Inicio e historia de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo
Todo salió así, como se puede. Nos llevaban presas, nos golpeaban
mucho. A las que sacábamos más la cabeza, por supuesto nos llevaban más.
Nos allanaban la casa, éramos perseguidas. Entonces un día dijimos:
«Che, ¿por qué no formamos una asociación o algo, para que si un día nos
llevan a todas, sepan que algo quedó, que alguien hizo algo en este
país? Porque si no, no hay nada escrito». Entonces, un padre de La
Plata, que era escribano, nos llevó en un lugar así… medio complicado… a
formar la asociación. Una semana antes, el 14 de agosto de 1979, hicimos
la elección con papelitos en un cenicero, en la casa de Mignone, y
bueno, me eligieron por unanimidad presidenta. Y se formó la comisión. Y
después buscamos qué madre quería firmar este otro papel. Y bueno, 20
madres dijeron que sí […] Las madres nos fuimos reuniendo,
y fuimos viendo qué cosas estaban ya prefijadas, que no había que
consultarlas, que no había que reunirse. Nos reunimos todos los martes,
desde siempre. Todos los martes. Para resolver las cosas a veces hay que
reunirse 3 ó 4 martes hasta que sale como tiene que salir. La gente cree
que yo salgo y digo lo que se me ocurre. Pero no, no, acá está todo
discutido. Y están las actas. Tenemos todas las actas, desde la primera
hasta ahora. Todas. Tenemos el archivo más grande de Latinoamérica.
Tanto, que ahora en la Universidad de San Martín van a digitalizarlo con
un grupo de gente de Ciencia y Técnica. Ya están viniendo, ¡y les va a
llevar entre 4 y 6 años! Así que vos fijate el archivo que tenemos.
Nosotros guardamos todo. Y cuando empezamos a hacer las reuniones, sin
saber… Imaginate: de la cocina a la Plaza, como digo yo. Pero, bueno,
alguno decía: «Hay que levantar actas, hay que escribirlas, hay que ver
lo que resolvemos». Todo lo fuimos aprendiendo en el camino, a las
patadas. En el ’80 recién tuvimos la primer casa, la primera oficina.
Antes, siempre en la calle. Todos los organismos tenían casa menos
nosotras, porque había miedo de comprarla, había miedo de que… eras más
vulnerable teniendo una casa […] Luego empezamos a hacer
todos los jueves reuniones políticas a la mañana. Agarrábamos
el diario, y cada una me decía: «¿Qué te parece que pasa con esto?». «Y…
a mí me parece esto», «A mí me parece lo otro», «¿Qué dice ‘La
Nación’?», «¿Qué dice tal otro diario?». Y así nos fuimos politizando un
poquito más [...]. Involucrarnos en los problemas sociales
también fue un paso muy importante, de mucho crecimiento. Y después
empezamos a pensar: «Che, ¿los juicios?». A mí me preocupa más un pibe
que no come que condenar a un milico. Yo quiero que el pibe coma. Si me
hacen elegir, elijo que el pibe coma. Sí, sí. Para mí es mucho más
importante que los pibes coman a condenar a un milico, que ya están
condenados por la sociedad por distintas razones. Y bueno, empezamos a
pensar qué podíamos hacer, y pensamos en seminarios, en discusión
política, en que hay que formar políticamente a la gente. Y en el 2000
abrimos la Universidad. En 6 meses de locura total, con 200 alumnos.
Claro, enseguida quedó chico: la abrimos en el otro lado. Primero
tuvimos que hacer festivales de rock para comprar la casa de al lado de
la que teníamos para poder hacer la Universidad. Hicimos festivales de
rock, juntamos la plata, compramos la casa y la arreglamos entre todos,
y abrimos la Universidad.