Su historia

Domingo Faustino Sarmiento nació el 15 de febrero de 1811 en San Juan. Su casa estaba en el Carrascal, uno de los barrios más pobres de la ciudad. Aprendió a leer a los cuatro años y a los cinco empezó a ir a la escuela. Su madre, Paula Albarracín, quiso que se educara para ingresar al clero. Él se negó e intentó conseguir una beca para estudiar en la principal escuela de Buenos Aires, el Colegio de Ciencias Morales. No obtuvo la beca y permaneció en San Juan.

A los 16 años comenzó a participar en los conflictos militares interprovinciales. Se enfrentó a las tropas del ascendente caudillo riojano Facundo Quiroga, y cuando este dominó San Juan, en 1831, Sarmiento se exilió en Chile, donde trabajó como maestro. Se enamoró de una alumna y tuvo con ella una hija, llamada Ana Faustina. Volvió a San Juan en 1836 y fundó el periódico El Zonda. Las críticas de Sarmiento hicieron que el gobierno sanjuanino le quitara su apoyo al periódico, y ya no pudo sostenerlo económicamente.

Enfrentado con los federales, y en particular con el proyecto político del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, Sarmiento se fue otra vez a Chile en 1840. Allí se casó con Benita Martínez Pastoriza, adoptó al hijo de esta, Dominguito, y comenzó a crecer su prestigio como periodista. El gobierno chileno lo envió en 1845 a diversos países europeos y americanos para estudiar sus diferentes sistemas educativos. En el libro Viajes vertió sus impresiones. Vuelto a Chile siguió combatiendo a Rosas desde distintos periódicos.

Diario El Progreso

Cuando se organizó la gran alianza contra Rosas, Sarmiento se sumó a ella, y participó de la batalla de Caseros, que puso fin al régimen rosista en 1852. Participó también activamente en la agitada vida política de los años que siguieron a ese momento. En 1862 fue elegido gobernador de San Juan, pero renunció a los dos años por diferencias con el ministro el Interior de la nación.

En 1864, el presidente Bartolomé Mitre lo nombró ministro plenipotenciario argentino en los Estados Unidos. En su ausencia fue propuesto como candidato a la presidencia por grupos rivales a Mitre, y fue elegido para el período 1868-1874. Al dejar el poder siguió vinculado a actividades públicas: fue Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires en 1875 y senador por la provincia de San Juan más tarde.

En 1879 fue por muy poco tiempo Ministro del Interior. Más tarde fue Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación. En 1888 se trasladó a Paraguay para evitar el invierno de Buenos Aires. Murió allí el 11 de septiembre.


Hombre de ideas

Sarmiento fue, a la vez, un hombre de ideas y un hombre de acción. Como pensador se lo considera parte de la llamada Generación del 37.

Ya convertido en Chile en un escritor respetado, Sarmiento se dedicó a hostigar desde allí al gobierno de Rosas. En esa operación escribió, en 1845, su obra más famosa: Facundo. Civilización y barbarie en las Pampas argentinas. Como figura del Romanticismo, Sarmiento buscó cómo contar el drama rioplatense a través de un héroe. Los héroes de los escritores románticos europeos eran seres muy pasionales, muy intensos. Sarmiento no encontró a ningún héroe con esas cualidades en el escenario que pretendía explicar. En cambio, halló esos rasgos en lo que para él era un antihéroe: Facundo Quiroga, el caudillo riojano, una de las principales figuras políticas rioplatenses hasta su muerte en 1835.

En Facundo, su obra principal, Sarmiento introdujo una dicotomía para pensar lo ocurrido en el Río de la Plata desde 1810: el conflicto entre civilización y barbarie. Más allá de su obra y de su propia vida, esa oposición se extendería a lo largo de la historia argentina.

Horacio Quiroga Juan Manuel de Rosas

Al mismo tiempo que combatían a Rosas, varios intelectuales discutieron a mediados del siglo XIX distintas formas de impulsar el progreso del país una vez que Rosas dejara el poder. En el libro Argirópolis, de 1850, Sarmiento propuso construir una confederación rioplatense que incluyera a Uruguay, a Paraguay y a la Argentina; la capital sería la isla Martín García.

En este y otros libros y artículos, Sarmiento presentó un proyecto en el cual proponía dejar de lado la fascinación por Francia y tomar como modelo a los EE.UU. Su idea, basada en lo que vio en ese país, era impulsar el cambio social para lograr el progreso económico. El plan de Sarmiento era fomentar la educación para promover el bienestar general.

En su visión, si los pobres se educaban se lograría también un afianzamiento del orden social, porque aprenderían a resolver sus ambiciones dentro del marco existente. A la vez, había que promover la participación política de los ciudadanos en el ámbito municipal, para que se inmiscuyeran activamente en los asuntos que los implicaban directamente. Y también era necesario lograr una mejor distribución de la tierra, para evitar el crecimiento de los latifundios y generar, por el contrario, una sociedad de pequeños y medianos productores dedicada a la agricultura más que a la ganadería.

