Contaminación hídrica: historia y actualidad de la Cuenca Matanza-Riachuelo

Autor: Luciano Levin Responsable disciplinar: Silvia Blaustein Área disciplinar: Biología Temática: El Riachuelo en la vida cotidiana Nivel: Secundario, ciclo orientado Secuencia didáctica elaborada por Educ.ar

Propósitos generales

Promover el uso de los equipos portátiles en el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Promover el trabajo en red y colaborativo, la discusión y el intercambio entre pares, la realización en conjunto de la propuesta, la autonomía de los alumnos y el rol del docente como orientador y facilitador del trabajo.

Estimular la búsqueda y selección crítica de información proveniente de diferentes soportes, la evaluación y validación, el procesamiento, la jerarquización, la crítica y la interpretación.

Introducción a las actividades

El Riachuelo es la desembocadura del río Matanza, que termina en el Río de la Plata. El Riachuelo posee un importante valor para la ciudad de Buenos Aires y, aunque no se lo reconozca habitualmente, determina gran parte de su cultura. La Boca, River Plate, los olores característicos de ciertos barrios, el puerto, los puentes que lo cruzan, son elementos que siempre están presentes en la relación de las personas con la ciudad de Buenos Aires.

Objetivos de las actividades

Que los alumnos:

Actividad 1

1. Trabajen con el programa Google Maps y busquen el Riachuelo de la ciudad de Buenos Aires. Sigan su recorrido e inspeccionen visualmente el área que abarca.

2. Utilicen dos mapas físicos de la zona y señalen todas las referencias importantes que se encuentren cerca del Riachuelo. Los mapas pueden ser de papel o pueden conseguir una versión electrónica y señalarla mediante un editor de imágenes. No olviden colocar referencias culturales, por ejemplo, edificios históricos, clubes de fútbol, etcétera.

a) En uno de los mapas harán las anotaciones de la actualidad y en el otro las históricas para  compararlas.

b) Con la webgrafía de referencia, investiguen acerca de la biota actual y pasada del Riachuelo. Hagan las anotaciones necesarias en los mapas que están confeccionando. Si señalan especies biológicas, anoten con un color las especies actuales y, con otro, las especies desaparecidas.

c) Comparen los mapas. ¿Qué diferencias encontraron? Elaboren un documento en el que se incluyan ambos mapas, las referencias de donde extrajeron la información y sus conclusiones.

Actividad 2

1. Lean los siguientes artículos y respondan el cuestionario que se encuentra a continuación:

Lectura 1: artículo «Saladeros, contaminación del Riachuelo y cienciaentre 1852 y 1872»  (Ciencia Hoy, vol. 17, nº 101, octubre-noviembre de 2007, p. 48-59). Esta revista se encuentra en formato digital (Ciencia Hoy) o en papel en cualquier biblioteca; en quioscos de diarios la consiguen en el lapso de una semana y seguro que está en todas las universidades; si aún así no la consiguen, pónganse en contacto con la editorial (rvcihoy@criba.edu.ar) para conseguir un ejemplar.

Lectura 2:

