Introducción

El fútbol moderno nació a mediados del siglo XIX en ámbitos propios de los sectores medios y altos de la sociedad británica. Sin embargo, pronto se transformó en un deporte popular que trascendió las fronteras del país de origen. Los medios de comunicación masiva, sobre todo la prensa y la radio, en auge durante las primeras décadas del siglo XX, y los distintos regímenes políticos comprendieron la fascinación que despertaba el fenómeno sobre las masas populares y se encargaron de alimentarla, con objetivos fundamentalmente mercantiles los unos y de manipulación política e ideológica los otros.

A lo largo del siglo XX, este interés y esta pasión por el fútbol, lejos de decaer fue acrecentándose, captando a las distintas clases sociales y quebrando progresivamente el tradicional rechazo de las mujeres. En la actualidad, escritores famosos y etnólogos de renombre consideran al fútbol como la gran religión laica de la humanidad. Otros cientistas sociales observan con agudeza que el fútbol funciona como un canal de expresión del descontento social y, sobre todo, como amplificador de las pasiones nacionales. No faltan quienes subrayan que el fútbol constituye el negocio más suculento del capitalismo globalizado y que, en el marco de las crecientes desigualdades y problemas que genera la globalización, el fútbol sirve de «distractor», de sustituto de otras necesidades vitales que el poder retacea a las masas día a día. Por último, no faltan quienes, fascinados por la belleza del juego y por la comunión que se genera entre jugadores e hinchas, le han dedicado al fútbol hermosos cuentos y poemas. Tampoco quienes filosofan sobre el fútbol y plantean la existencia de un fútbol de derecha y otro de izquierda.

Por todo lo expresado, el fútbol se relaciona con todas las dimensiones de la realidad social y puede ser analizado desde diferentes puntos de vista. Por lo tanto, se convierte en un tema que permite articular muchos de los contenidos prescritos para primeros años del nivel secundario. Además, no se puede perder de vista que es un tema que convoca el interés de los alumnos, partícipes activos de esta «religión laica» y, cada vez más, el interés de las alumnas. Su tratamiento permitirá establecer relaciones entre las vivencias cotidianas y los contenidos del pasado que se abordan en clase. De este modo, se podrá modificar o matizar la idea –bastante extendida entre los alumnos– sobre la «inutilidad» del estudio de la Historia.

A pesar de su relevancia social, disciplinar y didáctica, el tema está casi totalmente ausente en los libros de texto y, si aparece, ocupa un lugar residual, donde sólo se resalta lo anecdótico y trivial.

En esta propuesta desarrollaremos una secuencia de actividades en torno al eje «Las relaciones entre deporte y política a lo largo del siglo XX». Este conjunto de tareas resultará particularmente relevante para comenzar a descubrir las conexiones existentes entre deporte y poder político y para promover actitudes críticas que pongan a nuestros alumnos a resguardo de manipulaciones como las que –en el pasado reciente– hemos sido víctimas los argentinos. Asimismo, el tema es interesante para alentar actitudes de moderación y tolerancia.

A continuación le sugerimos una serie de actividades.

Propuesta

  1. Proponga a sus alumnos una discusión grupal en torno al tema relaciones entre deporte y política.
  2. Solicíteles que lean y discutan los textos que aquí le presentamos.

    El escritor español Manuel Vázquez Montalbán se pregunta si el fútbol es una nueva religión laica que ocupa el lugar simbólico que dejaron vacante la política o las grandes religiones. También se pregunta si se puede imaginar una religión, aunque sea laica, sin Dios. Para algunos, dice, ese dios se llama Ronaldo. «Vaya donde vaya, Ronaldo Nazario, ese brasileño de veintidós años, está condenado a ser mucho más que un jugador. Representa el fútbol de la posmodernidad, bicéfalo, religión masiva y empresa multinacional a la vez. ¿Acaso João Havelange, ex presidente de la Federación Internacional de Fútbol [...], no dijo: "Ronaldo pertenece al patrimonio del fútbol mundial y todos debemos protegerlo?".»

    La industria del fútbol siempre necesitó dioses para crecer y prosperar. Durante cuatro décadas, esa función recayó en Di Stefano, Pelé, Cruyff y otros como Maradona.

