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David Wapner: «En literatura lo que conmueve y turba es la escritura»

David Wapner es escritor, poeta, dramaturgo, músico y titiritero. Nació en 1958 en Buenos Aires y vivió muchísimo tiempo en el barrio de Paternal, cuna de músicos célebres del rock nacional. En 1998, movido por las sucesivas crisis económicas del país emigró, junto con su mujer, la artista plástica Ana Camusso, a Israel. Se instalaron primero en Beer Sheva, en el desierto del Neguev. Luego se mudaron con todas sus mascotas a Bat-Yam.


220720091Desde finales de los 80 ha publicado cerca de una veintena de libros, muchos de ellos para chicos. Su obra siempre logra sorprender. La suya es una literatura que apuesta enfáticamente al desconcierto, la experimentalidad artística, que pide ser leída por lectores desprovistos de convenciones, abiertos a una poética absolutamente personal y fuera de lo común.

Recientemente y después de once años visitó el país para presentar Pequeña Guía de la Gaturbe, un libro en coautoría con su esposa, donde conjuga sus dotes como poeta y compositor, ya que el libro incluye un CD con los poemas musicalizados por él mismo.

David Wapner charló con educ.ar sobre sus libros y sobre ese extraño lenguaje que reúne a hombres y animales, a partir del cual surgen muchas de sus historias.

—En Pequeña Guía de la Gaturbe, el libro que usted acaba de presentar, como en otros libros suyos aparece un fuerte interés por la relación entre humanos y animales.

—Sí, el tema de lo animal es una constante en mi escritura, en mi poesía, en mis canciones. Siempre tuve empatía con los animales, pero paradójicamente de chico no tuve animales porque mi madre no quería. Hasta que hubo un perro que marcó toda una época adolescente. Encontramos en Uruguay un perrito abandonado, y ese fue el perro Pozo.

—Sí, Pozo aparece en la tapa de su libro de cuentos Algunos son animales.
—Se fue dando toda una poética alrededor de ese perro. En un determinado momento dio como resultado una obra que se llamó Canciones para perros, es una obra no publicada, con música, y es un espectáculo que se presentó en varias salas.

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Algunos son animales, de David Wapner, il. Ana Camusso (Grupo Editorial Norma, 2003)

Creé una zona de lenguaje entre los animales y yo. Siempre inventamos palabras, hablamos con ellos. Eso fue realimentando mi literatura, mi poesía. Y a partir de mi vida con Ana eso se potenció porque a ella también le gustan mucho los animales. Tuvimos un perro mitológico que fue Chiflón. Chiflón, entre otras cosas, fue el director de CorreoExtremaficción, una publicación que hicimos durante siete u ocho años desde Israel, que se terminó de publicar el día en que murió Chiflón, decidimos no hacerla más. Chiflón fue muy conocido entre los lectores.

Yo encuentro en los animales un paraíso perdido, una zona de lenguaje perdida. Creo que Ana y yo intentamos recrear eso en este libro.

—¿Y qué sería lo perdido?
—El lenguaje perdido de la cultura humana; el lenguaje perdió emoción, afectividad. Y entonces aparecen neologismos, expresiones, incluso estructuras mentales.

—Es un lenguaje relacionado con lo inasible, porque la comunicación que surge entre animales y personas es extraña.
—Claro, lo extraño en el lenguaje diario, que muchas veces es excluido. Esa es una constante en mi literatura que no fue comprendida en un principio, ahora empieza a comprenderse un poco más, pero nunca es aceptada del todo. Yo siempre voy un poco más adelante.

—Correr riesgos como autor implica cierta incomprensión.
—Es frecuente que me digan: «no entendí». Adjudicar a todo lo que se dice la capacidad de ser comprendido es también un problema.

