Pantagruel: consejos de un padre a su hijo
Hijo
mío, […] pretendo y deseo que aprendas lenguas perfectamente. En primer
lugar, la griega […], en segundo lugar, la latina; y luego, la
hebraica, para las Sagradas Escrituras; y también, la caldea y la
arábiga. Y que te formes tu estilo, en cuanto a la griega, a imitación
de Platón, en cuanto a la latina, a imitación de Cicerón. Que no haya
historia que no tengas presente en la memoria […] ¡Sigue! Conoce todas
las leyes de la Astronomía y olvida la Astrología divina […]. De
derecho civil, quiero que sepas sus bellos textos de memoria y que los
relaciones con la Filosofía […]. En cuanto al conocimiento de los
hechos de la naturaleza, deseo que te dediques a ellos diligentemente:
que no exista mar, río o fuente cuyos peces no conozcas; has de conocer
también todos los pájaros del aire, todos los árboles y arbustos y
frutos de la flora, todas las hierbas de la tierra, todos los metales
sepultados en el fondo de los abismos y las piedras preciosas de todo
el Oriente y de los países del sur […]. Con frecuentes análisis
minuciosos, conseguirías el perfecto conocimiento del microcosmos, o
sea, del hombre. Y durante algunas horas al día, comienza a
familiarizarte con los textos sagrados.
Rabelais, François. “Pantagruel”, 1532. En: Vázquez Enrique, Alonso María E. y Soletic María A.
“Historia del mundo moderno y la América colonial”. Buenos Aires, Aique, 2006.