Testimonio de Raimundo Ongaro
“La causa de un exilio es importante y lo es sobre todo en mi caso. Estuve catorce veces preso en la Argentina, fui secuestrado en una ocasión, mi hogar fue allanado muchas veces. (…)
(…) Había tomado una decisión muy seria de no abandonar el país, sea cuales fueran las circunstancias en que me encontrara. Recuerdo que en esto coincidíamos con otro sindicalista, hoy fallecido, Agustín Tosco, cuando nos encontramos juntos en la cárcel de Caseros, después de un período de nueve meses de arresto en el mismo lugar. En esos diálogos con Tosco habíamos llegado a la conclusión de que si era necesario moriríamos presos en la cárcel pero siempre en la Argentina. Si eso servía como un milímetro de bandera para la lucha por la libertad en el presente o en el porvenir, nosotros lo ofrecíamos por la causa de una sociedad más justa, de estructuras modernizadas, de participación de los trabajadores, de un hombre nuevo.
Fue el 7 de mayo de 1975, mientras me encontraba una vez más a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Que sería el último de mis arrestos. Entonces se iba a producir un hecho muy desgraciado para mi familia, aunque yo no lo iba a conocer ese día. El 8 de mayo, la jornada siguiente, incomunicado en un calabozo de Villa Devoto, solo y aislado en una celda de 1,40 por 2,30 en un camastro, estaba escuchando el informativo de Radio Colonia, la voz del periodista Ariel Delgado; faltaban cinco minutos para las 14, hora en que terminaba y me disponía a apagar la radio pensando “bueno, esto es lo de todos los días”, cuando escuché que mi hijo, Alfredo Máximo había sido asesinado a balazos y su cuerpo encontrado en un lugar del Gran Buenos Aires.
Allí replanteé rápidamente, fueron unos segundos, mi decisión de quedarme en una cárcel, de no salir del país con mi familia, (…). Aquel día comprendí que estar en la cárcel no servía para nada, si uno no podía utilizar la palabra, la comunicación con la gente, estar presente en una huelga, en una manifestación, en una asamblea, en un plenario o junto a los compañeros o los hermanos que estaban en una olla popular. Es otro mito, me dije, eso de creer que estar en la cárcel sirve para algo, porque yo no puedo defender a mi hijo; porque si hubiera estado en libertad, me hubieran matado a mí, y no a él.
Después de este hecho, las radios y los diarios anunciaron inmediatamente que mi hijo mayor, Raimundo, había sido esposado en el centro de Buenos Aires y gracias a la ayuda de un centenar de transeúntes pudo escapar de la policía lopezreguista y recibió la protección de una congregación religiosa que lo albergó hasta que pudo salir del país.
Veinticuatro horas después, al más joven de mis hijos, Miguel Ángel, lo vienen a buscar a esta casa de Los Polvorines y a la de su novia y no lo hallan. Conozco después –por medio de las visitas que llegan a la cárcel de parte de personas que trasmiten su solidaridad por estos hechos vandálicos- que el sector dominado por el Ministro de Bienestar Social, José López Rega, había dictado una orden de exterminio contra mi familia. Durante una reunión de esa logia criminal se había llegado a la conclusión de que era mejor matar a la familia del sindicalista Raimundo Ongaro que asesinarlo a él mismo. Este es un método nazi que se dirige a afectar en primer lugar a la familia. Porque en seguida surge el razonamiento “si no hubiera estado en política, en esas actividades sindicales, tal vez nuestro hijo estaría vivo, los otros no estarían amenazados y no tendríamos esta persecución. Contaríamos con la seguridad que todos los días, el hijo y el padre y el hermano y la novia y la madre y la abuela volverían a casa por la noche”. Ese sistema golpea primero a la familia, pero después sobre el núcleo de trabajadores, de militantes políticos de activistas sindicales, en un partido, en una asociación cultural. En estos medios, genera la siguiente reflexión: “si lo mataron al hijo de aquel dirigente, ¿qué no nos pasará a nosotros, a quienes nadie conoce, la prensa jamás puso una foto, los diarios nunca dijeron que vivimos en tal lado e hicimos tal cosa o la otra?” Por lo tanto, el método busca desmoralizar en parte a un conjunto de la militancia y de los seguidores que han participado en una actividad reivindicativa o de emancipación social de los trabajadores y de un pueblo.”
Testimonio de Raimundo Ongaro, tomado de: CGT de los Argentinos