—Como autor que se mueve en el mundo editorial de la literatura infantil y juvenil, donde la comprensión tiene mucho peso, imagino que este asunto se resignifica, se potencia o complejiza mucho más que en el ámbito de la literatura para adultos.
—Yo siempre fui considerado un raro, siempre me dicen: «¡qué raro que es lo tuyo!». Tuve la suerte de publicar mi primer libro El otro Gardel (1989) en la editorial Libros del Quirquincho. Presenté a muchos otros escritores que consideré que podían publicar y el argumento para rechazar la obra de esos autores fue que eran demasiado poéticos. Si bien Libros del Quirquincho propuso una ruptura con lo que se venía publicando en literatura para chicos, tenía el límite de lo pragmático, la forma tenía que ser así como estaba planteada. Siempre critiqué centrar la escritura o la elección de un texto por la originalidad de la temática. Por lo general la temática para mí es secundaria. Lo que realmente conmueve y turba es la escritura. La poesía turba, lo poético turba. La poesía es el género más relegado y rezagado en la literatura argentina para chicos, es una literatura muy conservadora.

Mis Poemas a Chohuihui recién se publicaron en una antología que hicieron Silvia Schujer y Ricardo Mariño (Cantos y cuentos de amor, Bonum, 1991), y se incluyó en la antología 20 de animales (Sudamericana, 1998) un primer esbozo de Los piojemas del piojo Peddy, que actualmente está publicado en Ediciones del Eclipse.

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Los piojemas del piojo Peddy, de David Wapner, il. Roberto Cubillas (Ediciones del Eclipse, 2005).
Destacado ALIJA 2004, categoría Libro juego

Ese fue mi primer libro de poemas publicado. Recibió el premio Destacado de ALIJA 2004 en la categoría Libro Juego. En cambio en Venezuela, el Banco del Libro le otorgó una distinción como uno de los Mejores libros y CD-ROM para niños y jóvenes de 2005. Fue la única vez que ese libro fue leído como un libro de poemas.

Después publiqué Canción decidida y ahora, Pequeña Guía de la Gaturbe (Ediciones del Eclipse, 2009).

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Canción decidida, de David Wapner, il. Cristian Turdera (Pequeño editor, 2003).
Destacado ALIJA 2003, categoría Libro álbum

—En el poema de Canción decidida nunca se dice de quién es la voz que habla. Me gustaría preguntarle cómo surgió esa criatura visual parecida a un títere de dedo. ¿Fue algo que trabajaron juntos usted y el ilustrador Cristian Turdera?
—Se le ocurrió a él y cuando lo tuvo listo me lo mandó. A mí me gusta mucho el resultado, es un hallazgo. Cristian hizo una lectura para nada obvia del texto y lo recreó con su lenguaje. De todas formas, de los libros álbum que publiqué el único en que trabajé realmente de manera conjunta fue Pequeña Guía de la Gaturbe, que acaba de presentarse. Ana y yo vivimos juntos y entonces se dio así. Tenemos un lenguaje en común.



Comedia Shprot
Corto de animación con dibujos de Ana Camusso y banda de sonido original compuesta y editada por David Wapner.

—¿Cómo trabajaron Ana y usted en Pequeña Guía de la Gaturbe?
—Muchas veces los poemas comenzaron a partir de las imágenes. Nosotros ficcionalizamos mucho, tenemos una poética de los dos, y este libro ya estaba creado en nuestras mentes.

—Fue muy interesante el texto que Ana leyó en la presentación del libro que se hizo en el mes de junio en la Casa de la Lectura, lo que contó acerca de cómo la carencia de pinturas materiales impulsó su creatividad a partir de la pintura digital.
—Fue una decisión muy inteligente de Ana trabajar la ilustración de manera digital.

Con Ana trabajamos en un proyecto de cortos de animación. Hicimos varias muestras basadas en esos cortos de animación. Son obras de 4 o 5 minutos y allí nuestra poética aparece en toda su potencia. Ella dibuja, yo a veces incorporo imágenes, también animo esas imágenes. Trabajamos con un programa editor de video, después le incorporamos la banda de sonido. Yo trabajo con un sintetizador de voces, trabajo con voces virtuales. Escribo la partitura y le puedo asignar un fonema a cada nota, puedo construir palabras y puedo transformar en voces cantadas esas voces virtuales. Ese software permite trabajar con los parámetros de la laringe.

—¿No son voces humanas?
—No. A ese tipo de música le puse de nombre «mardafones». Y los cortos de animación en un momento se llamaron los «matafilms». La última obra que hicimos se basa en una serie de Ana que se llama Little mondo.

