Introducción

Si bien la creación y uso de organismos genéticamente modificados tiene larga data, lo novedoso es la transferencia de genes entre organismos completamente diferentes y que no están necesariamente emparentados. Mientras que en el mejoramiento tradicional la recombinación genética se hace entre organismos de la misma especie, es decir, con capacidad de reproducirse entre ellos, la ingeniería genética permite "saltar" las barreras naturales y cruzar organismos que normalmente no lo hacen.

Los organismos genéticamente modificados son aquellos a los que se les ha alterado al menos un gen con un fin práctico. Si la modificación consiste en la introducción de fragmentos de genes (o de genes completos) de otros organismos, creamos los denominados transgénicos.

Para crear un organismo transgénico debemos aislar primero el gen de la característica deseada y luego lo introducimos en una célula animal, vegetal o bacteriana. En los siguientes títulos discutiremos la creación de animales y cultivos transgénicos, así como los aspectos éticos relacionados con estas técnicas.

Animales transgénicos

Los animales transgénicos son aquellos que poseen un gen que no les pertenece La forma más sencilla para generar un animal transgénico es la que involucra el aislamiento del gen que se quiere introducir (al que llamaremos transgén), su clonación y manipulación para que pueda ser expresado por el organismo blanco, y su inserción en el organismo. Para lograr que todas las células del organismo expresen este nuevo gen, incorporamos dicho gen en un embrión en estadio de cigoto. Una vez seguros que el embrión incorporó el transgén, implantamos el embrión en un animal receptivo, que actúa como madre (en un procedimiento similar al de fertilización in vitro).

Si, en cambio, no nos interesa que todo el animal contenga el transgén, sino sólo determinadas células, realizamos un procedimiento similar al descripto, pero en vez de inyectar el transgén en un cigoto, lo inyectamos en un embrión ya formado. Esto da como resultado un organismo con células normales y otras con el transgén.

Un ejemplo del empleo de esta técnica es la producción de ovejas o cabras transgénicas. Estas se crean inyectando el gen que codifica la proteína deseada en un óvulo fecundado, que se implanta a una oveja o cabra madre. Luego, se analiza la presencia del gen deseado en la descendencia y aquellas cabras que lo tengan son inducidas a producir leche.

En la Argentina se han creado vacas transgénicas, llamadas vacas Pampa, que producen en su leche hormona de crecimiento humano. Este emprendimiento fue llevado a cabo mediante una colaboración entre docentes de la Universidad de Buenos Aires y la empresa BioSIDUS. Este es un desarrollo de avanzada para la región ya que, en primer lugar, se logró obtener un clon viable (la vaca Pampita), y luego se logró insertar el transgén en animales de diferente sexo (la vaca Pampa Mansa, y el toro Pampero). Estos fueron los primeros animales transgénicos en el mundo capaces de tener una progenie que mantuviera el transgén por apareamiento tradicional.

La creación de animales transgénicos presenta nuevas oportunidades, pero también crea nuevos desafíos. Entre las primeras está la posibilidad de estudiar la función de ciertas proteínas, incluidas algunas causantes de enfermedades humanas. Uno de los mayores problemas es la inserción al azar de los genes deseados.

Cultivos transgénicos

El área de ingeniería genética de mayor expansión es la agricultura; tal vez porque es mucho más fácil clonar una planta que un animal. Esta es, además, un área que promete ser muy lucrativa. El uso de cultivos genéticamente modificados permite, entre otras cosas, acelerar el mejoramiento genético tradicional, aumentar los rendimientos agrícolas, reducir la aplicación de pesticidas y desarrollar nuevas variedades de cultivos. Estos cambios en las prácticas agrícolas tienen como finalidad aumentar la productividad y la rentabilidad al mismo tiempo, ya que disminuyen las superficies cultivadas. En el futuro, la industria de la alimentación también se beneficiará de los cultivos transgénicos mediante vegetales en las que mejorarán la calidad alimenticia (ya sea porque mejora su contenido nutricional, las características de procesamiento o almacenamiento del cultivo) o la posibilidad de utilizar plantas para producir moléculas de interés económico.

En la actualidad, el cultivo con especies transgénicas está muy difundido; cada vez más hectáreas se dedican a la siembra de esas especies. En la Argentina esta práctica está alcanzando niveles insospechados. De hecho, nuestro país ocupa el segundo lugar en la lista de hectáreas sembradas con cultivos transgénicos en el mundo, lista que lideran los Estados Unidos. El 90% del cultivo de soja pertenece a variedades transgénicas, mientras que sólo el 9% es de especies comunes. El cultivo del maíz transgénico está aumentando día a día; en la actualidad ya alcanza el 25% de la producción total.

Planta transgénica

Una revolución no tan verde

Si bien la transgénesis ofrece un panorama alentador, aún está sujeta a un intenso debate que involucra aspectos políticos, económicos, científicos y éticos. Si bien esta situación ha provocado un gran interés por parte de la comunidad científica, la información reunida hasta ahora no es suficiente como para poder esgrimir opiniones fundamentadas.

Uno de los argumentos a favor incluye la disminución del uso de pesticidas y herbicidas. A mediados de los años 1990, las compañías de agronegocios comenzaron a publicitar semillas genéticamente modificadas que prometían reducir el uso de pesticidas. En la actualidad, la mayoría de los cultivos genéticamente modificados -canola, soja, maíz y algodón- contiene un gen de resistencia a pestes o tolerancia a herbicidas.

Entre los argumentos en contra figura el peligro para la vida salvaje. Los ambientalistas insisten en que el uso de cultivos genéticamente modificados puede provocar daños en la vida de otros seres vivos, como las mariposas. Si bien algunos estudios han demostrado que las mariposas que consumen productos genéticamente modificados mueren en una gran proporción, los resultados de estos estudios no pueden extrapolarse a lo que ocurre en el campo, ya que estos animales han estado en contacto con grandes cantidades de organismos genéticamente modificados (lo cual es poco probable que suceda en la naturaleza). Nuevamente nos encontramos con la situación anterior; no hay datos científicos que puedan ayudar a estimar el impacto del uso de este tipo de cultivos.