Borges, de Adolfo Bioy Casares (fragmento)

1. Lunes 16 de diciembre de 1963 Por nada hubiera pedido a nadie un prólogo; Borges me regaló el prólogo a La invención (de Morel). Borges ya era como un hermano; sin ningún esfuerzo, él podía corregir cualquier monstruosidad sintáctica en que yo me hubiera atascado; pero nunca me atreví a pedirle que corrigiera un texto mío. Hasta La invención llegué a pedirle soluciones para cosas concretas: “¿Cómo arreglarías esta frase? ¿Y esta?” Nunca más que un corto número de frases que le leía; después de La invención ya no le sometí nunca nada.
2. Domingo 7 de mayo de 1967
Está muy generoso conmigo. En el disco, antes de recitar “El Golem” comenta que su amigo ABC (Adolfo Bioy Casares) le asegura que ese es su mejor poema. En una cinta que le grabó Victoria (Ocampo) para un libro sobre él y su hermana dice que la gente cree que los mayores enseñan siempre a los jóvenes, pero que yo (hear, hear) he sido su maestro…
3. Domingo 26 de enero de 1975
Come en casa Borges. Abunda en buenas observaciones literarias, pero habla en voz demasiado baja, como a veces los sordos, y arrastra las sílabas. Diríase que solo quiere hablar él (no escucha, interrumpe) y que no le importa que lo oigan: colmo de egocentrismo.
4. Sábado 14 de junio de 1986
Un individuo joven, con cara de pájaro, que después supe que era el autor de un estudio sobre las Eddas que me mandaron hace meses, me saludó y me dijo, como excusándose: “Hoy es un día muy especial”. Cuando por segunda vez dijo esa frase le pregunté “¿Por qué?”. “Porque falleció Borges. Esta tarde murió en Ginebra”, fueron sus exactas palabras. Seguí mi camino. Pasé por el quiosco. Fui a otro en Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges. Que a pesar de verlo tan poco últimamente yo no había perdido la costumbre de pensar: “Tengo que contarle esto. Esto le va a gustar. Esto le va a parecer una estupidez”. Pensé: “Nuestra vida transcurre por corredores entre biombos. Estamos cerca unos de otros, pero incomunicados. Cuando Borges me dijo por teléfono desde Ginebra que no iba a volver y se le quebró la voz y cortó, ¿cómo no entendí que estaba pensando en su muerte?”.