—Usted le dedica su libro Los piojemas del piojo Peddy a Little mondo.
—Sí. Son personajes, situaciones, escenas. Son muñequitos, objetos, que Ana junta y dibuja, intercalado con cucarachas. Es muy fuerte. Es un lenguaje muy movilizador.



The Em
Corto de animación con dibujos de Ana Camusso y banda de sonido original compuesta y editada por David Wapner.

Con eso se hizo una serie de cortos de animación que formaron parte de una muestra en La casa de los artistas, en Tel Aviv, en 2008. Tenemos que encontrar el editor que quiera publicar un libro basado en Little mondo.

—¿Publicó traducciones de alguno de sus libros en Israel?
—No publiqué en Israel. Tengo dos libros traducidos, pero como yo no vivo en una ciudad central entonces moverme hacia donde están las sedes de las editoriales es más difícil.

—¿Cómo le resulta la experiencia de publicar en la Argentina residiendo en un país tan lejano?
—Me inquieta saber qué pasa con lo que publico, pero le encontré también el gusto a la distancia del medio en donde publico. Me permite concentrarme más en mi mundo poético y desarrollarlo. Pienso que en cierto modo tomar distancia me favoreció. Acá hay una fuerte presión del día a día. Un libro como El otro Gardel ya no lo escribiría, estoy muy lejos de eso. De todos modos mi literatura está fuertemente ligada a la Argentina, aunque no la nombre.

Para mí La estrategia del sueño: Cuco Moscuco-1/Inspector Martinuchi (Ediciones del Eclipse, 2005) es un libro muy importante. Lamentablemente lo publiqué dentro de una colección que la editorial decidió discontinuar. Esa colección la dirigía María Teresa Andruetto. Como el libro originalmente era mucho más extenso, acordé una estrategia de la que después me arrepentí: que fuera publicado en dos partes. La publicación de la segunda parte se fue retrasando y retrasando hasta que la colección se discontinuó.

Cuando suena el despertador, el inspector Martinuchi, que no ha pegado un ojo en toda la noche, lo deja un rato. Como estoy despierto, no tengo por qué despertarme. Son las seis de la mañana, suena la alarma del despertador y él mismo sueña que suena una alarma. En su sueño, Martinuchi no sabe de dónde viene el sonido. Se fija en el reloj despertador y a éste le falta una aguja. Luego, enseguida, el reloj tiene tres agujas, pero no funciona. Como Martinuchi sabe que se trata de un sueño, piensa entonces que la alarma cesará de sonar ni bien despierte. Hace fuerza para despertar y, cuando al fin lo logra, el despertador sigue sonando. Martinuchi no hace nada para apagarlo; debe ser el despertador de mi sueño que aún sigue sonando; tengo que dormirme para apagarlo. Martinuchi va y viene del sueño, sin lograr su cometido de terminar con la chicharra que ya le lacera los oídos. En esas vueltas, hace tal movimiento con el brazo derecho, que el despertador cae al piso y se rompe. Martinuchi se levanta sobresaltado: ¡qué pasó, qué pasó, qué pasó!

Fragmento de La estrategia del sueño, de David Wapner, il. Gabriela Burin (Ediciones del Eclipse, 2005).

—Esa es una excelente colección de obras muy diferentes que a la vez conviven armoniosamente unidas por esa diversidad.
—En mi opinión es una colección a la que no le pusieron fuerza, que descuidaron por sobre la colección de libros álbum. Era una colección muy buena. Otro libro que estaba en la colección Cuenta conmigo de Editorial Ateneo que también se discontinúo fue Los barrosos casos del Inspector Martinuchi (1998). Fue el último libro que publiqué antes de irme de la Argentina. Incluía cinco cuentos, era una serie de relatos con el mismo personaje protagonista de La estrategia del sueño. Después salió Interland (Sudamericana, 1999); la novela La estrategia del sueño la escribí ya estando en Israel.