    Pero toda industria debe renovar sus mitos: la FIFA eligió entonces a Ronaldo como divino heredero de Maradona, a cargo de reinar de aquí en más –sin cocaína– sobre la religión del fútbol.
    «[...] En este fin de milenio, el fútbol, calificado de «opio del pueblo» en la época de las dictaduras, se ha convertido en la droga dura de las democracias. Permite responder tanto a la falta de proyecto de las sociedades globalitarias como a la paradójica soledad de las masas.» («El Potrero global». Zona. Clarín. 14 de junio de 1998.)

    Griselda Gambaro sostiene que «El Mundial es la gran fiesta del fútbol. [...] Se puede hablar del fútbol en términos teatrales: espectáculo, escenario, representación, catarsis. [...] En cierto modo, cada partido produce lo que produce el arte: "La unión de un yo limitado a una existencia comunitaria". Cada partido saca al espectador de su condición individual y lo traslada colectivamente al escenario. Ya no es el mismo, encerrado en los límites de la propia vida: está en el césped, en las piernas de los jugadores, en la dirección de la pelota, y el éxtasis colectivo nace cuando el arco contrario es vencido. No hay gargantas individuales, hay un grito colectivo que nos une a otros que sienten lo mismo. El fútbol, el Mundial, produce aquella exaltación "fuera de uno" que sólo los mejores dramas consiguen a veces. [...]»

    »Pero aunque las cosas se parezcan, no son iguales. Dentro de este enorme aparato que es el Mundial, ¿qué queda del juego? Lo que sus presionados actores puedan hacer, que no es poco. Pero son actores vencidos de antemano, aunque ganen la Copa del Mundo. Detrás de aquellas reglas respetadas en la cancha ya hay otras, invencibles. Encuadran tantos intereses económicos, tanta invasión arrasadora de los espacios públicos y privados, de tal modo que se borran los límites de lo que se trata realmente (y basta pensar en el Mundial del 78). [...] Espectáculo que puede ser un arte, no llega a serlo por tanta interferencia, porque el sentido y la belleza del juego sólo existen aisladamente en la cancha. El resto es gran negocio, publicidad desmedida, sobrevalorización del discurso que se vuelve risible o hartante en su metafísica de la trascendencia.» («El Potrero global». Zona. Clarín. 14 de junio de 1998.)

    En algunos países –sostiene Ignacio Ramonet– el fútbol sirve de caja de resonancia de protestas sociales pero es, sobre todo, un amplificador de las pasiones nacionales. «Durante un match, los jugadores encarnan las virtudes de la nación: virilidad, lealtad, fidelidad, espíritu de sacrificio, sentido del deber, sentido del territorio, pertenencia a una comunidad; y el partido –verdadero drama sacrificial– es a su vez una de las pocas ocasiones en las que se expresa, en forma colectiva, este mínimo común cultural que sella la adhesión de una comunidad a las virtudes personificadas por los jugadores. [...]

    »Cada enfrentamiento adquiere así todas las apariencias de una guerra ritualizada que apela a emblemas nacionales (himnos, banderas, presencia de los presidentes), y recurre a metáforas guerreras: atacar, tirar, defender, capitán, territorio, táctica, victoria... Un buen partido de fútbol se basa en grandes principios de estrategia, afirma Henry Kissinger. Es bien sabido que la selección de Alemania Occidental planea sus partidos como el Estado Mayor alemán planificaba sus ataques: prestando una atención meticulosa hasta en el detalle más mínimo.

    »Son muchísimas las comparaciones de este tipo; desde la tesis del presidente estadounidense Gerald Ford: Un éxito deportivo puede servir a una nación tanto como una victoria militar, hasta la reciente declaración del jugador de Camerún Roger Milla «[...] Soy un oficial de reserva, orgulloso de servir a mi país desde hace veinte años». Pasando por otras reflexiones famosas, como la de José Nazazi, jugador uruguayo legendario, dos veces campeón mundial, La selección nacional es la patria misma. [...]
    El primer régimen que instrumentó el fútbol fue el fascista de Mussolini. En 1934, Italia organizó el segundo Campeonato Mundial (que ganó) lo que le permitió llevar a cabo una acción de propaganda sin equivalente en la historia antes de que la Alemania nazi organizara los Juegos Olímpicos de 1936. Los fascistas pensaban que el fútbol permitía reunir "multitudes considerables en un espacio propicio para la escenificación; ejercer sobre ellas una fuerte presión y mantener las pulsiones nacionalistas de las masas". Mussolini fue el primero en considerar a los jugadores de la selección de Italia «soldados al servicio de la causa nacional.
    »El régimen de Franco, en España, trató de imitar también en este terreno a la Italia fascista. Pero chocó con los nacionalismos locales [vasco, catalán, gallego] que desviaron el fútbol en beneficio de sus tesis. [...] (como) en Galicia con el Celta de Vigo, cuyos jugadores exhibían camisetas con los colores (celeste y blanco) de la bandera gallega prohibida... Bajo la apariencia de un Estado pacificado y centralizado, España seguía siendo un país plurinacional; y cada domingo en los estadios, se enfrentaban los distintos patriotismos locales. [...] Una situación muy parecida se daba en la ex Unión Soviética y en ciertos países del Este. [...] Para los que siguieron la evolución del fútbol en la ex Unión Soviética, la actual explosión de los nacionalismos no fue una sorpresa.