El Riachuelo: un problema (casi) Bicentenario Durante los últimos tiempos, instituciones oficiales y privadas argentinas han programado actividades e imaginado festejos para celebrar el bicentenario de la Revolución de Mayo, que se cumple en este año de 2010. Aunque la palabra revolución aplicada a ese acontecimiento tiene connotaciones diferentes de las ideas que asociamos a otras revoluciones, como la francesa o la de Estados Unidos, las consecuencias fueron, a la larga, semejantes: luego de sucesivos pasos que se extendieron por décadas, en especial la declaración de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816, la sanción de una constitución en 1853, la reincorporación de Buenos Aires a la Confederación en 1862 y la proclamación de la Capital Federal en 1880, aquel hecho inicial desembocó en la formación de un Estado nacional independiente y de características propias: la República Argentina. Los aniversarios de fechas nacionales son momentos en que afloran los recuerdos colectivos; sus festejos constituyen instrumentos que afirman la identidad de un pueblo, estimulan los sentimientos de pertenencia a una comunidad, refuerzan el orgullo de los ciudadanos por logros pasados y presentes, y avivan la conciencia de las responsabilidades comunes. Puede discutirse hasta qué punto estos conceptos se aplican al caso argentino, discusión que no es el tema de este editorial, sino señalar que los aniversarios son también momentos oportunos para realizar un balance del camino andado y para delinear rumbos futuros. Es propósito de Ciencia Hoy publicar a lo largo del año notas vinculadas con el pasado del país, como las que en este número se refieren a las metamorfosis de la Pirámide de Mayo y a la inclusión de las etnias aborígenes en los censos de población, que los lectores podrán leer en este doble espíritu de celebración y de investigación. En otras palabras, los aniversarios son buenos momentos para examinar con serenidad y de forma honesta situaciones problemáticas que se vienen arrastrando de un pasado más o menos remoto, que perturban el presente y, por ello, condicionan el futuro. Se puede esperar que un examen de este tipo, que facilite comprender causas y características de esas situaciones, ayude a imaginar nuevas vías de solución, diferentes de las intentadas infructuosamente en el pasado. La contaminación del río Matanza, cuyo tramo final es conocido por el nombre de Riachuelo, es justamente uno de esos problemas que se arrastran a través del tiempo y de los gobiernos, que de manera recurrente son denunciados por voces representativas de las poblaciones que los sufren, que son objeto de postuladas soluciones por parte de técnicos y políticos, y que sobreviven incólumes el pasaje de las décadas sin que denuncias o buenas intenciones les produzcan mella. El curso de agua en cuestión, que desemboca en el Río de la Plata, tiene una longitud aproximada de 60 km que transcurren en dirección suroeste a noreste por una llanura de escasa pendiente, en la provincia de Buenos Aires. Es el desagüe de una cuenca de unos 2200 km2 ubicada entre los ríos Reconquista y Salado, en la que moran alrededor de 3,5 millones de habitantes. El tramo final del río, el que tradicionalmente recibió el nombre de Riachuelo, entre el Puente de la Noria y el Plata, forma el límite de la provincia con la Capital Federal. La existencia y las características de este río explican la fundación en el siglo XVI de la ciudad de Buenos Aires, próxima a su margen norte, cerca de su desembocadura, pues esta formaba un puerto natural sobre el Río de la Plata o Mar Dulce. También explican los más antiguos trastornos sufridos por los pobladores: las inundaciones, que tanto anegaban las construcciones cercanas a dicha desembocadura, en el sitio que terminó llamándose La Boca, como terrenos situados aguas arriba, según lo recuerdan unas conocidas palabras del cancionero de la ciudad: “Pompeya y más allá la inundación”… El crecimiento urbano, por su lado, originó el otro de los grandes problemas asociados con el Riachuelo, que motiva este editorial: su contaminación. No es un fenómeno reciente: existe prácticamente desde la Revolución de Mayo. Es, por ello, un problema bicentenario. Nació con la aparición de actividades manufactureras en la región. En sus márgenes, en efecto, se instalaron a mediados de la década de 1810 diversos saladeros de carne vacuna que enorgullecían a los habitantes y a los dirigentes de entonces, pues sus chimeneas mostraban que la “industriosidad” local producía y podía exportar tasajo, sebo y cueros, y que obtenía excelentes rentas de ello. Pero los saladeros también vertían desechos orgánicos diversos en las aguas del río, lo mismo que múltiples compuestos inorgánicos utilizados en sus procesos. No es difícil entender cómo, a medida que avanzó el siglo XIX, el crecimiento económico y la tendencia urbanística a concentrar buena parte de nuevas actividades industriales en las cercanías del Riachuelo no hicieron sino incrementar su deterioro ambiental. Hacia 1870, por ejemplo, se leía con frecuencia en la prensa sobre “el color sanguinolento del río, los olores fétidos, el burbujeo de sus aguas y la mortandad de peces”, evidencias de la grave corrupción de esas aguas. Los esfuerzos oficiales por controlar esta situación se sucedieron prácticamente desde sus inicios: ya se tomaron disposiciones en ese sentido en 1822. Hacia fines de la década de 1860 un decreto determinó el cierre de saladeros por razones higiénicas y en 1871, con intervención de la Legislatura, se resolvió que estos debían trasladarse a Ensenada, algo que no sucedió, entre otras razones, porque para ese momento la actividad había comenzado a decaer y pronto cesaría debido a la aparición