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La Conquista de América es un ejemplo de encuentro entre dos culturas. ¿Qué ocurre cuando nos encontramos con una identidad cultural diferente de la nuestra?

La Conquista de América es también un ejemplo de las graves consecuencias que puede acarrear la discriminación cultural, en especial cuando, en sus formas extremas, encubre y justifica los intentos de dominación o eliminación de los «diferentes».

1. Reunidos en pequeños grupos, indaguen el significado de las siguientes palabras.

Recurran a diccionarios o enciclopedias disponibles en la biblioteca de la escuela y tambien a los recursos disponibles en la web.

2. Ahora que conocen algunos conceptos importantes, pueden leer los siguientes fragmentos de Tzvetan Todorov y Laurette Sejourné, que se encuentran al final de estas actividades.

3. Luego de una primera lectura de los dos textos, respondan entre todos el siguiente cuestionario, buscando respuestas en los textos y volcando sus opiniones.

La Conquista de América. El problema del otro

Quiero hablar del descubrimiento que el yo hace del otro. El tema es inmenso. [...] De los numerosos relatos que se nos ofrecen he escogido uno: el del Descubrimiento y la Conquista de América. [...]

Dos justificaciones fundamentaron –a posteriori– la elección de este tema como primer paso en el mundo del descubrimiento del otro. En primer lugar, el descubrimiento de América, o más bien de los americanos, es sin duda el encuentro más asombroso de nuestra historia. En el «descubrimiento» de los demás continentes y de los demás hombres no existe realmente ese sentimiento de extrañeza radical: los europeos nunca ignoraron por completo la existencia de África, o de la India, o de China; su recuerdo está siempre ya presente, desde los orígenes. Cierto es que la Luna está más lejos que América, pero sabemos hoy en día que ese encuentro no es tal, que ese descubrimiento no implica sorpresas del mismo tipo: para poder fotografiar a un ser vivo en la Luna, es necesario que un cosmonauta vaya a colocarse frente a la cámara, y en su casco vemos un reflejo, el de otro terrícola.

Al comienzo del siglo XVI los indios de América están bien presentes, pero ignoramos todo de ellos, aun si –como es de esperar– proyectamos sobre los seres recientemente descubiertos imágenes e ideas que se refieren a otras poblaciones lejanas. El encuentro nunca volverá a alcanzar tal intensidad, si esa es la palabra que se debe emplear: el siglo XVI habrá visto perpetrarse el mayor genocidio de la historia humana.

Los indios físicamente desnudos también son, para los ojos de Colón, seres despojados de toda propiedad cultural. Se caracterizan en cierta forma por la ausencia de costumbres, ritos, religión; lo que tiene cierta lógica, puesto que para un hombre como Colón los seres humanos se visten después de su expulsión del paraíso, que a su vez es el origen de su identidad cultural. [...] es significativo el hecho de que [la desnudez física] lo lleva a la imagen de la desnudez espiritual: «Me parece que es gente muy pobre de todo», escribe en el primer encuentro [12/10/1492]. Esta gente es muy mansa y muy temerosa, desnuda como dicho tengo, sin armas y sin ley» [27/11/1492]. Ya se sabe que los indios están desprovistos de lengua, ahora se descubre que carecen de ley y religión [...] No tiene nada de asombroso que estos indios, culturalmente vírgenes, página blanca que espera la inscripción española y cristiana, se parezcan entre sí: «La gente toda era una con los otros ya dichos de las mismas condiciones.». [17/10/1492]

«Ellos son gente como los otros que he hallado y de la misma creencia.» [3/12/1492] «Son la mejor gente del mundo y más mansa.» [16/12/1496]

«Los indios se asemejan porque todos están desnudos, privados de características distintivas.»

No podemos esperar encontrar en los escritos de Colón un conocimiento detallado de la población.[...] Colón decide admirarlo todo y la belleza física en primer lugar [...]. Esta admiración, decidida de antemano, se extiende al plano de la moral. «Estas gentes son buenas», declara Colón desde un principio, sin preocuparse de fundamentar su afirmación.

Por lo demás, cuando llegue a conocer mejor a los indios, habrá de dar en el otro extremo, pero no por ello son menos dignas de fe sus informaciones. Se ve a sí mismo naufragado en Jamaica «cercado de un cuento de salvajes y llenos de crueldad y enemigos nuestros» [Carta a los Reyes 7/7/1503]. Lo que más llama la atención aquí, es que para caracterizar a los indios Colón sólo encuentra adjetivos de tipo bueno/malo, que en realidad no nos enseñan nada [...] porque corresponden a estados momentáneos y no a características estables, porque vienen de la apreciación pragmática de una situación y no del deseo de conocer.

La primera reacción espontánea frente al extranjero es imaginarlo inferior, puesto que es diferente de nosotros ni siquiera es un hombre, o si lo es, es un bárbaro inferior. Si no habla nuestra lengua es que no habla ninguna; no sabe hablar, como pensaba todavía Colón. Y así, como los eslavos de Europa llaman a su vecino alemán nemec: el mudo; los mayas de Yucatán llaman a los invasores toltecas nunob: los mudos, y los mayas chakchikeles se refieren a los mayas nam como tartamudos o mudos, y los que no hablan nauthl son llamados tenime: bárbaros, o popolca: salvajes. (TODOROV, T. (1992). La Conquista de América. El problema del otro (págs. 13 y 14.). Siglo XXI Editores.)

Antiguas culturas precolombinas

[...] En realidad, nada hay más consecuente que esta discriminación hacia los miembros de una comunidad que era destrozada a su gusto y con respecto a la cual se condujeron los europeos como «verdugos o sayones o ministros de Satanás...» [...] Efectivamente, los muertos se cuentan por millones. Las cifras de los testigos, que antes se consideraban exageradas, se revelan modestas a la luz de los estudios actuales que se esfuerzan por reconstruir los cuadros demográficos del continente a la llegada de los españoles. [...] Sean cuales fueren los métodos usados, la disciplina de los investigadores y la región analizada, las conclusiones concernientes a la disminución de la población son sensiblemente iguales siempre, las tasas oscilan entre el 75 y 95 por ciento, según la importancia económica y social de las regiones y su mayor o menor alejamiento de las capitales.

Borah y Cook sostienen que los dieciséis millones ochocientos mil indios de 1532 se habían reducido a un millón seiscientos quince mil en 1605. El especialista Charles Gibson afirma que de los habitantes de la meseta –un millón y medio– no se contaban más de setenta mil antes del fin del siglo. El historiador Juan Freide, en sus estudios ejemplares sobre Colombia, llega a cifras muy aproximadas al hablar de los supervivientes. [...] Puesto que las estadísticas muestran un alza en la mortalidad a medida que la colonia se estabiliza, nos vemos obligados a creer, con Las Casas, que el régimen inherente a los repartimientos en «tutela» fue más sanguinario que las batallas. [...] Situado mejor que nadie para saberlo, Cortés se pregunta, no obstante, si el despoblamiento que comprueba, lo mismo en las islas que en México, fue debido a las guerras o bien a los gobernantes, pero en una carta al Emperador de 1530, menos de 10 años después de la caída de Tenochtitlán, disipa muchas dudas: «[...]certifico a vuestras majestades que si les durara, que en muy breve tiempo la pusieran en el término que a la Española [ya devastada] y a las otras islas. Porque ya falta más de la mitad de la gente de los naturales a causa de las vejaciones y malos tratos que han recibido». (SEJOURNÉ, L. (1973). América Latina. Antiguas Culturas Precolombinas (vol. 21, págs. 66 a 71). España-México: Siglo XXI.)