Utopía (fragmentos), de Tomás Moro

Los príncipes (…) se ocupan con más gusto de los asuntos militares (…) que de las artes de la buena paz; y más se preocupan de discurrir procedimientos para conquistar…nuevos reinos, que de administrar bien los que poseen. […] Grande es el número de los nobles que, ociosos como zánganos, no sólo viven del trabajo de los demás, sino que los esquilman como a los colonos de sus fincas y los desuellan hasta la carne viva para aumentar sus rentas. […] La realidad enseña cuán equivocados están los que piensan que la pobreza del pueblo es garantía de paz…no es propio de la dignidad real gobernar a mendigos, sino a gentes felices. […] Los Utópicos sólo trabajan seis horas (…) les basta dicho tiempo (…) para conseguir con creces cuanto requieren sus necesidades o su bienestar. Esto se hará fácilmente comprensible si se considera cuán gran parte del pueblo vive inactiva en otras naciones: en primer lugar casi todas las mujeres, (…) añádase los sacerdotes y los llamados religiosos. Únanse a éstos los ricos propietarios de tierras, denominados vulgarmente nobles y caballeros. Súmenseles sus servidores, famosa mezcolanza de truhanes armados. […] (...) si toda esa chusma que ahora se consume en el ocio y la holganza, se aplicase a trabajos útiles y de interés común, echaríase de ver al punto que poco tiempo basta y sobra para la consecución de cuanto exigen la necesidad y el bienestar. […] (…) las instituciones del Estado [en Utopía] persiguen (…) el siguiente fin: que los ciudadanos estén exentos de trabajo corporal el mayor tiempo posible, (…) y puedan dedicarse al libre cultivo de su inteligencia, por considerar que en esto estriba la felicidad de la vida.

Tomás Moro. “Utopía”. Fondo de Cultura Económica, México, 1991.