Juntacadáveres, de Juan Carlos Onetti (fragmento)

“También imagino a Santa María, desde mi humilde altura, como una ciudad de juguete, una candorosa construcción de cubos blancos y conos verdes, transcurrida por insectos tardos e incansables. Veo entonces la diminuta población y entiendo su forma geométrica, sus alturas, su equilibrio; entiendo, por su casi invariable reiteración, los móviles que determinan la inquietud de los insectos; pero no puedo descubrir un sentido indudable para todo esto y me asombro, me aburro, me desanimo. Cuando el desánimo debilita mis ganas de escribir –y pienso que hay en esa tarea algo de deber, algo de salvación– prefiero recurrir al juego que consiste en suponer que nunca hubo una Santa María, ni esa Colonia, ni ese río. Así, imaginando que invento todo lo que escribo, las cosas adquieren un sentido, inexplicable, es cierto, pero del cual solo podría dudar si dudara simultáneamente de mi propia existencia. Nunca hubo antes nada o, por lo menos, nada más que una extensión de playa, de campo, junto al río. Yo inventé la plaza y su estatua, hice la iglesia, distribuí manzanas de edificación hasta la costa, puse el paseo junto al muelle, determiné el sitio que iba a ocupar la Colonia.”