    »[En] el Reino Unido [...] único país en el mundo que hizo reconocer por la FIFA cuatro equipos (Irlanda del Norte, Escocia, Gales e Inglaterra) por un solo Estado, los encuentros "amistosos" entre Inglaterra y Escocia, sobre todo, terminan con violentos enfrentamientos (un muerto y noventa heridos el 21 de mayo de 1988). Los hinchas ingleses adoptaron toda una panoplia ultranacionalista de extrema derecha y a menudo son infiltrados por activistas del National Front. En su interior nació el fenómeno skinhead, que luego fue extendiéndose por Europa, donde encontramos alrededor de ciertos clubes y selecciones nacionales las mismas fascinaciones por la violencia, por los temas patrioteros y racistas y por las ideas nazis.

    »Los otros continentes no están a salvo: en América Central, en junio de 1969, un partido que enfrentaba a El Salvador con Honduras terminó en [...] una declaración de guerra y en la invasión de Honduras por parte del ejército salvadoreño.

    En Lima, un gol anulado durante un partido entre Perú y la Argentina provocó el 23 de mayo de 1964 una trifulca en la que estallaron las rivalidades y los antagonismos nacionalistas. Resultado: trescientos veinte muertos, más de mil heridos. Al identificar un equipo de fútbol con un país o una etnia, los desbordes se multiplican, exacerbados por el delirio popular y la amplificación de los medios. Hasta el absurdo. No se juega por jugar, se juega para ganar. El fútbol de masas satisface así el deseo perverso de enfrentarse a un enemigo para definir más la identidad nacional. El odio por el odio se agrega al aborrecimiento gratuito, sin razón, sin causa. Muchas veces por la exaltación de una idea gangrenada de nación.» («El Potrero global». Zona. Clarín. 14 de junio de 1998.)

    «El 24 de marzo de 1976 los militares quiebran una vez más el orden constitucional. [...] Torturas, ejecuciones sumarias, secuestros, ingresan al ámbito de lo cotidiano; la violencia estatal no dirige su mira sólo a las organizaciones guerrilleras, sino que es ejercida sobre toda la sociedad.

    »En este contexto, era necesario anestesiar a la opinión pública y el deporte "espectáculo" fue una vez más utilizado para esos fines, mediante técnicas de difusión sabiamente implementadas desde los medios de comunicación masiva. [...] La organización en Argentina del XI Campeonato Mundial de Fútbol en 1978 [...] entusiasmó evidentemente a los hombres del Proceso: constituía un excelente medio de distracción, posibilitaba -a través de una hábil campaña- aunar a los divididos argentinos detrás de su selección y de su bandera, permitía mejorar la imagen de un régimen que, desde sus albores, era intensamente jaqueado desde el exterior por sus violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos.» (Mabel Veneziani, «El Mundial». Todo es Historia. N.° 229, mayo-junio de 1986. Buenos Aires.)

    Desde fines del siglo XIX, frente a los reclamos de los trabajadores por mejores condiciones de vida y de trabajo, las demandas de democratización política por parte de los sectores medios y las luchas entre distintas nacionalidades, los Estados apelaron a distintas técnicas y métodos para construir dentro de sus fronteras un ideal de nacionalidad que velara las diferencias sociales, religiosas y étnicas. La escuela y el servicio militar obligatorio les sirvieron para inculcar sentimientos nacionales a través de ceremonias diarias, como la entonación de marchas patrióticas y el izamiento de la bandera. Con el mismo objetivo, se establecieron nuevas fiestas nacionales, como la conmemoración de la Revolución Francesa, todos los 14 de julio en Francia. Desde la enseñanza de la Historia y la Geografía se buscó forjar la idea de un territorio, un pasado y un destino común que justifique y legitime el sentimiento de pertenencia nacional. También el deporte, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial, se transformó en una herramienta del Estado para reforzar los sentimientos nacionalistas y, a través de ellos, su legitimidad.