También escribí en Israel Una novela de mil páginas que se publicó en la editorial de culto Siesta. El posfacio lo escribió Leónidas Lamborghini. Esa novela es una eclosión de toda una década de literatura. Una novela de mil páginas es un libro muy importante para mí junto con Tragacomedias (Ediciones La Trompa de Falopo, 1993), un libro que tuvo una tirada muy corta y fue considerado el libro más importante de la década del noventa. Este libro incluye una obra de teatro que se llama La playa. Textos intermedios entre teatro, prosa y poesía.

La Trompa de Falopo fue una revista artesanal que de alguna manera inició la movida de los noventa, y donde muchos publicábamos. Para mí fue más importante que la revista de poesía 18 Whiskys. Después esta revista empezó a sacar libros en el mismo formato de la revista y luego ese formato lo retomó Ediciones del Diego. En esa editorial publiqué el libro de poemas Violenta Parra (Ediciones del Diego, 1999). Después fue reeditado en poesia.com, un sitio muy importante que existió hace unos años, que hacían Daniel García Helder, Alejandro Rubio y Martín Gambarotta. Una especie de versión digital de la revista Diario de poesía. Fue el primer sitio web en publicar libros completos en formato digital.

—En alguna entrevista leí que usted percibía en el spam algo del orden de lo poético. Como si las máquinas encerraran alguna clase de lenguaje que se podría vincular con la poesía. Me pareció una forma poco común de mirar el spam, algo que producen las máquinas mediante algoritmos, que más bien todo el mundo rechaza, desecha, evita.
—Últimamente no estoy recibiendo esa clase de spam. Yo creo que alguien incluyó todas esas palabras que aparecen en un spam y les dio la libertad de que se combinen. Algún tipo de intervención humana hay ahí. Algunos ejemplos de este tipo de spam yo los coleccioné. Algunos son textos tétricos, a veces palabras rarísimas, y con una extrañeza que no me causaba casi ninguna literatura contemporánea que yo leía.

—En esa relación entre hombres y máquinas, ¿habría algo de ese tipo de lenguaje que usted encuentra en la comunicación entre hombres y animales?
—No es lo mismo, pero sí, hay alguna conexión. Una distancia con la lógica, un quiebre con la lógica porque cada vez es más difícil conmover.

—La intencionalidad poética ¿está en esa intervención humana sobre la máquina, o en la lectura de lo que produce el mestizaje entre el ser humano y la máquina?
—Evidentemente esos envíos buscan un lector. Es el lector el que siente el texto. Sin el lector no existe nada. Alguien carga esos algoritmos.

—Y en su escritura ¿tiene muy presente al lector?
—Muchas veces sé que lo que escribo va a ser leído por los chicos, pero depende. Hay libros como Ícaro, que, si bien es un libro que tiene que ver con la infancia, yo no imaginé publicarlo en una colección juvenil. Escribo muchas cosas y siempre pienso: ¿lo voy a publicar para chicos? Lo que yo escribo es una única literatura. La vez pasada en un encuentro en el que también estuvieron los poetas Alejandro Rubio y Martín Gambarotta leí un poema que nunca hubiera pensado publicar para chicos que se llama «Mardablogues» y Fernando Molles, un poeta, que escribe en muchos medios, me preguntó si no había pensado en publicarlo para chicos.

Fragmentos, sólo quedan fragmentos y mueren fragmentos. Triunfan fragmentos, que se fragmentan en fragmentos que se desconocen y disparan para cualquier lado. Se anuncia el arribo de un gran fragmento que volará en fragmentos al fragmento madre. La noticia se fragmenta y son fragmentos sin eficacia que golpean sobre la capacidad fragmentaria de comprender.

Fragmento de Ícaro, de David Wapner (Comunicarte, 2007)
Destacado ALIJA 2007, categoría Novela

También presentamos Pequeña Guía de la Gaturbe como espectáculo para adultos, en una gira por España hace cuatro meses. Tenemos un pequeño grupo de fanáticos de Gaturbe.



Presentación en Buenos Aires de Pequeña Guía de la Gaturbe, de David Wapner y Ana Camusso, con la participación de la «gatantate» Myriam Belfer, quien ayudó a crear un puente hacia ese extraño lenguaje gatuno. Video gentileza de su realizador Daniel Gómez.

