Se puede afirmar que mucho se está revisando y repensando, en diferentes ámbitos -desde la formación docente hasta el ámbito académico-, acerca de las efemérides y la escuela, su función en momentos históricos determinados y su actualidad y vigencia en los tiempos que corren.
  
  Como sostienen Mario Carretero y Miriam Krigier en su texto "La usina de la patria y la mente de los alumnos. Un
  estudio sobre las representaciones de las efemérides de las efemérides escolares argentinas"[1],
  la identidad nacional, como producto cultural, se sostiene sobre entes simbólicos que podríamos definir
  como "inventados", como por ejemplo los metarrelatos escolares. Pero, a su vez, el buen funcionamiento de
  las naciones se sostiene en la medida en que sus habitantes pueden mantener una arraigada creencia en una supuesta
  naturalidad de las mismas -como opuesta a su "artificialidad".
  
  En este proceso, según los autores, la escuela ha jugado un papel fundamental de fabricación,
  fundamentalmente a partir de fines del siglo XIX. Así es como se conforma lo que llamamos la "base
  mítica" de la argentinidad, dado que la celebración de las efemérides ha permitido
  construir un sentimiento de pertenencia e identidad nacional. ¿Cómo definir la "identidad
  nacional"? Según Hoyos y Del Barrio[2], la nacionalidad se puede definir como uno de los agrupamientos de
  individuos en términos de los cuales se estructuran las sociedades en la actualidad. Se caracteriza como un
  conjunto de aspectos cognitivos y emocionales, que permiten definir la identidad del individuo en relación con
  su grupo nacional y los grupos diferentes del propio. De este modo, la identidad nacional se construye sobre la base
  de las experiencias del individuo en una diversidad de contextos, como el escolar.
  
  Entendemos que, del mismo modo en que hoy resulta necesario repensar la escuela, sus prácticas tanto de
  enseñanza y aprendizaje como sus modos de evaluar, sancionar e interacturar con la comunidad -entre muchas
  otras cuestiones-, también resulta clave tener en cuenta la heterogeneidad de quienes hoy asisten a ella.
  Pensarla y considerarla en sentido fuerte.
  
  Esto implica contemplar las diferentes experiencias que los alumnos viven hoy y que los conforman, contemplar y
  entender sus contextos de interacción, que están en permanente cambio, poder comprender sus intereses y
  formas de vinculación con el mundo que los rodea. Por tanto, sin dudas el desafío de los docentes hoy
  implica también reflexionar críticamente sobre las prácticas de conformación de la
  identidad nacional que la escuela viene proponiendo desde hace décadas. Son muchos quienes sostienen que la
  escuela ha perdido eficacia en relación a los principios para los que fue creada. ¿Es quizás
  porque le cuesta ver que la población que asiste ha cambiado y cambia de manera constante, y por lo tanto las
  prácticas escolares también deben adaptarse, en alguna medida, a estos cambios?
  
  Ya nadie duda de que atravesamos un momento de veloces cambios socioculturales. La idea de nación cambia, la
  conformación de la identidad nacional cambia, y por tanto los sujetos cambian. La escuela y sus
  prácticas? ¿pueden cambiar?