Tenemos tres posibilidades. La primera sería la de pasar por alto el hecho, no porque queramos necesariamente negarlo, sino porque podemos sentir que el trabajo de profesor de filosofía no tiene que ver con meterse con cuestiones de este tipo. O porque preferimos no dejar entrar al aula la sinrazón y la angustia ligados a una tragedia semejante. La segunda sería tomar la tragedia en cuestión como material para trabajar con los alumnos e intentar interpretarla como una prueba de nuestra decadencia social. Agarrar para el lado de lo que podríamos llamar "el horror sociológico" y describir con arte conceptual los orígenes de una violencia nunca vista o ponerla a cuenta de los caminos políticos de nuestro país. En esta línea se han oído cosas del tipo "primer mundo", "globalización", "liberalismo", excesos de un afán interpretativo a mi gusto descarriado.

Ninguna de estas dos primeras opciones me parece valiosa. La primera, no tratar el tema, me parece que es desperdiciar una oportunidad para enfrentarlo, para trabajar comunitariamente en pos de evitar nuevas tragedias, y porque -básicamente- es no hacerle lugar a una emoción intensa y problemática, de esas que resultan básicas a la hora de forjar un pensamiento real y dotado de fuerza. Si no pensamos lo que nos conmociona después no vamos a poder pensar nada, ni lo que queremos ni lo que debemos. La segunda -darle un tratamiento sociológico- porque me parece una falta de respeto a las víctimas de la tragedia (tragedia tan dura que hasta el agresor inspira piedad) y porque implica una ignorancia profunda intentar comprender el espanto de una tragedia a partir de categorías de observación social.

La vida está salpicada de tragedias, esto es inevitable, y más que dedicarnos a guitarrear sobre el sentido de nuestro mundo contemporáneo lo que hay que hacer es generar respuestas concretas, útiles, inteligentes. Tenemos que responder con inteligencia a estas nuevas formas de tragedia que aparecen en nuestra sociedad moderna y generar recursos eficaces para comprenderlas y prevenirlas. La tercera opción que se me ocurre podría tomar un profesor o profesora de filosofía respecto de los hechos de Carmen de Patagones es una mezcla de este trabajo de diseño de soluciones posibles con exploración de la angustia que todos hemos sentido al conocer la historia.

La utilidad entonces sería doble:

. por un lado pondríamos sobre la mesa el desequilibrio de la adolescencia, sus estilos y sus límites, sus fantasías de muerte, de suicidio o de asesinato. Es importante ayudar a los alumnos, en este momento preciso, a separar el fenómeno imaginario normal de la violencia adolescente del paso a la acción, que es mucho más raro. No tenemos que dejar que los adolescentes normales con fantasías normales, aunque siniestras, sientan que son asesinos potenciales o que los posee el demonio. También entraría en el tratamiento del tema la observación de la violencia familiar, tratando de usar palabras para localizarla y limitarla, dándole una vía de escape a lo que de otra manera se transforma en una olla a presión.

. por otro lado generaríamos la sensación de que estas situaciones difíciles, que forman parte inevitable de la vida, no deben dejarnos paralizados. Ayudaríamos a entender que una cosa es la angustia y el temor, y otra sentir que uno no puede hacer nada para enfrentar esos sentimientos difíciles. Crearíamos una cultura de pensamiento capaz de oponerle a estas emociones peligrosas una reacción de creatividad, siendo la pregunta principal a desarrollar: ¿qué cambios podemos implementar en nuestro colegio para captar estas situaciones potenciales de violencia y ayudar a quienes necesiten ser ayudados? Con los recursos que tenemos (para no abrir la esterilizante cuestión de que es el Estado el que debe proveer lo que no provee y mientras tanto justificar nuestra parálisis, en un proceso que puede durar años o para siempre), ¿cómo tenemos que comunicarnos y pensar y resolver nuestros problemas de intimidad y angustia para no desencadenar sucesos espantosos? Y también, ¿qué es la enfermedad mental, qué es la psicosis, qué condiciones hay que tener para padecer un desorden mental de esta magnitud?

Escucho vuestras opiniones.

N. del E.: una crónica de lo ocurrido se puede leer en http://www.clarin.com/diario/2004/09/28/um/m-839777.htm