La mía es una única literatura y depende de mi decisión qué publico para chicos y qué no publico para chicos. Ese es el punto por el que yo soy considerado «raro» en la literatura para chicos. No me atengo a la convención de lo que se considera literatura para chicos, no creo en esos límites. Por eso la literatura para chicos es considerada casi un subgénero.

De chico yo no escuchaba música para chicos, me parecía espantosa. A María Elena Walsh la empecé a escuchar de más grande, y comencé a respetarla de más grande. Yo de chico escuchaba todo tipo de música. Y lo mismo con los libros. Los libros para chicos me parecían espantosos.

—Y ahora que incursionó en la literatura infantil y juvenil, ¿hay autores con los que siente afinidad?
—Creo que con Ema Wolf, Ricardo Mariño. Algunos libros de Adela Basch, con ella hay una empatía. Y la obra de María Elena Walsh me parece fundamental, es una obra total. También estimo la obra de Graciela Montes, la de Aventuras y desventuras de Casiperro del Hambre (Colihue, 1995). Y la obra de María Teresa Andruetto.

—¿Y Horacio Clemente? Es un autor que yo encuentro que está en sintonía con su obra.
—Sí, Horacio Clemente también. Él fue el primer autor que ilustró Ana Camusso con Historias de perros y otras personas (Libros del Quirquincho, 1990). Hace mucho que no leo nada de Horacio Clemente. Con Sergio Kern tengo mucha afinidad, somos muy amigos de Sergio. Él ilustró mi libro Algunos sucesos de la vida y obra del mago Juan Chin Pérez. Un autor menos conocido que me gusta es Mario Varela, es un gran poeta.

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Algunos sucesos de la vida y obra del mago Juan Chin Pérez, de David Wapner, il. Sergio Kern (Sudamericana, 1991)

—Tiene publicados libros preciosos como por ejemplo De cómo duermen los animales (Sudamericana, 1994) y El paraíso viviente (Pequeño editor, 2004).
—Me encanta. Yo lo presenté en Sudamericana y en Libros del Quirquincho. Junto con Darío Rojo publicaron El trabajo de los animales (1996), cuando en el Quirquincho ya estaba trabajando como editora Adela Basch. En esa colección yo publiqué Murmú, el tímido y otros cuentos (1997). Los libros no circulaban bien en esa época. Creo que el gran momento de Libros del Quirquincho fue cuando estaba Graciela Montes y el Negro Díaz. La muerte del Negro Díaz fue un gran golpe. Y después la ida de Graciela Montes.

—De ese entonces, de la época del boom de la literatura para chicos posdictadura a la actualidad hay una fuerte marca y una proliferación de libros que apelan al humor, al absurdo. Es una de las tendencias que más se promueven en la producción editorial. En ese registro se pueden identificar autores con estéticas muy diferentes: Ricardo Mariño, Luis María Pescetti, por otro lado Ema Wolf, Horacio Clemente y su literatura. Es una zona que usted transita pero de una forma bastante peculiar.
—Más que absurdo yo creo que mis libros alrededor del personaje de Martinuchi son obras de humor, humor surrealista. Creo que en la literatura argentina hay grandes maestros del humor: Leopoldo Marechal, Macedonio Fernández, Leónidas Lamborghini, y el que yo más admiro, Antonio Di Benedetto, con su humor retorcido. Creo que es una forma de plantarse de nuestra literatura, una marca en el orillo de la literatura argentina, y en general de las grandes literaturas. Por ejemplo, en la obra de Kafka hay humor; lo kafkiano por extremo es humorístico y siniestro.

—En su libro El águila usted trabaja lo siniestro, en una historia que entrama lo documental con lo fantástico. En ese libro retoma los sucesos históricos alrededor de aquellos buques alemanes que desembarcaron en costas del Atlántico tripulados por soldados nazis que hacia el final de la Segunda Guerra Mundial escapaban de Europa.
—Ese es mi libro sobre el Holocausto y la Shoá. Es difícil hacer humor con la Shoá. Escribí ese libro a partir de un lugar que yo conocía y donde pasé parte de mi infancia que es El águila. Hay evidencias históricas de que Uruguay no fue colaboracionista y de que, en cambio, Argentina sí lo fue. Uruguay les dio a todos los marineros del Graf Spee un ultimátum para que abandonaran Uruguay y los que no murieron en el hundimiento se refugiaron en Buenos Aires, en Córdoba. El gobierno argentino les abrió los brazos.

