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Joaquín V. González: entre la tradición y la modernización

Político, educador, estadista y fundador de la Universidad de La Plata, constituye un referente de las corrientes liberales de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Polémico y no exento de contradicciones, contribuyó a inventar una tradición nacional en el marco del proyecto modernizador de la generación del ochenta.

Joaquín V. GonzálezLa trayectoria vital de Joaquín V. González (Nonogasta, provincia de La Rioja, 1863 - ciudad de Buenos Aires, 1923) coincidió con un tiempo social y político cargado de desafíos para la Argentina. Su existencia estuvo atravesada inicialmente por el período de la consolidación del Estado nacional, que en 1880 se impuso bajo la hegemonía política del orden conservador. 

Años más tarde, González intervino activamente, cuando —al quedar desfasado de la sociedad que el proceso de modernización había transformado— ese orden entró en crisis. En ese marco, el riojano se constituyó como un intelectual y consolidó su posición, en medio de los vaivenes y de las turbulencias generadas dentro de ese proceso histórico. A lo largo de los años, actuó decididamente en diversos ámbitos: ejerció cargos políticos, fue docente, ensayista, jurista y literato. Su acción vasta y significativa lo convierte en uno de los representantes más notables de la élite político-intelectual del período.

Joaquín V. González consideró que el proceso de modernización generaba tensiones, desajustes y desafíos. Creía que era necesario hacer una reforma social e intentó promoverla en términos multiperspectivos: sus propuestas de reforma electoral, de legislación laboral y de cambios en el terreno educativo son ejemplos de su voluntad modernizadora. Su posición liberal reformista produjo —junto a la de otros intelectuales y políticos— una torsión ideológica dentro del grupo de la oligarquía. Supo dar visibilidad al conflicto social en el marco de la esfera estatal, pero su posición de reformador y su discurso no estuvieron exentos de tensiones. 



González manifestó una temprana preocupación por garantizar la cohesión social ante los riesgos que implicaba la modernización. En La tradición nacional (1888), reflejó su voluntad de enlazar la mirada al futuro que impulsaba dicho avance, con la necesidad de filiar a la sociedad en un pasado que fuera reconocido como un acervo común y desde el cual esa sociedad pudiera proyectarse.

En el contexto de la emergencia de las multitudes, del cosmopolitismo y del peso creciente del materialismo, organizó un relato de orígenes que debía operar como una marca identitaria para la sociedad argentina. Realizó un esfuerzo intelectual extraordinario para brindar un relato sublime y sublimado de la historia a través de la tradición. Sólo ella podía ser —según González— el principio de unidad en un país cosmopolita. De allí, la importancia que le dio al mito y a la epopeya como modos de estetizar a la historia. Fue así que su pedagogía de la patria se sostuvo en la imaginación estética como fuente de la experiencia pedagógica.



En su relato, los Andes se convierten en el espacio privilegiado para narrar la historia de la nación. Sus montañas se constituyen en un reservorio contra el materialismo; allí es donde se enraíza el núcleo de la tradición, esto es, la nación quechua. 

González buscó articular el idealismo con el progreso, pensar en la «fuerza» de la tradición indígena y del interior más allá de la barbarie sarmientina, en la relación del hombre con su tierra y en la tradición como sostén sensible de la historia. Trabajó fuertemente para sumar cohesivamente esas fuerzas y tópicos que política, filosófica y culturalmente operaban de manera centrífuga en el pensamiento social argentino. No obstante, a pesar de esa articulación, no se apartó en términos historiográficos del canon mitrista: ubicó a la Revolución de Mayo como un «génesis», mientras que parangonó a Caseros como el teatro de «una nueva redención».

Joaquín V. González

Buscó interpelar el sentimiento nacional desde modulaciones nativistas. Los hilos de la tradición enhebraban en su relato a sectores y sujetos que habían sido excluidos o estigmatizados por la historiografía liberal. Sin embargo, ese movimiento novedoso y de rescate era posible, en tanto y en cuanto aquellos permanecieran estetizados en la trama de la tradición. 

La articulación que produce González entre tradición y modernización se vio traccionada cada vez más por ese polo modernizador de cuño positivista, que representaba el futuro imaginado al que debía dirigirse la Argentina moderna. En los inicios del siglo XX, su nativismo romántico fue virando hacia un patriotismo constitucionalista

Joaquín V. González

En un fragmento de El juicio del siglo (1910), González expresó la tensión que habitaba en su discurso respecto de la relación entre tradición, historia y política. A propósito de la Campaña al Desierto de Roca, señaló: «Quedaba así terminada para siempre la guerra secular de fronteras, digna del romance legendario y heroico que algún día se cantará y referirá en poemas e historias que ungirán de sentimiento nativo el recuerdo de aquellos aguerridos soldados (…) que exponían día a día su vida en luchas irregulares cuerpo a cuerpo, con indiadas innumerables y feroces (…); se desvanecía como en la leyenda wagneriana la horrorosa historia del monstruo que durante siglos devoró la sabia y perturbó la paz de la nación entera». 

Este párrafo expresa la tensión que atravesó el pensamiento y la obra de Joaquín V. González: las reformas que buscó promover y el futuro que imaginó estuvieron impulsados por un liberalismo constituido de elementos conservadores. En esa tensión, la otredad que estetizó en pos de una tradición nacional fue subordinada a un relato que fuera compatible con la Argentina moderna.

* Imagen: "Cartel en Vicente López", realizada por Agus ferrocaril (Wikimedia Commons).

Marcelo Mariño es docente de la cátedra de Historia de la educación argentina y latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). También es capacitador en el área de Ciencias Sociales de la Escuela de Capacitación Docente - Centro de Pedagogías de Anticipación (CePA) y coordinador de Historia en el programa Adultos 2000, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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Publicado: 05 de marzo de 2013

Última modificación: 08 de marzo de 2013

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