Recordar la sanción de la Ley de voto femenino es recuperar una
lección de convivencia democrática
¿Desde qué puntos de vista recordar un suceso como el del 50.°
aniversario de la Ley de Sufragio Femenino? De todos ellos, opto por
dos: el primero, contribuir a la memoria colectiva de las jóvenes
recordando lo reciente de esta conquista; el segundo, recuperar para la
cultura política de fin de siglo la inusual lección de convivencia
democrática que dio la Cámara de Diputados cuando votó la ley en la
sesión especial del 9 de setiembre de 1947. Ese día hubo de todo. El
despacho de mayoría fue presentado por el cordobés Graña Etcheverry, con
una intervención que, centrada en el sufragio, discutía, en realidad, el
lugar de la mujer en la sociedad, dedicando su artillería a demoler los
argumentos de Otto Weineger sobre la desigualdad femenina y agregando
una audaz asociación entre las posturas restrictivas de la libertad
política femenina con la teoría antidemocrática. Por su parte, el
radical Baulina expuso los antecedentes locales e internacionales del
sufragio; su correligionario López Serrot enumeró el protagonismo
femenino en la historia nacional, sustentó la existencia de una
secuencia entre derechos económicos y derechos políticos y reivindicó la
persistencia radical y socialista en la obtención del voto. Y todos,
opositores u oficialistas, se movieron en la duda sobre la frontera
femenina: ¿mujeres o mujeres/madres? Pregunta respondida desde el
martinfierrismo del yo alabo al Eterno Padre... porque a todas ellas les
dio corazón de madre, hasta la mención de las propias madres de los
legisladores. En otra onda, el ministro del Interior, invitado al
recinto, hizo una sobria y minuciosa estimación de los tres millones y
medio de nuevas votantes que entrarían en los comicios. Masa crítica,
diríamos hoy, que la oposición dijo no los iba a llevar a especular
sobre la orientación de su voto, como obstáculo para cumplir su
compromiso. Por último, y para la discusión historiográfica actual,
fueron escasas -no más de tres- las referencias a Eva Perón, y el mismo
ministro estableció que el hecho de haber suscripto el país las Actas de
Chapultepec era un elemento adicional para concretar esta
reivindicación. Voces disonantes. Dos legisladores fueron disonantes con
el clima de la reunión en los aspectos que recordamos: respecto de la
tolerancia, el radical Salvador Sanmartino, que definió al país como un
volcán de pasiones, rencillas y odios, que a su juicio constituía un mal
momento para introducir el sufragio. Y el conservador Pastor, que
defendió un despacho de minoría. Que vale la pena recordar, si las
jóvenes creen que el derecho al voto fue una conquista sencilla. En un
típico movimiento gatopardista, Pastor propone que la inscripción en el
padrón de votantes sea optativa, y sólo después el voto obligatorio para
las inscriptas. Esto es, que quede a voluntad de las mujeres la decisión
de ejercer sus deberes cívicos. Paternalista ayer y machista en lenguaje
contemporáneo, sustenta dos objeciones: la primera, cómo el voto
femenino puede fracturar la concordia de los hogares, y la segunda, el
hecho de que los fenómenos fisiológicos a los que está sometida la mujer
podrían impedirle votar. Reiteradamente se mencionó en la sesión a las
mujeres que afuera estaban pegadas a la radio, las que engalanaban los
palcos y las que tempranamente habían abandonado fábricas y talleres
porque esperaban la ley ese día. Como el despacho venía del Senado, y el
que se debatía era levemente distinto, no habría ley ese día. La mayoría
decidió entonces retirar el despacho y votar el del Senado sin
modificaciones. La convivencia, tensa pero fértil, que había acompañado
al debate, saltó rápidamente por los aires y en algunos minutos los
legisladores se pasaron todas las cuentas pendientes. Pero se votó, y el
proyecto de ley fue aprobado por la unanimidad de los 117 legisladores
presentes. El 23 de setiembre de 1947, en un acto frente a la CGT, el
presidente Perón le entregaba a Evita el decreto del Ejecutivo que lo
convertía en ley 13.010. Luego del complejo proceso de empadronamiento
femenino, las mujeres votarían por primera vez en el año 1951. ¿Qué
queda hoy sino reconocer con alegría que nuestra ciudadanía política
haya nacido, en medio del fragor del momento histórico, en un marco de
convivencia como ése?
Feijoo, María del Carmen. «A
cincuenta años del voto femenino en la Argentina». En: Clarín,
agosto de 1997.