“Romance del obispo don Gonzalo”, en Romancero viejo
Un día de San Antón,
ese día señalado,
se salían de Jaén
cuatrocientos hijosdalgo.
Las señas que ellos llevaban
es pendón, rabo de gallo;
por capitán se lo llevan
al obispo don Gonzalo,
armado de todas armas,
encima de un buen caballo;
íbase para la Guarda,
ese castillo nombrado.
Sáleselo a recibir
don Rodrigo, ese hijodalgo.
-Por Dios os ruego, el Obispo,
que no pasedes el vado,
porque los moros son muchos
que a la Guarda habían llegado:
muerto me han tres caballeros,
de que mucho me ha pesado.