de los frigoríficos. Otras industrias, sin embargo, tomaron el lugar de las suprimidas, con lo que la contaminación se mantuvo o, incluso, se incrementó, mientras que aumentaban también las declaraciones e iniciativas de legisladores y funcionarios ejecutivos acerca de sanear el río. La lista de estudios y normas sobre la cuestión superaría largamente la extensión de este editorial, pero la contaminación siguió creciendo, mientras los esfuerzos por controlarla –bien o mal orientados, genuinos o espurios– produjeron escasos efectos o engrosaron el catálogo de irresponsables promesas incumplidas (como la no lejana de limpiar el río en mil días). En estos momentos, solo en materia de calidad de las aguas (para no hablar también de los suelos, el aire y el conjunto de los seres vivos o biota), las constataciones más recientes indican el incumplimiento de prácticamente todos los parámetros establecidos por las normas vigentes (por ejemplo, la Ley Nacional 24.051 y sus disposiciones complementarias, que regulan los residuos peligrosos). Es decir, las verificaciones técnicas constatan lo que cualquiera sospecha a simple vista: el Riachuelo tiene el nefasto honor de contarse entre las vías de agua más contaminadas del planeta. ¿Es posible revertir este triste estado de cosas? ¿Qué lecciones podemos sacar de dos siglos de historia? Se podría comprender que, a la luz de lo acontecido en esos dos siglos, exista en la población cierta inclinación al pesimismo con relación a la primera pregunta. Pero se puede argumentar que otras experiencias –el Támesis es una que viene enseguida a la mente– demuestran lo contrario, y un solo caso exitoso basta para demostrar que no existe imposibilidad forzosa. Aceptado esto, el paso inicial en la buena dirección posiblemente consista en encontrar respuestas inteligentes a la segunda pregunta. Este editorial no pretende darlas ni los editores de Ciencia Hoy creen estar en posesión de ellas o en condiciones de hacer públicas recetas infalibles. Pero sí están convencidos de que un esfuerzo de reflexión sobre la experiencia histórica permitiría encontrar bases razonablemente firmes para trazar planes y para empezar a vislumbrar una débil luz al final de un largo túnel. Quizá una de las primeras lecciones de esta bicentenaria historia es que las soluciones no se pueden establecer por simple vía legislativa o por disposición de una autoridad, incluso de una autoridad legítima, con jurisdicción y competencia en la materia. Que la Corte Suprema ordene al Poder Ejecutivo poner en práctica una pronta y efectiva solución al problema no conducirá, sin más, a resolverlo, pero puede servir de estímulo a emprender la marcha. Es posible que entre las diversas soluciones propuestas a lo largo de las décadas no hayan faltado algunas técnicamente equivocadas. Sea eso como fuere, se puede aceptar que hoy no resultaría muy difícil identificar un conjunto bien pensado de medidas eficaces que obtengan el respaldo de una amplia mayoría de los especialistas reconocidos en la materia. Pero, nuevamente, la historia lleva a concluir que con solo identificar la solución no se logrará resolver el problema. Ahora, como en el pasado, este no se produce por descuido o simple desidia, sino que es parte de una compleja trama de decisiones individuales e intereses económicos que interactúan en un marco político y normativo determinado. Pero el conjunto de esas decisiones orientadas legítimamente al beneficio económico de personas, empresas u otras organizaciones contaminó el ambiente, es decir, arrojó un resultado perjudicial para la sociedad. Para cambiar ese resultado, se necesita alterar la trama que lo produjo, cuya complejidad excluye las soluciones sencillas. Un componente central de esa trama es el sistema productivo, cuyos integrantes toman decisiones basadas en los costos y beneficios que se derivarán de ellas. Esas decisiones, causantes de la contaminación del río, solo cambiarán si se modifica correspondientemente la relación de costos y beneficios. En otras palabras, si contaminar se hiciera más costoso y no hacerlo, más beneficioso. Y lo mismo vale para el comportamiento de la población como consumidores, en particular para cosas como el manejo de las aguas servidas y los residuos domiciliarios. Para alterar los costos y beneficios de la producción y el consumo y así modificar las decisiones de la gente como productores y consumidores, se necesitan, por lo menos, dos cosas: que una razonable mayoría de la población apoye la iniciativa y que el sistema político adopte medidas que reflejen en buena medida las opiniones de esa mayoría. Nuestra experiencia bicentenaria parece indicar que ese es el único camino. Lo sucedido en otros países lo confirma. ¿Cómo puede contribuir la comunidad científica a encaminar el esfuerzo? Sin duda con su decisivo aporte al diseño de las soluciones técnicas. Pero antes –e igualmente importante– puede asumir liderazgo en ilustrar a la población sobre la índole y complejidad del problema, explicar en forma accesible los parámetros físico-químicos, hidrológicos, del aire y de los suelos que lo caracterizan, así como sus consecuencias en la calidad de vida de la población, la sanidad, la economía, las relaciones sociales y la dinámica política. En esta, como en muchas situaciones complejas, el todo es diferente de la suma de las partes. Esto es lo que una sociedad civilizada espera de sus intelectuales: que analicen con serenidad e imparcialidad los problemas, que tomen distancia de los intereses (incluso de los propios), que pongan la objetividad científica por encima de las ideologías y que ayuden de esa manera a la población a movilizarse por la buena senda. Un programa ambicioso y desafiante. Pero factible. 

