El Poema del Diluvio

“[…] Hice entrar en la nave toda simiente de vida; hice subir a toda mi familia y mi progiene, el ganado del campo, los animales del campo, los artesanos (luego) entré en la nave y cerré mi puerta, La dirección de la nave la confié a Puzur Enlil, el barquero… […] Cuando despunta el día, una nube negra subió desde el fondo de los cielos. Abad (dios del huracán) mugía en ella […] Nabon (heraldo de los dioses) y el Rey (Marduk, rey de los dioses) caminan delante. Van por la montaña y el país; Nergal (dios de los infiernos) arranca el palo […] Inurta (dios de la guerra) dirige el ataque […] El tumulto de Adad llega a los cielos. Todo lo que es brillante se transforma en tinieblas… […] Seis días y seis noches, marchaba el viento y el diluvio: el huracán domina el país. Cuando llega el séptimo día, el huracán ha sido abatido, así como el diluvio […] El mar descansa, el mal viento se apacigua, el diluvio cesa […] Miré el mar…Toda voz se había callado. ¡Y toda la humanidad convertida en barro! La marejada llegaba hasta los techos. Abrí la ventada y la luz ilumino mi mejilla. Lloré… Miré el mundo y el horizonte del mar […] A doce (medidas) se levantaba una isla… (esta) retuvo la nave y ya no la dejó mover […] […] Cuando llegó el séptimo día, hice salir una paloma y la solté […] Fue […] volvió […] Hice salir una golondrina y la solté […] Fue […] volvió […] Hice salir a un cuervo y lo solté […] Fue y vio la desaparición de las aguas; como, se empantana, croaja, no vuelve. Hice soltar varios a los cuatro vientos, esparcí una libación, coloqué una ofrenda sobre la cima de la montaña. Coloqué catorce vasijas y, debajo esparcí cedro y mirto. Los dioses aspiraron el aroma, los dioses, como moscas, se reunieron alrededor del sacrificador […]”.

Delaporte, L. La Mesopotamia. [S.l.], La renaissance du livre, 1923.