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Obra realizada en 1945, por Juan Torres a pedido de Natalio Michelizzi (Atlántida, República Oriental del Uruguay)

—Otro libro suyo es Pajarraigos, que juega con los arraigos y desarraigos, planteado de una manera muy bella y poética. ¿Cómo trabajó con Claudia Degliuomini, la ilustradora, para crear las imágenes de la historia de estos pájaros con raíces?
—No trabajé con ella. Recién nos comunicamos cuando el trabajo ya estaba terminado. Las editoriales no siempre propician el trabajo en conjunto entre escritores e ilustradores. Turdera, por ejemplo, por iniciativa propia me mandó los bocetos de sus dibujos de Canción decidida y fue lo más aproximado a un trabajo en conjunto.

—Como sucede en Pajarraigos, muchas veces sus relatos parten de una pregunta. En la duda de Canción decidida, en la pregunta latente sobre el futuro de Ícaro hay una mirada interrogativa sobre el mundo. ¿Alguna clase de lecturas filosóficas o metafísicas lo influencian a la hora de escribir?
—No particularmente. Pero el tema de la duda cartesiana abre puertas. Toda una zona de su literatura Juan Gelman la plantea a partir de la pregunta; Gelman es pura pregunta, es el motor de su poesía.

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Pajarraigos
, por David Wapner, il. Claudia Degliuomini (Comunicarte, 2007).
Destacado de ALIJA 2007, categoría Libro ilustrado.

Cuando uno se interroga no hay nada previo, no hay preconceptos, no hay verdades absolutas, es un disparador de la literatura. Tal vez los pensamientos de Pascal que leí de muy joven son también un motor.

—Junto con la Pequeña Guía de la Gaturbe podría armarse una extensa bibliografía con muchos otros libros protagonizados por gatos dentro de la literatura infantil: Hay que enseñarle a tejer al gato, de Ema Wolf (Sudamericana); Diario de un gato asesino, de Anne Fine (SM); Un gato no es un cojín, de Christine Nöstlinger (Alfaguara); Gatos eran los de antes, de Graciela Cabal (Alfaguara); Un gato como cualquiera, de Graciela Montes (Colihue); El regreso de los alagatos, de Ursula K. Le Guin; sin dejar de mencionar «El gato negro», de Edgar Allan Poe; Cheshire, el gato de Alicia en el País de las Maravillas, pasando por los michifuces de María Elena Walsh y hasta el famoso «Gato con botas». Una lista que también podría incluir algunos libros álbum como: ¿Mi gato y yo?, de Satoshi Kitamura (FCE), Mi gatito es el más bestia, de Gilles Bachelet (Océano), los gatos-detectives de Yvan Pommaux... En fin, la lista podría ser infinita; los lectores de esta entrevista seguramente podrán agregar otros libros.
—Ana y yo tradujimos hace muchos años Old Possum's book of practical cats, de T.S. Eliot. Yo tengo perros y gatos. «Un gato como cualquiera», de Graciela Montes, es un cuento soberbio.

—Es conocida la afinidad de muchos escritores con el universo felino (Osvaldo Soriano, Julio Cortázar, Doris Lessing, etc.). ¿Qué vínculo cree usted que existe entre la mitología del escritor y la mitología gatuna?
—El gato es un animal que parecería interesarse por los procesos de creación. Cuando uno está leyendo, el gato se pone cerca y se concentra con vos, y le gusta que uno esté leyendo o escribiendo. Te mira, entrecierra los ojos. El gato te acompaña y a veces quiere intervenir. Incluso a veces se sube sobre el texto que estás leyendo o se apoya sobre los papeles que estás escribiendo. Si estás escribiendo en la computadora, pone sus patas cerca del monitor y se mueve por ahí.

