“Junín”, de Jorge Luis Borges

Soy, pero soy también el otro, el muerto. El otro de mi sangre y de mi nombre, soy un vago señor y soy el hombre que detuvo las lanzas del desierto. Vuelvo a Junín, donde no estuve nunca, a tu Junín, abuelo Borges. ¿Me oyes, sombra o ceniza última, o desoyes en tu sueño de bronce esta voz trunca? Acaso estés buscando por mis ojos el épico Junín de tus soldados, el árbol que plantaste, los cercados y en el confín, la tribu y los despojos. Te imagino severo, un poco triste; quién nos dirá cómo eres y quién fuiste.