El uso de máscaras y la ceremonia del Areté
Las poblaciones orígenes extintas o vivientes que el territorio argentino comprende fueron poseedoras de modos de vivir que corresponden a tres grandes grupos culturales sudamericanos: el andino, el amazónico y el de los pueblos recolectores y cazadores primitivos.
Los tres sectores tuvieron o tienen máscaras, pero el más notable, fuera de toda duda, es el grupo chané, de filiación amazónica.
Los indios chané son creadores de originales máscaras que usan en la fiesta anual de la cosecha del maíz, semanas antes, y termina dos o tres semanas después.
Los rasgos más salientes de ese carnaval consisten, no solo en el simple uso de la máscara, sino también en el sentido mágico-religioso que éste tiene.
[…] Antiguamente, tales máscaras se correlacionaban con el tiro de la primicia del maíz, asegurando la protección de las ánimas de los muertos; con la aculturación pasaron a ser “objetos de carnaval”.
Pese a las importantes y constantes pérdidas y modificaciones, el areté sigue conservando en nuestros días claros elementos de su esencia como antiguo ritual agrario y cazador.
Una de las características más visibles y sobresalientes del areté es el uso de máscaras rituales, las llamadas aña-aña por parte de sus participantes varones. Los chané son quienes más han mantenido, hasta el presente, las tradiciones de fabricación y empleo de tales máscaras.
Ello se debe, seguramente, a su origen arawak y al hecho que las máscaras deben haber sido parte de su aporte original a la configuración del actual “complejo cultural” chiriguano-chané.
[…] Las máscaras son representaciones de potencia y equilibrio entre el hombre y la naturaleza, intermedian entre el mundo de los dioses y los hombres.
Son el enlace con los antepasados y los mitos del grupo; en el contexto ritual son un ente creador de orden en contraposición al caos.
En la cultura chané las utilizan solamente en la “ceremonia del Areté”. Consideran que siendo una fiesta a la que concurren los vivos y los muertos, estas impiden que las personas sean dañadas por algún pariente ya difunto que, por añoranza, intente raptar el alma de uno de los seres queridos. A esta intención precautoria se añade el carácter lúdico de impedir que los participantes sean descubiertos en su verdadera personalidad.
La razón de ser de una máscara es que será habitada por los espíritus. Si el espíritu a ser representado no logra plasmarse en la imagen de la máscara, ésta carecerá de fuerza. El ritual que la use será poco eficaz, y las plegarias y ofrendas no alcanzarán todo su significado ni sentido.
Bolcato, Hipólito Guillermo. “La máscara en América. El complejo chiriguano-chané”. “Revista América”, n.° 16, 2003.