El perro es un animal totalmente afín al ser humano. Pero el gato es un animal totalmente parecido al ser humano y tiene total conciencia de sí mismo, sabe negociar con su interlocutor humano, dialoga, tensa, demanda y produce un gran diálogo. Es un animal que al ser humano lo conmueve y a veces hasta la locura. Es amado o es odiado.

—No provoca indiferencia...
—El gato padeció los avatares de la humanidad. Sufrió crueles matanzas. La demonización del gato comienza con la Iglesia que le achacaba culpas, lo asimiló con el demonio y por eso ordenó su exterminio. La bruja, la mujer, el gato, la casa de brujas están relacionados. Los egipcios deificaron al gato, hasta tal punto, que no recuerdo qué potencia —podría ser Roma— había sitiado una ciudad egipcia y no podían romper el cerco, sabían que los egipcios amaban a los gatos entonces largaron gatos sobre las murallas, de manera que los egipcios para no lastimarlos depusieron las armas y ese imperio conquistó esa ciudad egipcia. Los egipcios incluso los momificaban. Históricamente fue en Egipto donde el gato fue domesticado por primera vez. Hace relativamente muy poco tiempo que está domesticado. El gato vive en la ciudad, comparte con el hombre, pero no está domesticado del todo, cosa que produce un resquemor en el humano. Cuatro mil, cinco mil años es muy poco tiempo. En cambio el perro ya hace más de cien mil años que está domesticado, que se dio la transición del lobo al perro.

En Israel el gato es un animal muy presente. En ciudades como Tel Aviv está protegido por ley —vacunaciones gratuitas, hay bebederos para gatos, etc.— y en todas las ciudades es común encontrar mujeres que cuidan a los gatos. Hacia el final de la Pequeña Guía de la Gaturbe aparece la pregunta acerca de cómo sería una ciudad sin gatos y el gatoráculo responde: «Triste, como un plato vacío».

En varias ciudades de España descubrimos que ya no hay gatos, en algunos pueblitos hay unos pocos, pero generalmente no se ven gatos. Y en la Argentina actualmente no se ven gatos. Antes de que yo emigrara a Israel yo veía más gatos en la calle. De algún modo hay una política de exterminio del gato.

—Hay una película de Chris Marker, Chats perchès (2004) que filma y sigue las huellas de unos enigmáticos gatos por las calles de París. La cámara va tratando de encontrar ese gato, es una extraña street movie. Marker es un cineasta de culto que generó a su alrededor mucho hermetismo acerca de su vida. Cada vez que alguien le solicita una fotografía suya para ilustrar un reportaje, un libro o una entrevista, Marker envía, si es que envía, una foto de su gato preferido.



Chats perchès, dir. Chris Marker (Francia, 2004).

—A mí su libro me recordó ese documental francés, con ese gato de ciudad, camuflado en diversos rincones para sorprender a los humanos, al lector.
—Sí, es eso, y también una estrategia para sobrevivir. Para ser hay que ser dos veces, hay que imitarse a sí mismo, hay que sobreactuar el ser para sobrevivir. El gato adopta camuflajes o más que camuflajes mimetismos, se va redefiniendo. El error del racismo es la idea de pureza. Las virtudes se transmiten por hibridación, por las mezclas.

—Hablando de sobrevivir, usted reside en Israel. ¿Cómo es la vida cotidiana en un país militarizado, en estado de guerra permanente? ¿Cómo convive con eso alguien que como usted —rodeado por esa realidad— se dedica a inventar universos literarios?
—Llega un momento en que la realidad es tan dura, que se vuelve insoportable. Acabo de presentar un libro que se llama Tierra metida, que antes fue un blog que escribí, y que hizo eclosión con la última operación en Gaza. Este libro llega hasta el primer día de la operación en Gaza.

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Tierra metida, de David Wapner (Macedonia, 2009)

Y después una buena parte del resto, que fue la parte más leída en el blog, la escribí estando postrado en la cama por un problema en las lumbares, eso va a salir en una antología del blog Nación Apache. Se va a llamar Tierra de fuego y Tierra de humo el periodo de cese de fuego. Después de eso se provocó en mí un corte fuerte con toda esa situación. Se me volvió insoportable escuchar la radio, la música, tomé distancia. Sentí un corte muy fuerte. Ahora tengo pendiente leer el último libro del escritor Amos Oz, que es vecino nuestro, vive en Arad.

