La Ilíada, de Homero (fragmento)

Cuando los ejércitos llegaron a juntarse, chocaron entre sí los escudos, las lanzas, y el valor de los hombres armados de broncíneas corazas, y al aproximarse los abollonados escudos se produjo un gran alboroto. Allí se oían simultáneamente los lamentos de los moribundos y los gritos jactanciosos de los matadores, y la tierra manaba sangre. Como dos torrentes nacidos en grandes manantiales se despeñan por los montes, reúnen las hirvientes aguas en hondo barranco abierto en el valle y producen un estruendo que oye desde lejos el pastor en la montaña; así era la gritería y el trabajo de los que vinieron a las manos. Fue Antíloco quien primeramente mató a un guerrero teucro, a Equepolo el Talisíada, que peleaba valerosamente en la vanguardia: hiriole en la cimera del penachudo casco, y la broncínea lanza, clavándose en la frente, atravesó el hueso, las tinieblas cubrieron los ojos del guerrero y cayó como una torre en el duro combate. Al punto asiole de un pie el rey Elefenor de Calcodontíada, caudillo de los bravos abantes, y lo arrastraba para ponerlo fuera del alcance de los dardos y quitarle la armadura. Poco duró su intento.