La llamada sociedad postindustrial -también conocida como sociedad de la información, sociedad globalizada o sociedad del conocimiento- está profundamente marcada por el impacto de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Todo parece indicar que estamos viviendo una época de transformaciones tan profundas como las que marcaron los tiempos de la invención de la imprenta. Por mencionar sólo algunas de ellas nos encontramos con:

Estamos en presencia de una cultura planetaria. Hoy las personas de buena parte del mundo realizan consumos culturales muy similares: miran los mismos programas de televisión, las mismas películas, se visten igual y consumen alimentos parecidos. Cuando vemos recitales por TV, encuentros deportivos mundiales, olimpíadas, formamos parte de una audiencia global de cientos de millones de personas.

Además de ser un medio de comunicación con rasgos propios, con sus propios géneros y sus lenguajes específicos, internet contiene a los medios tradicionales y les ofrece nuevas formas de difusión y de vínculo con sus lectores/consumidores.

Cada tecnología genera sus propias formas de lectura. Antes de la invención de la imprenta, por ejemplo, la escasez de ejemplares hacía que lo normal fuera la lectura en alta voz. La llegada de la imprenta permitió que cada lector disponga de un ejemplar del texto y la lectura silenciosa se impuso como nueva costumbre. En el próximo apartado veremos que también con la presencia de internet nacen nuevas formas de lectura, distintas de las que determina la linealidad del texto impreso.

Rayuela y el hipertexto

En su novela Rayuela, de 1963, Julio Cortázar planteaba como ideal literario intentar un texto que no agarre al lector sino que lo vuelva obligadamente cómplice al murmurarle, por debajo del desarrollo convencional, otros rumbos más esotérico.

El tipo de lectura que nos invita a hacer internet -más por las posibilidades tecnológicas que por inquietudes literarias- se parece bastante a esos recorridos "esotéricos" que postulaba Cortázar.

Cada internauta, al deslizarse de un sitio a otro, construye un recorrido particular, no preexistente. El resultado de estos itinerarios es un hipertexto: el usuario, siguiendo las diferentes bifurcaciones que el laberinto de la red abre, genera un texto nuevo:
Puede arrancar en la portada de un matutino, detenerse en noticias de su interés y enviarlas a colegas o amigos, buscar temas asociados, migrar luego a un fragmento de un programa de TV y derivar hacia una emisión de radio con sólo hacer un clic en aquellos puntos que despiertan su curiosidad.