“Trama de Medea de Eurípides”, en Pérez Asensio, Magdalena. El mito en el teatro cubano contemporáneo. Universidad de Murcia, 2009.

La obra comienza con Nodriza quejándose de la suerte de su ama y haciendo una pequeña introducción, en la que nos narra cómo Medea participó activamente ayudando a los Argonautas en la búsqueda del vellocino de oro en la nave Argos por amor a Jasón y ante sus promesas de amor eterno. De esta forma traicionó a su padre, asesinó a su hermano y posteriormente, utilizando a sus hijas, asesinó a Pelias y huyó con Jasón a Corinto, donde vivieron los dos en calidad de exilados y tuvieron dos hijos. Seguidamente, nos cuenta la situación actual en la que se encuentra Medea: Jasón yace en el lecho de Glauce o Creusa, hija del rey Creonte, rey de Corinto, después de haberla tomado en matrimonio. Su sufrimiento es tal que Nodriza que conoce bien el carácter de su ama, teme y anticipa ya una desgracia mayor. Entra Pedagogo, quien pregunta a Nodriza por la pena que observa en ella, la cual explica que, después de tantos años con sus amos, está implicada emocionalmente en las circunstancias actuales y sufre por su ama y sus hijos. Pedagogo, por su parte, se ve en la penosa obligación de informarle de un rumor que corre por la ciudad: Medea será exilada junto con sus hijos del reino según órdenes de Creonte, y pide a Nodriza que oculte la noticia a su ama, en tanto que Nodriza advierte a Pedagogo para que separe a los hijos de su madre, pues es temida por su cólera. De esta forma advierte a los niños que entren en casa y que no se acerquen a su madre. Se oyen los lamentos de Medea que maldice a sus hijos, a Jasón y a su esposa deseándoles la muerte, y recuerda con añoranza y vergüenza su ciudad y la traición a los suyos, mientras que Nodriza llama a la moderación y el coro, ante las amenazas de venganza de Medea, le aconseja que deje que Zeus haga justicia. El coro de mujeres corintias pide a Nodriza que haga salir a Medea de casa para poder hablarle. Por fin ella sale y les explica cómo la desgracia se ha cebado con ella, sola, pues vive en calidad de extranjera y ha sido ultrajada por su marido, quien era todo para ella, por lo que se encuentra al límite de desear su propia muerte. Mientras tanto aparece Creonte, que ordena directamente a Medea que salga desterrada de Corinto junto con sus hijos de forma inmediata, temeroso de que pueda hacerle daño a su propia hija. Medea intenta convencerle de que no es a él ni a su hija a quien odia, pues ellos no son culpables de la traición de Jasón, y así le suplica quedarse un día más en la ciudad para organizar el destierro en las condiciones más favorables para sus hijos, y sin más se aleja confiado. Entonces Medea revela su verdadera faz, y cuenta a Corifeo que en ese día que aún le queda para su destierro matará al padre, a la hija y al esposo, por supuesto, con sus conocimientos de brujería. Jasón aparece entonces reprochándole su carácter colérico y las maldiciones que públicamente ha lanzado contra la familia real, pero ella le echa en cara todo lo que hizo por él y la traición que a cambio recibe, amén de no cumplir los juramentos y dejarla a ella y a sus hijos errantes, sin patria. Jasón niega el mérito de la conquista del Vellocino de oro a Medea, otorgándosela a Afrodita, la diosa del amor, y justifica la acción de la boda actual como una necesidad mayor, pues, siendo como es él un desterrado, sería insensato dejar pasar la oportunidad de mejorar su situación social y económica, pensando también en el futuro de sus hijos y los que tendrá pronto con su nueva esposa; dejando bien claro que no es el amor a Glauce ni el odio hacia Medea lo que decide la boda, sigue, cínicamente, quejándose de los celos de Medea y su comportamiento poco racional como un mal común a todas las mujeres, poniendo de manifiesto su terrible egoísmo. Corifeo se pone de parte de Medea, tachando de traición la acción de Jasón. Medea, inteligente, destapa su hipócrita discurso y niega la ayuda que éste desea proporcionarle en cuanto a su marcha, y, digna, lo despide con una amenaza divina: se arrepentirá de esta boda. Entra Egeo en busca de la hospitalidad de su amiga Medea. Ésta entabla un diálogo amistoso con él, interesándose por su problema: no puede tener hijos y los ansía desesperadamente. Medea le promete que usará sus artes para que él pueda engendrar hijos sanos, pero le suplica ser acogida en su patria, ya que se encuentra desterrada y abandonada, teniendo como enemigos a la casa de Pelias y a la de Creonte. Sabiendo que Egeo no quiere enemistarse con Jasón pues no se compromete a sacarla de la ciudad, sino a acogerla cuando ella llegue a Atenas por sus propios medios, Medea le hace jurar ante la tierra y el sol que jamás la expulsará de su ciudad, pagando con su vida la ruptura de este juramento. Rinde culto a Zeus, pues ve cómo los acontecimientos se suceden de forma favorable para llevar a cabo su venganza. Y relata al coro la forma en que va a acometer la venganza: hará venir a Jasón para tener una nueva entrevista con él en la que se mostrará dócil sobre todo por