Fuente: Revista Ciencia Hoy, Vol. 20 N.º 115, febrero-marzo 2010.

¿La contaminación del Riachuelo es un problema nuevo?

¿Cuál es, según el criterio de ustedes, la principal diferencia entre la contaminación que se producía en el siglo pasado y la que se produce ahora?

De la lectura de estos artículos, ¿piensan que el «problema Riachuelo» es un problema de leyes, de industria, de cultura o una combinación de ellos?

Actividad 3

Debido a sus características biogeográficas pero también a los problemas públicos que desencadenó, el Riachuelo fue objeto de un sinnúmero de intervenciones culturales. Ha sido inspiración de letras de tangos, poesías, cantos populares, pinturas, etcétera.

1. Realicen una investigación acerca de la presencia del Riachuelo en la producción cultural y confeccionen un informe acerca de las principales visiones que estas obras difundieron. Para ello, pueden visitar librerías y conversar con los libreros, o ir a museos y galerías de arte y pedir información especializada. También pueden visitar grupos o blogs de poesía y literatura. ¡Los ámbitos donde el Riachuelo se ha manifestado son infinitos!

Actividad de cierre: ¿Mejorar el Riachuelo?

Durante la historia de la ciudad de Buenos Aires se han tratado de implementar muchas acciones para limpiar el Riachuelo.

1. Mediante la webgrafia de referencia, investiguen cuáles fueron estas acciones y traten de evaluar por qué no funcionaron. Reconozcan las principales estrategias que se han implementado (por ejemplo: ¿fueron estrategias técnicas o regulatorias?).

a) Elaboren resumen con los datos más importantes de esta investigación para utilizar en el siguiente punto.

2. Escriban un cuento, un tango o un poema que trate algún aspecto de la problemática investigada.

Bibliografía recomendada

P. Sondereguer (2002). La Cuenca del Matanza-Riachuelo. Notas sobre la cuestión urbana en Buenos Aires. Buenos Aires: Ediciones UNLa.

Susana Silvestre (2004). El Color del río. Historia cultural del paisaje del Riachuelo. Buenos Aires: Prometeo-Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes.

Webgrafía recomendada

Cuenca Matanza Riachuelo I

Cuenca Matanza Riachuelo II

Cuenca Matanza Riachuelo III

Cuenca Matanza Riachuelo IV