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Si hay un conocimiento al que los argentinos se han manifestado sumamente permeables es al de la economía. Generación tras generación, los avatares de nuestro peso sacudieron cualquier resistencia del público y produjeron una curva de aprendizaje de características exponenciales. Cualquier opinólogo cotidiano, digamos un taxista por ejemplo, podrá discurrir sobre el mercado financiero. En algún bar tradicional, de esos que gusta rescatar el programa de cultura del Gobierno porteño, nos dirán de la importancia del valor agregado de nuestras exportaciones y en la farmacia de la esquina, al mismo tiempo que nos toman la presión, nos actualizarán sobre la evolución reciente del tipo de cambio.

En muy pocos países del mundo (salvo Argentina) el nombre del ministro de Economía tiene la popularidad de su deportista mas famoso, es mas, lo mas probable es que lo ignoren a menos que se vea envuelto en algún escándalo. Sin embargo, hice la prueba de pedir tres nombres de ministros de economía recientes en diferentes ámbitos, y si bien la muestra no tuvo diseño científico, el grado de respuesta fue altamente positivo.

Estas son muchas preguntas y no tengo la soberbia suficiente para pretender contestar todas al mismo tiempo. Dada la naturaleza de este espacio, me parece pertinente empezar por explicar como hago uso en clase de esta situación.

Parto de la siguiente premisa: el alumno tiene un conocimiento previo, difuso y poco organizado de la economía política, combinado con cierta dosis de creencias o mitos ampliamente difundidos. Por esta razón es que está en condiciones de "descubrir" leyes, regularidades y conceptos a partir de materiales significativos, como artículos periodísticos cuidadosamente seleccionados, paginas web con el mismo criterio o simplemente desde una apropiada polémica generada en clase, esta última es inevitable y necesaria para poder guiar o conducir desde el lugar del docente la aplicación del método científico.

Podemos -llegado a este punto- hacer un largo listado de creencias, algunas contradictorias entre sí y otras afirmaciones sin fundamento que sirvan de punto de partida a una clase: "La economía Argentina es un sistema de mercado", "En el mercado el consumidor es el soberano", "El tamaño exagerado del sector público limita el crecimiento del sector privado". Para quien desee reflexionar sobre el carácter inocente de estos mitos o creencias recomiendo la lectura de La economía del fraude inocente libro-ensayo de John Kenneth Galbraith.

Una posibilidad es abordar el tema de la distribución del ingreso desde su forma de medición. Algunas preguntas posibles y de mucha actualidad serían:

Una pregunta tan primaria como "¿para que sirve el dinero?" genera suficiente motivación para sostener toda una clase -por las fantasías que provoca-. En ella los alumnos, divididos en grupos, establecen su propia definición del dinero, diferencian sus funciones principales y derivadas, por último es una introducción al papel del sistema financiero en la economía.

El remate de una actividad como esta demanda tener previsto un material para aquellos que -por estar mas motivados- desean proseguir su indagación o un webquest si es tiempo de alcanzar un objetivo a calificar. En materia de webquest en castellano los economistas no nos hemos mostrado muy productivos, sin embargo la pagina de Ecobachillerato provee de 18 que por su variedad y diferencia de elaboración requiere de un próximo post.

El alumno tiene un conocimiento previo, difuso y poco organizado de la economía política, combinado con cierta dosis de creencias o mitos ampliamente difundidos. Por esta razón es que está en condiciones de "descubrir" leyes, regularidades y conceptos a partir de materiales significativos, como artículos periodísticos cuidadosamente seleccionados, paginas web con el mismo criterio o simplemente desde una apropiada polémica generada en clase