Introducción

Secuencia I

Ilustración: Gustavo Damiani

La costumbre de contar historias es muy antigua. Todos los pueblos conservan relatos que explican cómo nacieron, cuál es el origen de sus dioses, de sus cosechas, de su lenguaje. Las historias, del mismo modo que las semillas, viajan por el mundo y se agrandan o se achican en boca de los narradores. Muchas circulan de boca en boca desde tiempos antiquísimos.

Un componente básico de toda narración es la secuencialidad: en un relato las acciones se ordenan en una secuencia temporo-causal. Una simple sucesión cronológica de acciones no constituye un relato: si decimos «el rey murió y luego murió la reina», tenemos sucesión de acciones en el tiempo, pero no hay relato. En cambio, si decimos «el rey murió y luego la reina murió de pena», el relato se ordena en relación con esa causalidad. En «El arte narrativo y la magia», J. L. Borges dice que en el cuento rige una causalidad frenética, parecida a la de la magia o a la de la superstición. En un cuento no hay ningún elemento que esté porque sí, todo es funcional, todo tiene su causa o su razón de ser.

Ricardo Piglia, en su artículo «Tesis sobre el cuento», también reflexiona sobre el tema de la causalidad en los relatos. El escritor parte de un argumento de A. Chéjov: «En Montecarlo. Un hombre va al casino. Juega. Gana un millón. Vuelve a su casa. Se suicida». Como dentro de nuestros esquemas socioculturales el suicidio no es compatible con ganar un millón en el casino, haría falta una explicitación de causas para vincular los dos hechos. En principio, lo que aparece son dos historias desenganchadas: la historia del juego y la del suicidio. Piglia propone, como primera tesis, que todo cuento narra dos historias: una visible y otra secreta, y luego aclara que la historia secreta no es una historia oculta que hay que descubrir a través de la interpretación, sino simplemente una historia que se cuenta de manera enigmática. Cada una de esas dos historias responde a una causalidad diferente y los mismos elementos participan de ambas, funcionan en una y otra historia; a veces, esa relación depende de la capacidad del lector para realizar inferencias.


Propuesta

Todos los relatos, literarios y cotidianos, tienen alguna relación con las competencias compartidas entre escritor y lector. Por ejemplo, si alguien dice «Hay un pollo asado sobre la mesa», se puede suponer que acaba de ser sacado del horno o que acaban de traerlo de la rotisería y se espera que una o varias personas se sienten a comerlo. Pero nadie esperará que se lo coloque de adorno sobre la mesa o que salga volando. Lo mismo ocurre con la secuencia ganar-suicidarse. Dentro de los cánones habituales, la acción de ganar es sucedida por la del festejo. En la medida en que se quiebra lo previsible, se hace necesario explicar lo que pasó. De aquí que la misteriosa secuencia de Chéjov constituya el germen de un cuento (si bien nunca llegó a escribirse).

El propósito de esta actividad es revisar con los alumnos opciones previsibles o lugares comunes narrativos y explorar las opciones menos previsibles como disparadoras de relatos. La consigna da pie, además, para reflexiones interesantes acerca de los géneros narrativos como patrones o esquemas con un margen alto de previsibilidad.

Consigna1

Primera parte: completar las siguientes secuencias. Identificar la acción previsible y el lugar común como primera opción, y luego ofrecer otra que los transgreda.

  1. Un joven que circula en su auto por una ciudad desconocida pierde la memoria. Aparece un anciano.
  2. X desea la muerte de Z. Lo invita a comer.
  3. Alguien está por ser condenado a muerte. Aparece un testimonio de la defensa.
  4. Alguien está muy nervioso en su casa. Se corta la luz.
  5. Un personaje anuncia que va a salir de viaje. Prepara el equipaje y se despide.
  6. Un guerrero funda un gran imperio. Sus enemigos lo sitian.
  7. Alguien anota en su agenda absolutamente todo lo que tiene que hacer. La pierde.
  8. Alguien encuentra una agenda telefónica y quiere devolverla. El único dato del dueño es su nombre.
  9. Un mandarín está enamorado de una cortesana. Como prueba de amor, ella le pide que la espere sentado en un banco cien noches bajo su ventana.

Segunda parte: elegir una de las secuencias y escribir el argumento para un relato.

Secuencias

Ilustración: Gustavo Damiani

1Esta consigna fue elaborada por María Fernanda Cano y por Carmen Crouzeilles, docentes del Taller de Expresión 1 de la carrera de Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (UBA).


Sugerencias didácticas

La teoría de Ricardo Piglia sobre la coexistencia de dos lógicas en el cuento moderno (dos historias que actúan en forma autónoma) explicita la concepción que aún sigue existiendo sobre este tipo de relato. Desde sus comienzos, con Edgar A. Poe, a mediados del siglo XIX, el cuento moderno se ha presentado como una estructura fija y cerrada cuya esencia está en la brevedad y en su composición efectista, en la cual «no debe haber una sola palabra cuya tendencia, directa o indirecta, no apunte hacia ese diseño establecido de antemano» . En ese sentido, Piglia lleva adelante una vuelta de tuerca sobre la tradición retórica del cuento y las diversas transformaciones que ha sufrido ese género a los largo del siglo XX con escritores como Kafka, Joyce, Hemingway, Borges, etc.

De este modo, la consigna de escritura que desarrolla esta propuesta nos da la oportunidad de partir de acciones comunes, acontecimientos aparentemente irrelevantes, que, en el cruce con otras causalidades (la historia secreta) se disparan como relatos «raros», «extraños», difíciles de explicar desde una sola perspectiva. Así, la producción de un cuento por parte de los alumnos no solo torna más compleja su visión sobre lo «real» sino también sobre la teoría de la literatura y sobre un género literario en particular.

Les sugerimos comenzar con la lectura del cuento de Poe, «Los crímenes de la calle Morgue», a partir de la cual se reconocen las dos historias que Piglia enuncia en el artículo citado más arriba. Se logra, de esta manera, vincular lectura con escritura y reponer la actividad previa necesaria para desplegar la consigna de escritura de la propuesta para el aula.