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Hablamos de… el derecho al olvido (en Google)

El derecho al olvido es un concepto que se puso en práctica en varios países del mundo para garantizar a las personas la posibilidad de «borrar» informaciones y enlaces que están en la web y que pertenecen a su pasado.

El derecho al olvido permite que uno pueda reclamar que ciertos datos sean borrados de la web, de manera tal que no puedan ser encontrados por los motores de búsqueda.

No hay que confundir el derecho al olvido con el derecho a la privacidad. Este último se refiere a una información que nunca se ha dado a conocer públicamente, mientras que el derecho al olvido habla de información que alguna vez fue pública y que, ahora, no debería poder recuperarse mediante rastreo. Esto se debe tener en cuenta porque fue lo que trajo algunas discusiones sobre la definición y límites del concepto.

Derecho al olvido

Aunque el derecho al olvido existe desde 2006, se empezó a aplicar a los datos en internet el 13 de mayo de 2014, cuando la Corte Europea de Justicia ratificó que el «derecho al olvido» es un derecho humano. Fue en un fallo contra Google a raíz del «caso Costeja»: Mario Costeja González había solicitado la eliminación de un enlace a un artículo de 1998 del diario La Vanguardia que hablaba sobre el remate de su hogar, que se produjo por una deuda que, en realidad, ya había pagado.

Pero no es tan fácil: para ejercer el derecho, y solicitar la eliminación de la información de modo que no pueda ser «encontrada» por un motor de búsqueda, se debe completar un formulario a través de la página web del motor de búsqueda. Para ello, Google requiere que el solicitante identifique su país de residencia, información personal, una lista de las direcciones URL que deben ser retiradas, junto con una breve descripción de cada una, entre otras cosas. El solicitante recibe un correo electrónico de Google confirmando la solicitud, pero la evalúa antes de ser aprobada para su eliminación. El equipo de remociones sopesa el derecho del individuo a la privacidad contra el derecho del público de saber, entre otras cosas. Si la solicitud es aprobada, las búsquedas que se hagan sobre el nombre de la persona ya no aparecerán como resultados de búsqueda. Aun así, el contenido permanecerá en línea y no se borrará.

¿Y en la Argentina? Nuestro país vivió este tema sobre todo con casos de famosos en contra de Google y Yahoo!, en los que los demandantes exigían la eliminación de ciertos resultados de las búsquedas y, especialmente, los enlaces a fotografías.

El derecho al olvido también nos lleva a reflexionar o a incluir en el debate lo que pasa con los niños y los jóvenes y su presencia digital. Veamos un ejemplo que puede ser ilustrador: en 2015, en el Reino Unido, se lanzó una campaña para promover la idea de que los niños deben ser capaces de borrar su pasado en línea. «5Rights» incluía, en sus propuestas, el derecho de los jóvenes a ser capaces de editar o eliminar, fácilmente, el contenido que hubieran creado en línea. Asimismo, proponía su derecho a la alfabetización digital y a estar bien informados acerca de cómo se podrían utilizar sus datos: cómo resguardar, en términos de privacidad, la propiedad de su cuerpo y sus imágenes en línea. Una necesidad en lo que se refiere a responsabilidad, sobre todo cuando de niños se trata.

derecho al olvido

Como hemos repetido en varias ocasiones, no es internet lo peligroso, sino cómo hacemos uso de las redes cuando se carece de información. Tomemos un ejemplo: algunos jóvenes creen que es seguro publicar data en las redes, otros ni siquiera están preocupados por el tema y otros creen que lo que postean no afectará, en absoluto, su futuro. Muchos de ellos no saben, exactamente el alcance que las redes tienen y es, por esta razón, que debemos enseñarles a informarse y a mantenerse actualizados de todo lo que ocurre, virtualmente, a su alrededor.

Teniendo varios parámetros en cuenta, podemos trabajar desde allí. Hay varias opciones que se están manejando, mundialmente. Por ejemplo, que todo aquello que se haya publicado por un menor de 18 años, pueda ser borrado, «olvidado». Hay que tener en cuenta, por ejemplo, a qué edad los chicos están empezando a tener sus propios celulares, cuántas horas pasan en línea, cuántas pasan leyendo un libro, mirando TV, escuchando radio, entre otras.

Somos los educadores que, en tanto guías, mediadores, traductores, quienes debemos informarnos e informarlos. Tenemos la capacidad crítica que nos permite reflexionar, objetivamente, sobre lo que puede suceder. Pero no somos infalibles, y no podemos dirigir los deseos de los niños y jóvenes. Solo podemos enseñarles a hacerlo por sus propios medios: señalar, guiar, explicar e informar. Mostrar opciones. A partir de allí, serán ellos quienes decidan, pero no sin antes contar con ciertas herramientas, no sin antes saber todo lo que necesitan, para un uso responsable.

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Publicado: 24 de agosto de 2016

Última modificación: 27 de febrero de 2020

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