24 de marzo y género: «De la casa a la plaza»
Abordar la dictadura desde una mirada de género. Un afiche, propuestas de actividades por nivel educativo y para las familias, y materiales complementarios para volver a pensar el pasado reciente.
Este material forma parte de la colección El Género De La Patria una apuesta a conocer y reflexionar sobre la historia desde una nueva agenda de derechos, una oportunidad para profundizar el nexo entre efemérides y democracia.
El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas realizaron un golpe de Estado. Derrocaron a la entonces presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón y dieron comienzo a una dictadura.
El mismo día del golpe, la Junta tomó varias medidas: declaró el Estado de sitio; suspendió la actividad de los partidos políticos; intervino los sindicatos; prohibió el derecho de huelga; instaló la pena de muerte para delitos de orden público; impuso una férrea censura de prensa y removió los poderes ejecutivos y legislativos nacionales y provinciales. En suma: clausuró todas las instituciones fundamentales de la vida democrática.
Entre 1930 y 1983, la Argentina sufrió seis golpes de Estado. Sin embargo, la expresión “terrorismo de Estado” sólo se utiliza para hacer referencia al último de ellos porque en aquella oportunidad existió un plan represivo sistemático para disciplinar a una sociedad que venía de una fuerte movilización y organización social y política. Además de encarcelar, perseguir y condenar al exilio a militantes políticos, la dictadura aplicó una metodología de terror específica: la detención y desaparición forzada de personas, las torturas sistemáticas —entre ellas los delitos sexuales— y el secuestro y apropiación de menores. Para esto se utilizó la fuerza pública estatal de manera ilegal y se instalaron más de 500 centros clandestinos de detención, muchos de los cuales funcionaban en instituciones públicas como comisarías, escuelas y hospitales.
Por otro lado, la dictadura implementó un plan económico que erosionó fuertemente el modelo industrializador que desde la década de 1940 había permitido el desarrollo del mercado interno y la generación de empleo que le dio fuerte protagonismo al movimiento obrero organizado.
El reverso del terror estuvo en la lucha y la denuncia emprendida por los organismos de Derechos Humanos que, incluso, durante los años de la dictadura, resistieron y reclamaron por la vida de los desaparecidos y las desaparecidas, construyendo lo que con el tiempo sería la demanda por memoria, verdad y justicia.
Desde los primeros años de la democracia, comenzó un largo proceso de justicia que, aún con sus momentos de impunidad, logró sostenerse hasta nuestros días. Aún hoy en muchas provincias argentinas siguen siendo juzgados algunos de los responsables de cometer delitos de lesa humanidad, que por esa condición nunca prescriben.
Las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo son mujeres cuyos familiares —hijos, hijas, nietos, nietas— fueron víctimas del terror estatal. Empezaron a buscarlos en plena dictadura, primero de manera individual; al poco tiempo constituyeron agrupaciones donde transformaron el dolor privado en lucha colectiva.
La primera vez que usaron el característico pañuelo blanco fue en una peregrinación religiosa a la Basílica de Luján, adonde fueron con el objetivo de visibilizar su reclamo. Una de ellas sugirió que para identificarse utilizaran un pañal de tela de sus hijos o hijas. Al poco tiempo, el pañal se transformó en pañuelo, un símbolo que a esta altura es uno de los grandes símbolos nacionales.
En sus primeras épocas, allá por 1977, el reclamo de las Madres de Plaza de Mayo tuvo poca recepción social. Algunas de ellas, como Azucena Villaflor, también sufrieron el destino de la desaparición. Los dictadores y quienes apoyaban al régimen las llamaban “las locas de la Plaza”. Sin embargo, ellas no se daban por vencidas: creaban símbolos, inventaban rituales y buscaban estrategias para hacer visible la ausencia de sus seres amados, los desaparecidos y las desaparecidas. Las Madres y las Abuelas se fueron convirtiendo en un “nuevo sujeto político”, capaz de crear espacios de resistencia donde dominaba el terror y de convertir las relaciones familiares y personales en relaciones políticas.
El reconocimiento público a estas mujeres luchadoras fue llegando con el paso del tiempo y hoy están identificadas, tanto en la Argentina como en el resto del mundo, como un emblema de los Derechos Humanos. Por eso hoy también la escuela las reconoce y las abraza.
Conversar en familia es una oportunidad para establecer un diálogo entre generaciones a partir de una fecha tan importante de nuestro pasado reciente como es el 24 de marzo de 1976, y también para profundizar lo que conocemos sobre la historia de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.
La memoria siempre se produce en tiempo presente, por este motivo el abordaje de la historia reciente argentina incorpora algunas preguntas y problemáticas que nos atraviesan en la actualidad como sociedad. A continuación, se proponen algunas actividades para mirar esta propuesta en familia y conversar sobre la dictadura incorporando una mirada de género.
Compartimos algunos materiales para enriquecer y complementar esta propuesta exploratoria para pensar estos temas desde una perspectiva de género.
Las disidencias según la dictadura
La vigilancia y el control desplegado por la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires durante los años de la dictadura estuvo marcada por el odio y los prejuicios hacia las disidencias sexuales. La nota de Máximo Matías “Marimacho y afeminado: la persecución a los gays durante la dictadura” en Infojus, 24/03/2015 analiza algunos archivos donde aparece esa forma de persecución.
Los padres también lucharon
Las memorias y narrativas sobre la resistencia durante los años de la última dictadura centraron las miradas en las prácticas desarrolladas por organizaciones de derechos humanos conformadas por mujeres: Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. “Los padres de la plaza”, testimonio de Mario Belli y Marcos Weinstein, Canal Encuentro, son breves testimonios que ponen en evidencia cómo tramitaron el duelo y qué acciones desplegaron para reclamar memoria, verdad y justicia quienes fueron padres de los y las desaparecidos/as.
Un testimonio
La experiencia de Sara Rus es reveladora de cómo se caracterizaron las prácticas genocidas a lo largo del siglo XX. Sobreviviente de los campos de concentración nazis y madre de un hijo detenido-desaparecido durante la última dictadura militar, su testimonio “Tengo que contar”, capítulo “La memoria”, Canal Encuentro. pone en evidencia la agencia de una mujer frente acontecimientos de dimensiones sensibles.
Ser mujeres en la ESMA
El Museo Sitio de Memoria Esma realizó en 2019 la muestra temporaria Ser Mujeres en la ESMA. Testimonios para volver a mirar, centrada en lo que sucedió con las mujeres en ese centro clandestino. Las guías y los guías cuentan que las estudiantes jóvenes en las visitas preguntaban “¿y qué pasó con las mujeres?”. Los delitos sexuales y las acciones de resistencia organizaron un relato que se completa con una intervención en la cartelería utilizando el lenguaje inclusivo.
Lo personal es político: una historia de amor en la ESMA
En esta breve crónica, María Sondereguer, especialista con larga experiencia en temas de memoria y género, escribe sobre una historia de amor ocurrida en la ex Esma durante los años del terrorismo de Estado. Ese hecho la impulsa a analizar qué sucedió con las mujeres antes, durante y después de la dictadura.
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Publicado: 20 de marzo de 2020 Última modificación: 25 de septiembre de 2020
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