amor a sus hijos, y le pedirá a éste que consiga que sus hijos permanezcan en la ciudad para no exponerlos al destierro. Para ello los enviará a casa del rey con un presente envenenado (un fino peplo y una corona de oro laminado) para la recién casada, Glauce, con el que la matará a ella y a todo aquel que ose tocar a la muchacha. El siguiente paso será la muerte de sus hijos, y con esto el final de la estirpe de Jasón. Corifeo se manifiesta en contra de los planes de Medea, pero Medea se muestra inflexible y ordena a Nodriza que parta en busca de Jasón. El coro intenta razonar exponiendo que los atenienses son sabios y felices, y que esa tierra jamás acogería a un ser tan impuro como ella, que está maldecida por el crimen de sus propios hijos. Llegan Nodriza y Jasón, y ella inmediatamente suplica el perdón de éste y llama a sus hijos, que aparecen con Pedagogo, con el fin de que se reconcilien con su padre. Éste les promete que serán atendidos a la par de sus futuros hermanos. Aceptando aparentemente Medea su exilio, solicita de Jasón su intervención ante Creonte para evitar el destierro de sus hijos, y, si es preciso, que sea la propia Glauce, hija de Creonte, la que se ocupe de tal empresa. Para demostrar su buena voluntad, entrega a los niños el regalo para la recién casada y les aconseja que supliquen a ésta que interceda ante su padre para evitar el penoso destierro, y acepte de buen grado el presente unos adornos bellísimos que el abuelo de Medea, el Sol, concedió a sus descendientes, la corona de oro y el peplo, como símbolo de reconciliación. Acto seguido los niños se encaminan hacia el palacio de Corinto. El Coro manifiesta su pesar ante los acontecimientos que se precipitan y sabe que no hay esperanza de vida futura para los niños. La princesa tomará los regalos y se adornará con ellos, con lo que se entregará a la muerte. Se conduela también del acto de Jasón, como primer culpable de la cadena de acontecimientos desgraciados, y de la desdicha de una madre que mata a sus propios hijos. Aparece Pedagogo con los niños después de haber hecho tan penoso encargo, pero Medea está desconsolada y cuenta a Pedagogo cuán infeliz es, y sin más explicaciones le pide que entre en la casa y se ocupe de los niños durante su destierro. Medea se debate entre su huida con los niños y llevar a cabo su venganza matándolos. Flaquea por amor a sus hijos y les pide que entren en casa, pero cuando queda sola se arma de valor y ratifica su terrible venganza. Está decidida. Los niños aparecen de nuevo en escena y Medea se despide de ellos con la tristeza que la situación requiere, pero las fuerzas la abandonan y pide que los alejen de ella pues no tiene valor siquiera para mirarlos. Corifeo se dirige a Medea haciéndose cargo de lo doloroso que es ser madre y lo que supone el más cruel de los males para cualquier hombre, la muerte de sus hijos. Llega Mensajero agitado pidiendo a Medea que huya de Corinto, pues han muerto Glauce y Creonte a causa de sus filtros venenosos, y por ello el castigo si la detienen será terrible. Medea demanda del Mensajero información fidedigna de los hechos y éste cuenta cómo, ante la mirada de los fabulosos regalos, Glauce consintió todo aquello que su marido le pedía, y rápidamente se probó el peplo y se colocó la corona; mientras se paseaba feliz con sus nuevas galas, comenzaron unos terribles temblores, la tez le cambió de color y echaba espuma por la boca. Acto seguido la corona de oro lanzaba fuego, y terminó por abrasarla hasta que quedó irreconocible. Los criados temerosos no se atrevieron a tocar el cadáver, pero su padre que nada sabía y, ante el horror de ver el cadáver de su hija, se arrojó en sus brazos, quedándose para siempre pegado a ella por efecto del veneno y muriendo de igual forma. Medea se dirige al coro y le comunica que todo seguirá como estaba pensado y a continuación entra en la casa para consumar el asesinato de sus hijos. El coro desconsolado pide a la Tierra y al Sol que detengan a esta mujer antes de que cometa la más abominable de las acciones. Desde dentro se oyen los gritos de dolor y desesperación de los niños aterrados por su propia madre. El coro hace un amago de ir en auxilio de los niños, pero ya es tarde. Jasón entra en escena y se encuentra con el coro al que pregunta por Medea, y sobre todo por sus hijos, pues quiere salvarlos de la venganza de los familiares de Glauce y Creonte; pero Corifeo le explica que llega tarde, pues ya los niños han muerto a manos de su madre. Lleno de rabia Jasón busca a Medea para vengar tamaña atrocidad, pero Medea aparece con los cadáveres de sus hijos en un carro dado por el Sol para que huya a Atenas. Jasón maldice a Medea, pero ella ni siquiera se digna contestar a sus acusaciones, sino que muestra la satisfacción de la venganza consumada y lo que supone para Jasón. También le restriega sus próximos planes: enterrar a sus hijos en el santuario de Hera, para que ningún enemigo pueda ultrajar las tumbas, casarse con Egeo, padre de Teseo, rey de Atenas, y para Jasón augura una vida de dolor para finalmente morir de forma violenta.