Oración acerca de la dignidad del hombre
Así, pues (Dios) creó al hombre cual obra de la naturaleza
infinita y colocándolo en el centro del mundo, le habló de este modo:
“No te he dotado, oh Adán, ni de un lugar determinado, ni de aspecto
propio, ni de virtud concreta alguna, porque el lugar, características
y virtudes que desees han de venir dados por tu propia decisión y
consejo. La naturaleza limitada de los otros lo está por leyes que yo
he prescrito. Tú las determinarás todas, sin ninguna barrera que te
constriña, según tu libre arbitrio, a cuya potestad te entrego. Te
coloco en el centro del mundo, para que, desde allí, mejor puedas
vislumbrar todo lo que hay en el mundo. No te hice ni un ser celeste,
ni un ser terrenal, ni mortal, ni inmortal para que Tú, como libre y
soberano artífice de ti mismo, pudieses moldearte y esculpirte en la
forma que prefieras. Podrás degenerar (en el nivel de) las cosas
inferiores, podrás, según tu voluntad, regenerarte en las cosas
superiores, que son divinas […]”.
Dividamos al hombre
en tres partes: la más alta es la cabeza, después viene la que empieza
en el cuello y va hasta el ombligo y, por último, la tercera que se
extiende del ombligo a los pies. Dichas partes del hombre son,
asimismo, diferentes y separadas entre sí por unas ciertas
características. Resulta admirable, no obstante, la belleza y
perfección con que, por una muy precisa ley, se corresponde con las
tres partes del mundo.
El cerebro, manantial del
conocimiento, se halla en la cabeza. El corazón, fuente de vida,
movimiento y calor, en el pecho. Los órganos genitales, principio de la
reproducción, están en la última parte. De igual forma en el mundo, la
parte más alta, que corresponde a la morada de los ángeles o del
intelecto, es el manantial del conocimiento, porque su naturaleza está
hecha para entender. La parte media, el cielo, es el principio de la
vida, del movimiento y del calor, y en ella, domina el sol como el
corazón en el pecho. Bajo la luna se encuentra, como todos saben, el
principio de la procreación y la corrupción. Os dais cuenta con qué
exactitud se corresponden recíprocamente las partes del mundo y las del
hombre. […]
Giovanni
Pico della Mirandola. “Oración acerca de la dignidad del hombre”, 1496.
En: Vázquez Enrique, Alonso María E. y Soletic María A..
“Historia del mundo moderno y la América colonial”. Buenos Aires, Aique, 2006.