En Israel hay un cine crítico, una literatura crítica y hay un periodismo crítico, pero la censura israelí es muy inteligente. Se publica todo, pero queda relegado a los círculos intelectuales, que son los más progresistas. Y como Israel es un país muy fragmentado lingüísticamente, donde una buena parte se puede considerar semianalfabeta en hebreo (hablan, pero no leen hebreo) el poder es consciente de eso. La mayoría de los inmigrantes habla ruso. Los rusos tienen sus propios medios de prensa y no leen la prensa israelí, y los que pueden leer leen la parte obvia del diario, pero suplementos con unas notas larguísimas, escritas por gente muy inteligente son leídas por una minoría, y no influyen.

¿Oíste hablar de Vals Im Bashir (2008)? Fue una película muy elogiada en el exterior, ganó el Globo de Oro a la mejor película extranjera, fue candidata al Oscar a la mejor película extranjera. Sin embargo, en Israel casi que no tuvo repercusión. Eso no molesta. Es una táctica diferente a la de las dictaduras que reprimen, encarcelan. Es otra táctica de censura. Yo en Israel conocí una forma de censurar que no prohíbe, que permite que circule, da prestigio intelectual a quien tiene un punto de vista crítico pero que no influye en el devenir del proyecto político.

—¿Cómo viven los chicos con los que ustedes tienen contacto la experiencia de un país en guerra?
—Nosotros hacemos talleres de arte con chicos. Trabajamos sobre una técnica que desarrollamos en Israel a partir de diarios y plasticola. Es una variante del papel maché tradicional. Los chicos lo primero que hacen frente al diario es señalar fotografías con escenas de sangre, destrucción. Al principio nosotros tratábamos de que no vieran todo eso, pero vimos que eso no llevaba a nada.

Los chicos se relacionan directamente con esa realidad. Trabajamos varias veces en la ciudad de Shderot, que es la ciudad más castigada por los ataques palestinos con cohetes Kassams, y los chicos miran las imágenes de destrucción y nos las muestran, señalan y explican «está escuela la conocemos», se ríen, se emocionan y sienten algo así como admiración por la fuerza del palestino. En ese sentido, tanto los chicos israelíes como los palestinos actúan de la misma forma. Cuando en los medios se anuncian noticias sobre la explosión de un coche o de un transporte público y está el automóvil destruido, en llamas, los primeros que se asoman a ver qué pasa son los chicos. Sacan pedazos de la carrocería, lo muestran a la cámara. Tienen una relación ambigua de admiración del enemigo.

—Una conducta que parece defensiva, para no mostrar el miedo.
—Después sí, aparece también el miedo. Más allá de qué lado están, están inmersos en una situación de violencia. No tienen claro quién es quién. A veces repiten conceptos, opiniones que escuchan en sus casas.

—¿Algo de ese contexto en el que los chicos están inmersos se manifiesta en la creación?
—Hay cierta tendencia. Por ejemplo, en el taller con papel de diario hacen aviones, tanques, etc. Se dan muchas situaciones parecidas a las que aparecen en el libro Tierra metida. Nosotros en el taller les proponemos representar animales, y dicen: «Quiero hacer un león», animales fuertes, poderosos.

Hace once años que vivimos allá, pero nuestra idea sería vivir un poco acá y otro poco allá. Acá, en la Argentina, están los amigos, la gente que uno quiere. Este mes y medio en el país resultó muy poco, con una demanda afectiva impresionante.

Fecha: 22 de julio de 2009

Ficha

Publicado: 22 de julio de 2009

Última modificación: 29 de abril de 2014

Audiencia

Docentes

Directivos

Familias

Área / disciplina

Nivel

Secundario

Categoría

Entrevistas, ponencia y exposición

Modalidad

Todas

Formato

Texto

Etiquetas

poesía

animación

literatura infantil y juvenil

Autor/es

Mónica Klibanski

Licencia

Creative Commons: Atribución – No Comercial – Compartir Igual (by-nc-sa)


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