Dibujo de libros

A lo largo del Segundo Ciclo, los alumnos pueden realizar en forma paralela diversas actividades de lectura. La lectura de novelas es una propuesta que, sin sustituir la lectura de cuentos y poesías ya iniciada en Primer Ciclo, plantea nuevos desafíos al lector. En principio, la extensión mayor de este género supone mantener el interés por un tiempo prolongado e interrumpir la lectura para retomarla en otro momento sin perder el hilo argumental. Personajes principales y secundarios se entrecruzan y exigen del lector un complejo y permanente juego de interpretación sobre sus pensamientos e intenciones –no dichas pero reconstruibles, a veces, a través de pistas casi inadvertidas–; son personajes que el narrador puede presentar, gracias a la extensión de la obra, en un lento y sutil proceso de transformación a lo largo del relato; el lector puede, por momentos, «ponerse de su lado» y en otros descubrirse a sí mismo en franco disgusto con sus acciones o sus parlamentos, puede encontrar cómo los hechos que protagoniza coinciden o no con sus dichos... Mantener esta situación de lectura compartida permite que los alumnos, progresivamente, se apropien de una modalidad de lectura que se acelera o se lentifica, que a veces saltea pasajes para averiguar rápidamente el desenlace de un episodio, pero que luego obliga a volver sobre lo omitido porque contiene un «detalle» que da sentido a lo siguiente; el lector, por momentos queda atrapado en la historia y en otros se «aburre», pero también descubre que a la vuelta de página se reencuentra involucrado «realmente» en medio de la escena de ficción.

Un desarrollo posible

Es posible planificar una secuencia de encuentros semanales dedicados a la lectura por capítulos. Los encuentros pueden iniciarse con un anuncio: «Encontré por fin una novela que seguramente les va a gustar. Se trata de... Vamos a empezar a leerla la semana próxima». Este aviso puede dar lugar a que alguno de los alumnos consiga la novela y empiece a leerla o a que, si se trata de una conocida, se hable de ella en la casa.

Antes de comenzar la lectura, es posible comentar con los niños algunos aspectos generales de la obra y dialogar con los alumnos sin adelantar el argumento: «¿Alguno de ustedes ya conocía esta novela?, ¿había visto la película?, ¿se la contaron en casa?, ¿la empezó a leer?». O, en cambio, hablar acerca de su autor, de la época en que fue escrita, o del éxito que tuvo o tiene entre otros chicos de la misma edad: «¿Saben? A esta novela la leían los chicos de la época de los abuelos (o de los padres) de ustedes... Hay varias versiones realizadas en cine... Dicen que su autor vivió siendo joven una aventura parecida a la que cuenta en la novela... ¿Saben algo de su autor?». Se trata de «poner a los chicos en tema», de «lograr un clima» de lectura. Las primeras sesiones deben ser cuidadosamente previstas; el docente puede detectar en la novela algunos momentos de suspenso, divertidos, románticos, que sean los mejores para interrumpir la lectura. Si el libro está en la biblioteca o el ejemplar que el docente lee queda a mano de los niños, tal vez algunos alumnos intenten continuar la lectura en algún momento libre, o pedir el libro en préstamo. Éste es sin duda el mayor éxito. Si varios saben «cómo sigue» el momento de lectura va adquiriendo mayor calidez. La buena literatura puede oírse una y otra vez; a los chicos les gusta reencontrar lo que ya conocen y anunciarle a los compañeros: «Vas a ver lo que viene ahora...».

Al iniciar cada encuentro será necesario realizar alguna pregunta que permita recuperar la acción en el momento en que se interrumpió la lectura: «¿Dónde quedamos? ¿Había descubierto Jim al hombre de la pierna de palo...? Harry había encontrado al sospechoso ya, ¿no es cierto?». Luego de dos o tres sesiones, seguramente pueden introducirse algunos cambios: pedir a algunos que dramaticen una escena muy significativa; preguntarles qué fragmento les gustaría volver a oír; ofrecer el libro a un grupo –rotativamente– para que sus integrantes elijan previamente la escena preferida, para que busquen la descripción de un personaje que recuerdan poco, que necesitan corroborar si ya había aparecido o no. También se pueden plantear algunas dudas acerca de las características de un personaje secundario o preguntas acerca de las anticipaciones de los chicos con respecto a la actitud que asumirá en adelante: «¿Ayudará al protagonista o lo traicionará? ¿Por qué lo creen?», es decir, «¿qué fragmento de la novela les hace pensarlo?». Una vez que se ha avanzado en la lectura, cuando los niños ya están compenetrados con la historia, se los puede invitar a leer algún capítulo en la casa o en un momento libre. Cuando un niño o un grupo de niños avanzan «por su cuenta», el siguiente encuentro puede estar a su cargo. El maestro necesitará acompañar para que organicen el relato de los hechos y alternar su propia lectura con la de los niños. La responsabilidad sobre la lectura de algunos pasajes o capítulos favorece la progresiva autonomía de los lectores.

