Títulos posibles: Monólogo del profesor (escriban lo que cree que el profesor piensa antes de venir a clase); Monólogo del presidente (lo que el presidente piensa cuando se levanta); Monólogo de mi amigo (lo que mi amigo piensa de mí y de la vida); Monólogo de un perro de la calle (lo que ve un perro de la vida), Monólogo de una persona del otro sexo (la visión que uno supone tienen los del sexo complementario -¿por qué llamarlo opuesto, no?-) ; Monólogo de un suicida (para indagar las fantasías suicidas propias de la edad, e impedir precisamente que pasen de tales); Monólogo de un policía (para encarnar al otro más heterogéneo en el imaginario del adolescente rebelde); Monólogo de una persona muy famosa (para darle alas a la fantasía de preeminencia que la fama sostiene); Monólogo mío dentro de 20 años (para fortalecer la noción de una continuidad vital básica y darle sentido al presente).

La serie podría prolongarse largamente. Si se plantea en una clase alguna de estas premisas, el procedimiento sería luego el de pedir a algunos que lean en voz alta su texto. El esfuerzo del profesor debería estar encaminado a que esas lecturas no sean recibidas con burla y que vaya haciéndose el espacio grupal para recibir este tipo de intimidad imaginativa. De esa forma el diálogo filosófico elaborativo de la clase puede ir tomando fuerza.