“Milonga de Jacinto Chiclana”, de Jorge Luis Borges

Me acuerdo. Fue en Balvanera, en una noche lejana, que alguien dejó caer el nombre de un tal Jacinto Chiclana. Algo se dijo también de una esquina y un cuchillo; los años nos dejan ver el entrevero y el brillo. Quién sabe por qué razón, me anda buscando ese nombre; me gustaría saber cómo habrá sido aquel hombre. Alto lo veo y cabal, con el alma comedida; capaz de no alzar la voz y de jugarse la vida. Nadie con paso más firme habrá pisado la tierra; nadie habrá habido como él en el amor y en la guerra. Sobre la huerta y el patio las torres de Balvanera, y aquella muerte casual en una esquina cualquiera. No veo los rasgos. Veo, bajo el farol amarillo, el choque de hombres o sombras y esa víbora, el cuchillo. Acaso en aquel momento en que le entraba la herida, pensó que a un varón le cuadra no demorar la partida. Solo Dios puede saber la laya fiel de aquel hombre; señores, yo estoy cantando lo que se cifra en el nombre. Entre las cosas hay una de la que no se arrepiente nadie en la tierra. Esa cosa es haber sido valiente. Siempre el coraje es mejor, la esperanza nunca es vana; vaya pues esta milonga, para Jacinto Chiclana.