Memorias de la Guerra

Los responsables de las Fuerzas Armadas, promotores de la guerra, fueron los mismos que hicieron esfuerzos importantes por denegar el episodio y sus consecuencias trágicas a través del ocultamiento de quienes habían vuelto de las islas. En diferentes guarniciones se obligó a los soldados a firmar un documento en el que se los conminaba a mantener el silencio, lo que en muchos casos implicaba callar los malos tratos recibidos de sus propios jefes. El intento por borrar las huellas de la guerra se emparentaba con la metodología que los responsables del terrorismo de Estado habían aplicado contra una enorme cantidad de militantes de organizaciones populares desde mediados de la década del setenta. La diferencia radicaba en que ahora la estrategia se aplicaba sobre quienes habían atravesado la experiencia límite de la guerra: no se los desaparecía pero se los ocultaba por considerarlos símbolos vergonzantes. Los militares argentinos creían que de este modo era posible evadir la responsabilidad que habían tenido en el planeamiento, la ejecución, el desarrollo y el desenlace de la guerra. Sin embargo, esto no fue posible, entre otras cosas por las conclusiones del llamado Informe Rattenbach. Este documento fue elaborado en diciembre de 1982, durante el gobierno de Reynaldo Bignone, por una comisión creada por la propia dictadura como un último intento de recuperar la legitimidad perdida. El Informe califica a la guerra de «aventura militar» y es contundente a la hora de probar que primó la improvisación. Dice en uno de sus tramos: «Los procedimientos adoptados por la Junta Militar condujeron a la Nación a la guerra sin una adecuada preparación,  contradeciendo  normas esenciales de la planificación y engendrando así errores y omisiones fundamentales que afectaron la orientación estratégica militar y la coherencia de la planificación contribuyente. Todo ello constituyó una causa decisiva de la derrota [...]».Los ex combatientes protagonizaron las más destacadas «batallas simbólicas» de la posguerra. En principio, debieron disputar su lugar social con una serie de discursos que los fijaban en tres representaciones cerradas. Se los veía como protagonistas no entrenados del evento bélico, como el retrato del patriotismo de los argentinos o como víctimas del autoritarismo del régimen. Ninguna de estas miradas coincide del todo con sus propias vivencias de la guerra y la posguerra, atravesadas por dilemas y paradojas […]. Por otro lado, hay que destacar la elaboración política que realizaron muchas organizaciones de ex combatientes, centrada en articular la guerra con viejas luchas políticas argentinas y despegarla de la dictadura. […] el volante que convoca a una marcha impugna a la dictadura por todas sus acciones y exige «juicio y castigo a los responsables del genocidio, la entrega económica y la traición de Malvinas» […]. En este sentido puede ser interpretado el acto ocurrido el 2 de abril de 1983 en la Plaza de los Ingleses, cuando algunos grupos de ex combatientes, acompañados por las juventudes políticas de los partidos más importantes, conmemoraron el primer aniversario del desembarco argentino en las islas. Allí se corearon consignas contra la dictadura, se quemaron imágenes con los rostros de Videla y Martínez de Hoz, y se arrojó al Río de la Plata el monumento de George Canning (el canciller inglés responsable de promover en la Argentina las políticas de expansión imperialistas de Gran Bretaña). De este modo, los ex combatientes buscaban instalarse en la escena pública no como víctimas de una operación de manipulación decidida por la Junta Militar, sino como protagonistas activos de la vida política.  Los que habían sido capaces de arriesgar su vida por la nación -y no la cúpula militar- tenían razones de sobra para proclamarse legítimos herederos de las tradiciones políticas emancipadoras.Sin embargo, este discurso anti-imperialista colisionará, en los primeros años ochenta, con un sentido común –presente, sobre todo, en los grandes centros urbanos del país– que consideraba que todo aquel que evocase la simbología patria quedaba inmediatamente asociado a la última dictadura militar. Los analistas Mirta Amati y Alejandro Grimson han demostrado que en ese período se instaló con fuerza la idea de que la «nación» se escribía con «z», esto es, que todo aquel que se declarase nacionalista resultaba sospechoso de simpatizar con el «nazismo».

Fuente: Federico Lorenz y María Celeste Adamoli (coordinadores) (2010). Pensar Malvinas.
En: Programa Educación y Memoria. Buenos Aires: Ministerio de Educación.