Otro elemento fundamental era la afluencia de inmigrantes europeos, para incrementar la cantidad de población y para que -según su opinión- trajeran civilización. También era importante obtener capitales extranjeros.

Estas propuestas se volcaron en textos intensos y muy polémicos, que lo llevaron a mantener debates largos y fuertes con otros pensadores, en particular con Juan Bautista Alberdi (otro antirrosista). La pluma de Sarmiento nunca pasó desapercibida, por lo penetrante y hábil. Cuando Rosas leyó Facundo, les dijo a los publicistas que lo rodeaban: «Así deberían defenderme».


Hombre de acción

Como hombre de acción, como político, Sarmiento mostró el lado más polémico de un personaje que siempre fue polémico.

Domingo F. Sarmiento

Cuando era gobernador de San Juan se produjo en La Rioja el levantamiento del Chacho Peñaloza contra el Estado nacional. Sarmiento decretó el estado de sitio en San Juan y dirigió en persona la lucha contra los montoneros del Chacho, que fue vencido y muerto por el ejército. En ese conflicto Sarmiento le escribió a Mitre una de las frases por la que sería más atacado en el siglo XX; le aconsejó al presidente: «No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes».

El desprecio por lo popular criollo, y también por todo lo indígena, no era exclusivo de Sarmiento: era como pensaba la mayor parte de las elites de las distintas provincias argentinas.

En cambio, tenían una mirada idealizada de los europeos, a quienes veían como portadores de civilización. Sin embargo, en sus últimos años Sarmiento se volcaría también contra los inmigrantes. En su libro Conflictos y armonías de las razas se lamentaría de que hubieran llegado a Argentina inmigrantes de los lugares más atrasados de Europa, como España y el sur de Italia. «¡Qué chasco nos llevamos con la inmigración!», escribió. El racismo y el desprecio hacia las clases populares, típico de la burguesía argentina de la segunda mitad del siglo XIX, encontró en Sarmiento un exponente claro y, como siempre ocurría con él, más osado que el resto en sus afirmaciones.

Como presidente, Sarmiento enfrentó grandes problemas. Llegó al poder teniendo que lidiar con la guerra de Paraguay, larga y costosa, y con desafíos en algunos lugares del interior, como la rebelión en su contra del entrerriano Ricardo López Jordán.

Dos italianos que luego dijeron haber sido contratados por aquel intentaron matar a Sarmiento en agosto de 1873, en el primer atentado registrado en nuestro país contra un presidente en ejercicio. Fue en Buenos Aires: cuando pasaba por la esquina de las calles Corrientes y Maipú, una explosión sacudió al coche en el que viajaba. Los atacantes fallaron porque a uno le explotó el trabuco en la mano, haciendo una sonora explosión. Pero el presidente ni se enteró porque para ese momento se había vuelto casi totalmente sordo.

A la vez, Sarmiento gobernó muy solo, no tenía un partido ni muchos apoyos en el Congreso. Muchos de los planes que había propuesto años antes no fueron impulsados por él en la presidencia, en parte por la distancia lógica que hay entre los programas y la realidad. Por ejemplo, sus propuestas sobre la propiedad de la tierra no se aplicaron. Sí pudo dar más impulso a otras cuestiones, como el alambrado de los campos, la realización del primer censo de población de la historia argentina, el aumento de las líneas de ferrocarril y el desarrollo de las comunicaciones (durante su administración fueron tendidos 5000 kilómetros de cables de telégrafo y antes de terminar su período inauguró una línea telegráfica con Europa). Y, por supuesto, dedicó grandes esfuerzos a fomentar la educación pública.


Educador

Si el 11 de septiembre es el Día del Maestro es porque el aspecto educativo de la obra del polémico Sarmiento es el que más efectos tuvo en la Argentina.

La educación fue para él una obsesión y desde el poder la impulsó activamente. Como gobernador de San Juan dictó una Ley Orgánica de Educación Pública que hacía obligatoria la enseñanza primaria, y creó varias escuelas de distinto tipo. Siendo presidente fundó alrededor de 800 escuelas en todo el país.

Creó la Academia de Ciencias, la Escuela Normal de Paraná, la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, la Universidad Nacional de San Juan, la Biblioteca Nacional de Maestros, el Observatorio Astronómico de Córdoba, el Liceo Naval y el Colegio Militar.

Al término de su gobierno, los alumnos en escuelas primarias habían pasado de treinta mil a cien mil. Además, trajo a maestras extranjeras para educar a las locales, escribió un Método de lectura gradual y en 1881 fundó la importante revista educativa El Monitor de la Educación Común. Su aporte al desarrollo de la educación pública, laica y gratuita (más tarde consagrada en la Ley 1420) fue clave para el desarrollo argentino.


Asesoramiento histórico: Gabriel Di Meglio.


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