¿Qué novelas pueden leerse?

En una propuesta de lectura permanente es bueno variar los títulos: algunas novelas clásicas (La isla del tesoro, Robin Hood, Príncipe y mendigo); algunos éxitos actuales (Matilda, Harry Potter). En el Segundo Ciclo, los chicos se interesan por las novelas de aventuras, románticas, policiales... El verdadero interés, sin embargo, seguramente dependerá del entusiasmo que el maestro ponga en la lectura. Si se leen obras de una misma época o de un mismo autor, los alumnos podrán establecer relaciones intertextuales, es decir, advertir situaciones o tipos de personajes que se reiteran –los detectives, los piratas, la joven pareja a quien algo impide amarse libremente–, así como problemáticas constantes: la problemática social, los encantos y los inconvenientes de la vida rural, el retrato de ambientes costumbristas. Este conocimiento enriquece la lectura; los hechos y las palabras les «suenan» porque aunque sean distintos son «los que corresponden», «los esperados». Por el contrario, cuando alguna situación quiebra las anticipaciones –la protagonista muere al final de una comedia romántica y divertida–, el lector «vuelve atrás», revisa el texto porque sospecha que se «perdió» algo, se sorprende. Empieza a comprender entonces, por comparación, las conexiones que existen entre los textos y las características propias del género, el tema, el autor o la época. Si se trabaja con versiones filmadas de la obra, pueden compararse las características de los personajes o de los ambientes que aparecen en la película con los imaginados durante la lectura. Es decir, se abre la posibilidad de establecer relaciones entre los géneros narrativos escritos y las narraciones en otros medios como el cine o la televisión. El cine presenta «una versión» de la historia, que puede haber tenido mayor o menor intención de atenerse a la narración del autor. Esta versión puede coincidir o no con las interpretaciones que los lectores van «imaginando» de los hechos; en ese sentido, amplía el universo de interpretaciones posibles.

Sugerencias didácticas

En un sentido opuesto a lo que ha sido la tradición de la enseñanza de la literatura en las instituciones educativas argentinas, la escuela ha dejado en los últimos tiempos de introducir a los alumnos en la lectura de clásicos de la historia de la literatura. Por su parte, el mercado editorial ha ido multiplicando una gran cantidad de ofertas de libros que integran la llamada «literatura juvenil».

Sin embargo, ya el escritor italiano contemporáneo Italo Calvino se había planteado la cuestión de por qué leer los clásicos1 sus inquietudes subrayaban «la contradicción con nuestro ritmo de vida» que constituía el hecho de leer un clásico. Justamente, la propuesta que aquí se hace pretende impulsar la recuperación del libro clásico, en particular el texto de aventura, por medio de la lectura de autores como Robert L. Stevenson o Mark Twain: libros llenos de piratas, espadas, barcos, esclavitud, peleas, secretos, mapas, que nos alejan de lo cotidiano pero que nos acercan a sensaciones cercanas de los niños, como el miedo, la pérdida, el riesgo, etcétera.

Como bibliografía, se recomiendan otros libros para seguir leyendo, como:

Los tigres de la Malasia, de Emilio Salgari.
La dama de las camelias y Los hermanos corsos, de Alejandro Dumas.
Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain.
Dos años de vacaciones, Ante la bandera, Clovis Dardentor, El pueblo aéreo, Familia sin nombre, La esfinge de los hielos, Las Indias Negras, Las tribulaciones de un chino en China, Los forzadores del bloqueo, Una ciudad flotante, de Julio Verne.

El espíritu con el que se ha encarado esta propuesta es no tanto evaluar la lectura como asegurarla, reivindicando espacios de lectura de relatos que produzcan un intenso interés en los alumnos y el docente, momentos de encantamiento que impliquen para todos la sensación de «no poder dejar de leer». Es esa pasión por seguir leyendo lo que puede prometer nuevos lectores.

1. Italo Calvino, Por qué leer los clásicos, Barcelona, Tusquets, 1992.