La vida del doctor Johnson, de James Boswell (fragmento)

1 - Hablé de la reciente expulsión de seis estudiantes de la Universidad de Oxford que eran metodistas y no querían desistir de hacer públicamente sus oraciones. JOHNSON. “Señor, esa expulsión ha sido extremadamente justa y oportuna. ¿Qué tienen que hacer en una universidad los que no están dispuestos a aprender y tienen la presunción de enseñar. ¿Dónde ha de aprenderse la religión sino en una universidad? Señor, se les examinó y se vio que eran unos sujetos muy ignorantes”. BOSWELL. “¿Pero no es muy duro el expulsarlos?; pues me han dicho que eran unas buenas personas”.  JOHNSON. “Creo que pueden ser buenas personas, pero no eran gente adecuada para estar en la Universidad de Oxford. Una vaca es un buen animal en el campo, pero la echamos del jardín”. 2 - El viernes 10 de abril encontré a Johnson en casa por la mañana. Reanudamos la conversación del día anterior. Me hizo presente algo que se me había escapado de la memoria y me permitió registrarla con más precisión. Se quedó complacido con la gran atención que yo había prestado a su consejo de 1763, la época en que empezó nuestra amistad, de llevar un diario, y pude darme cuenta de que se hallaba íntimamente satisfecho de ver tantos productos de su mente conservados en él… 3 - La heterogénea composición de la naturaleza humana estaba muy bien ejemplificada en Johnson. Su liberalidad para dar dinero a las personas en apuro era extraordinaria. Sin embargo, había escondida en él cierta propensión al ahorro mezquino. Un día le confesé que“me veía incidentalmente en un apuro de dinero”. “Bueno –dijo– yo estoy lo mismo. Pero no lo digo”. De vez en cuando me pedía un chelín, y cuando le pedía que me lo devolviera, se ponía de mal humor. Un detalle minúsculo y pintoresco ocurrió una vez: como si se propusiera reprender mi minuciosa exactitud como acreedor, se dirigió a mí de esta forma: “Boswell, présteme seis peniques, pero para no devolvérselos”.