura hay que sumarles enormes contrastes culturales, lingüísticos y hasta religiosos. Por cierto, en los modelos digitales se expresa mucho más que una mera herramienta: con la llamativa carga de egocentrismo contenida en su mismo nombre y la atracción producida por un logo que remite entre otras cosas al pecado bíblico, un iPad bien puede fascinar a un joven occidental –educado en determinada tradición–, pero no conmoverá de la misma forma a un ciudadano indio o camerunés. Y, como indicaremos más adelante, la experiencia de leer en una pantalla de celular representa para un usuario chino, por ejemplo, algo muy distinto a lo que puede significar para un usuario europeo, debido a la diferencia cualitativa de los caracteres utilizados en cada caso. Por supuesto, una empresa como Apple seguramente encontrará un nicho muy rentable entre las clases más opulentas de los países en desarrollo, pues los patrones culturales y de consumo de esos sectores a menudo no hacen sino imitar aquellos del Norte. Pero lo interesante sería interrogarse sobre los modelos digitales que podrían impactar no sólo sobre el 20% de los ciudadanos más acaudalados de los países en desarrollo, sino sobre el resto de los habitantes, es decir sobre el grueso de la humanidad.En tercer lugar, dada la enorme masa poblacional y sobre todo el acelerado crecimiento económico que observamos en muchos países del Sur, resulta difícil creer que el mundo en desarrollo no esté realizando su propio aporte a la era electrónica. Más allá de los incontables proveedores de servicios IT en India y fabricantes de hardware en China que sostienen a las plataformas occidentales detrás de escena, en el Sur se están implementando ahora mismo proyectos de edición digital originales e innovadores, plataformas locales que un día podrán competir contra las extranjeras. De hecho, algunas de las experiencias de esta clase son tan dinámicas, que en vez de discutir quién será el futuro Apple de China o el Amazon de Sudáfrica, quizás pronto habremos de preguntarnos quién podrá ser el Shanda de EE. UU. o el m4Lit de Reino Unido.
Un asunto de enorme trascendencia
Así, el desenvolvimiento de la edición electrónica en el Sur resulta entonces una temática en sí digna de discutirse en los foros globales. Pero, más importante todavía, se trata de una cuestión absolutamente vital para los mismos países en desarrollo.Por último, el rápido crecimiento económico que experimentan muchas naciones de América Latina, Asia y África ha engrosado los fondos de que disponen los Estados para invertir en infraestructura, capacitación e investigación y desarrollo (I D). Tarde o temprano, los países habrán de preguntarse qué clase de autopistas de edición digital deberán construir, y se encontrarán frente a opciones muy diferentes: a) financiar la instalación de plataformas diseñadas en el Norte; b) invertir en función de las necesidades, expectativas y potencialidades concretas de los autores, lectores y emprendedores locales.
Sea cual fuere la decisión de cada país, el impacto de largo plazo será inmenso.
* El estudio, realizado en octubre de 2010 y publicado en 2011, fue presentado recientemente en la Conferencia Editorial 2012. Está disponible gratis online para descargarse y leerse (completo) en español, francés e inglés.
** Octavio Kulesz es licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente dirige la editorial Teseo y forma parte de Digital Minds Network. El portal educ.ar le agradece su permiso para reproducir la introducción del documento.
*** Las imágenes que aparecen en la nota fueron agregados por educ.ar. Las negritas también son nuestras.
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Publicado: 05 de octubre de 2012
Última modificación: 09 de octubre de 2012
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