    Elaborado por equipo de Ciencias Sociales, 2000.

    «Entre las dos guerras [...], el deporte internacional [...] se convirtió en una expresión de lucha nacional y los deportistas que representaban a su nación o Estado en [símbolos] de comunidades imaginadas. Fue el período en que [...] la Copa del Mundo fue introducida en el mundo del fútbol, y, como demostró el año 1936, en que los Juegos Olímpicos se convirtieron de forma inconfundible en excusa para la autoafirmación nacional competitiva. Lo que ha hecho del deporte un medio tan singularmente eficaz para inculcar sentimientos nacionales, en todo caso para los varones, es la facilidad con que hasta los individuos menos políticos o públicos pueden identificarse con la nación tal como la simbolizan unas personas jóvenes que hacen de modo estupendo lo que prácticamente todo hombre quiere o ha querido hacer alguna vez en su vida. La comunidad imaginada de millones de seres parece más real bajo la forma de un equipo de once personas cuyo nombre conocemos. El individuo, incluso el que se limita a animar a su equipo, pasa a ser un símbolo de su nación.» (Eric Hobsbawm (1992). Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona: Crítica.)

  3. Propóngales que discutan grupalmente un título para cada uno de los textos.
  4. Solicite a sus alumnos que analicen cada uno de los textos, que identifiquen las ideas principales y las discutan en grupo.
  5. Propónganles sistematizar en un informe las distintas opiniones y argumentaciones surgidas tanto de la discusión grupal como de la lectura de los textos.
  6. Además le sugerimos que organice grupos de investigación sobre temas como los que a continuación le presentamos: a) Los regímenes totalitarios y el deporte (Mundial de Fútbol del 78 en la Argentina, Juegos Olímpicos del 36 en la Alemania nazi, el Mundial de Fútbol del 34 en la Italia de Mussolini, etc.), b) Guerra Fría y deporte, c) El Socialismo real y el deporte, d) Los regímenes democráticos y el deporte, e) La xenofobia en el fútbol en la Argentina de hoy.

Para el desarrollo de estos temas de investigación será fundamental consultar en hemerotecas diarios y revistas del período analizado, así como también buscar bibliografía específica sobre el tema. En los casos que se refieren a la Argentina, le sugerimos incorporar la metodología de la narración oral.

Sugerencias

A partir de la introducción al tema que aquí le brindamos y luego de implementar en el aula la propuesta de trabajo, le sugerimos que continúe la tarea en torno al eje propuesto para desarrollarlo a lo largo del siglo XX y para proponer nuevos proyectos de investigación.

Sugerencias didácticas

Pensar el deporte desde las ciencias sociales implica un análisis que remite, entre otros aspectos, a las relaciones y vínculos con el poder político. Desde la Roma antigua, con la consabida frase «pan y circo», trató de expresarse la relación entre el deporte y la política con la apreciación sobre el pueblo o la ciudadanía. Mucho más cercanos en el tiempo existen algunos ejemplos emblemáticos de estas articulaciones: basta mencionar las Olimpíadas de Berlín en 1934, consideradas como propaganda abierta del régimen nazi, o el Mundial 78 de Argentina, asumido por la dictadura como el escenario donde mostrar al mundo su popularidad.

Trabajar un tema tan aceptado socialmente como el deporte resultará significativo para los alumnos, en tanto es una cuestión que los referencia cotidianamente, sólo que en este caso la idea es ir más allá del mero deporte para trabajar con ellos y analizar el tipo de articulaciones que, como espectáculo masivo, ha tenido históricamente con el poder político.

Los alumnos podrían buscar material complementario, sobre la historia de las olimpíadas –por ejemplo– y su relación con las políticas de Estado, o sobre las representaciones sociales y los prejuicios expresados a través de los cantos de las tribunas como práctica social.

En medios gráficos o en internet podrían buscar también fotografías, para realizar actividades que permitan la descripción de situaciones específicas, el reconocimiento de símbolos, los actores sociales que se encuentran en ellas y sus articulaciones con la esfera del poder.

Por otro lado, es muy recomendable incluir el análisis de diarios y artículos de revistas en los que los alumnos pueden reconocer las relaciones de los ejes que se trabajan en esta propuesta.