Brasil: rumbo a la autarquía hidroeléctrica
Múltiples
son los desafíos del Brasil que se piensa potencia global en el 2021.
Una matriz energética diversificada y sustentable que acompañe su
crecimiento productivo y demográfico está, sin lugar a dudas, entre sus
prioridades. Según estudios prospectivos de la Empresa Nacional de
Pesquisa Energética (EPE) el consumo de energía eléctrica crecería a un
ritmo sostenido del 5,2% anual hasta 2018, pudiendo llevar el actual
consumo de 388.000 gigavatios/h a 680.000 en 2018. Aunque
variados han sido los intentos brasileños por impulsar la integración
regional en materia energética, pocos son aún los resultados tangibles
y altos los costos geopolíticos. La nacionalización de los pozos
gasíferos de Bolivia, las continuas fricciones con Paraguay por Itaipú
y los dilemas del ideologizado gas venezolano, entre otros tantos
ejemplos recientes, parecen inclinar la balanza de la planificación
estratégica más hacia el lado de la autarquía energética, garante
"anticíclico" de la seguridad económica, que hacia la soñada Sudamérica
interconectada, próspera y pacíficamente interdependiente. La
élite
modernizadora brasileña, transversal a distintas ideologías,
amalgamada en torno al proyecto de la lucrativa expansión de la clase
media y la consolidación del rol industrial de Brasil en el nuevo
esquema emergente de división internacional del trabajo, coincide en
que es prioritario aprovechar al máximo posible el potencial
hidroeléctrico doméstico anticipándose al futuro deseado. El
potencial
hidroeléctrico brasileño, inventariado hasta el momento sólo
en un 68%, llega a unos 260 GW. Un pequeño set de ríos aglutinados en
torno a las caudalosas cuencas del Amazonas y el Paraná contribuye a la
matriz nacional con un 79% del total de la energía eléctrica generada
en el país. Esto sitúa a Brasil, según datos de la Agencia
Internacional de Energía (AIE), como el tercer productor de energía
hidroeléctrica a nivel mundial, precedido por Canadá y China y seguido
por Estados Unidos y Rusia. En este quinteto, uno de los tantos en los
que Brasil participa, se concentra el 50% de la producción
hidroeléctrica global. La represa binacional de
Itaipú, sólo superada en escala por el complejo Tres Gargantas de
China, será secundada en producción por las centrales de Belo Monte,
Madeira y los complejos proyectados en los ríos compartidos con Perú.
Belo Monte, sobre las márgenes del mediterráneo Río Xingú (12,7% del
potencial inventariado); Madeira, en las cercanías de Bolivia; y el
complejo de los ríos Inambari, Sumabeni, Paquitzapango, Urubamba,
Vizcatan y Chiquipampa, constituirán el tercer, el quinto y el octavo
complejo hidroeléctrico a escala mundial, respectivamente. Belo
Monte,
por sí sola, en funcionamiento en 2015, tendrá una generación
media de 4.750 megavatios/h. pudiendo llegar hasta 11.200 megavatios/h.
En su camino generará 18.000 empleos directos y 23.000 indirectos. La
energía producida no sólo podrá abastecer a los nuevos proyectos
industriales de la región amazónica y al polo siderúrgico dos Carajás,
explotado por Vale do Rio Doce -responsable del 27% del saldo favorable
de la balanza comercial brasileña- sino que hará posible responder a
los cambios en los patrones individuales de consumo, que se estima,
acercará los actuales 1,12 tep/hab. al promedio mundial de 1,78 tep/hab.
Este
set de grandes obras de infraestructura hidroeléctrica equilibrarán el
peso relativo de la cuenca del Paraná, hoy responsable del 60% de la
capacidad hidroeléctrica instalada de Brasil, volviéndola menos
interdependiente de sus vecinos.
Fuente:
Recce, J. (2010, 23 de julio). «Brasil: rumbo a la autarquía
hidroeléctrica». Suplemento Todo Energías, Clarín.