Cuando pienso en la elaboración me represento generalmente una olla, en la que el calor del fuego y una posible cuchara de madera que revuelve van realizando la lenta síntesis de elementos necesaria para dar lugar al resultado, para el caso del ejemplo, un guiso con sabor propio, resultante de la mezcla de los ingredientes originales. Elaborar es integrar elementos dispersos y al mismo tiempo producir algo nuevo.

Elaborar es darle vueltas a las cosas, viviéndolas, realizar la operación de restregar los elementos unos contra otros, a través de sus roces, conflictos, asimilaciones, sumas, restas y transmutaciones. Todos esos procesos, propios de la actividad del pensamiento (pero también operaciones vitales elementales) no solo adquieren en nuestro discurso una representación física, o química, son en su base fenómenos de tal orden, ya que tanto la actividad cerebral del pensamiento como la vivencia de las experiencias propias de la vida son hechos materiales.

La elaboración es el mecanismo básico del pensamiento y de la comprensión, la prueba de que aun en los hechos de conciencia se trata de fenómenos concretos y materiales. La elaboración es el comportamiento orgánico del sentido, el modo de su reproducción y avance, el camino paulatino en el que su sustancia carnal y sensible va encontrándose la vuelta, de forma de seguir en su constante producción de lo nuevo.

Elaborar es una palabra que viene de las descripciones psicológicas del proceso por el cual una cuestión que se le plantea a una subjetividad puede ser transformada en otra distinta, siendo la primera el momento inicial en el que aparecen elementos nuevos y probablemente disruptivos y la segunda el logro de haber dominado la situación, al punto de poder recuperar la iniciativa que en un primer momento, frente a la irrupción de lo nuevo, puede haber quedado parcialmente anulada.

Elaborar es lograr, por ejemplo, superar un duelo, o pasar de una situación de sorpresa e inhibición a una activa. Elaborar es responder al duelo que lo real nos lanza para que podamos hacer algo con él, generar nuestra forma en la pluralidad de movimientos libres o establecer espacios y momentos en los que a través de cierto orden podamos abordar nuevos movimientos evolutivos. Elaborar es encontrarle la vuelta, la forma en la que una situación puede generar desde sí los pasos que la harán crecer y desarrollarse. Se trata de un proceso que requiere tiempo (el tiempo de vivir las transacciones emocionales que permiten la apertura de un claro en donde parecía haber sólo una asfixia de estímulos desconcertantes), de un movimiento cuyo ritmo propio debe ser respetado, bajo riesgo de perder el hilo que permite la síntesis si se lo intenta apurar demasiado.

Elaborar es también una palabra que tiene sentidos de producción alimenticia (heladerías con elaboración propia, lo cual podría querer decir que los empleados tienen una gran capacidad de procesar sus cuestiones íntimas, personas que de tanto psicoanálisis elaboran sin esfuerzo), remitiendo a las metáforas culinarias que comenté al principio, ofreciéndonos también la certera imagen de la digestión como metáfora poderosa para representarnos y comprender al pensamiento.

Pensamos y al hacerlo digerimos la realidad, mezclándola con nuestros requerimientos o intenciones respecto de ella, amasando la sustancia de una imagen del mundo, o la serie de deseos o valores que hacen de ejes para que la realidad adquiera consistencia para nosotros.

Decíamos que la elaboración es el rasgo común que liga al trabajo de la psicología con el de la filosofía. Por eso es que la filosofía actual, si quiere hacerse cargo del momento histórico cultural en el que estamos viviendo, tiene que incluir en la cocción de la visión del mundo la línea de la obtención de un sentido personal, en donde el individuo accede simultáneamente a encontrar tanto sus respuestas íntimas como una versión del mundo.